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Sharpazo a la educación pública Opinión

Sharpazo a la educación pública

Jaime Retamal
Por : Jaime Retamal Facultad de Humanidades de la Usach
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Las lógicas de endoprivatización de la educación o de privatización encubierta han estado presentes en todo el espectro de la política nacional, ¿por qué no iban a estarlo en los encuadres más moralizantes del Frente Amplio? Los cachorros de la élite querían dar el “sharpazo” en la educación pública de Valparaíso, pero fue la misma élite la que no se los permitió. Supuestamente élites liberales contra supuestamente élites progresistas. ¡Nada! Tuya, mía, para ti, para mí. Estas supuestas élites, nunca han entendido y nunca van a entender lo que verdaderamente significa la educación pública.


No nos tiene que llamar a sorpresa que el alcalde de Valparaíso echara pie atrás a todo el proceso irregular de contratación de directores de establecimientos educacionales, que pretendía en su latifundio.

Las lógicas de endoprivatización de la educación o de privatización encubierta han estado presentes en todo el espectro de la política nacional, ¿por qué no iban a estarlo en los encuadres más moralizantes del Frente Amplio?

Me explico. Los encuadres más moralizantes (ese insoportable tic acusatorio, antes que reflexivo) del Frente Amplio, siempre han sido los peores en cuanto a disimulo de la hipocresía se refiere, pues ufanados en una santidad política a todo cachete y circunspectos de una tecnocracia que puede dar hasta arcadas, no han trepidado en imponer sus lógicas más clientelares, corruptas o neoliberales. Frenteamplistas ha habido de todo, hasta directores de colegio muy cool, muy de izquierda, pero con lógicas que se le pueden encargar al más fiero new public management.

Lo evidente es que el desierto avanza y ellos siempre han sido más nihilistas de lo que creen, aunque tengan siempre a la mano un peluche regalón. Es el nihilismo peluche en su versión izquierda. Realismo político seguramente ellos le llaman, pero a la hora de los desempates, es el mismo ritmo que aprendieron de sus antecesores concertacionistas: son los cachorros de la élite, como bien los bautizara Roxana Miranda, que ojo clínico clasista tiene, no se lo podemos negar.

Los cachorros de la élite querían dar el “sharpazo” en la educación pública de Valparaíso, pero fue la misma élite (sapeo de la Sylvia Eyzaguirre mediante) la que no se los permitió.

El resentimiento entre ellos debe ser alto. Cuando uno es quiltro de Talca, es mejor no meterse en pelea de perritos peluche de alcurnia, pues al final del circo lo pueden llevar a uno a la perrera. Sin embargo, no deja ser prodigioso este enfrentamiento de élites.

Supuestamente élites liberales contra supuestamente élites progresistas. ¡Nada! Tuya, mía, para ti, para mí. Estas supuestas élites (y qué decir sus aspirantes) nunca han entendido y nunca van a entender lo que verdaderamente significa la educación pública.

Por lo tanto, no nos tiene que llamar a sorpresa que el ciudadanismo moralizante de Sharp tenga como pecado capital la ambición, el deseo expansionista de su poder o las ganas de jabonarse las axilas malolientes –¡después de tanto trabajo pues!– con el discurso de la calidad de la educación pública. No todo es gratis.

En fin. Estas peleas de élites dan para eso nada más: para que el quiltro se rasque sus pulgas como siempre lo ha hecho o para que el gatito negro de condominio se acicale las patas al calor del sol pandémico de otoño. No hay vuelta, pues, como diría Marcelo Mellado, “el tontizquierdismo sepultó el modelo local ciudadano” que pretendía emanciparse de hasta el neoliberalismo. La ingenuidad del tamaño del litoral de los poetas.

Ya se viene el debate por la nueva Constitución. Ahí los quiero ver. Seguramente al momento de enfrentarse con el coloso de la “libertad de enseñanza” van a retroceder en sus intenciones liberal-progresistas. ¡Nunca tanto!, nos dirán, la “libertad de enseñanza” no se toca, menos con la garra de un animal salvaje. La barbarie.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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