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América Latina, yo pienso en ti… Opinión

América Latina, yo pienso en ti…

Mauricio Electorat
Por : Mauricio Electorat Escritor y académico chileno. Autor de "El paraíso tres veces al día", "La burla del tiempo", "Las islas que van quedando" y "No hay que mirar a los muertos", entre otros textos.
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Si usted, pongamos por caso, llegara a una final de un hipotético Mundial de Poesía y durante setenta minutos se quedara callado estaría automáticamente eliminado. Se comprende. Ahora, la frase más memorable tras la victoria, fue la de Rodrigo de Paul: “nacimos para sufrir, vamos a sufrir siempre” dijo el centrocampista del Atlético de Madrid, refiriéndose a los argentinos. Por esa frase, ya merecía alzar la copa. Argentina es una potencia futbolística, eso es un hecho empírico, pero hay más: nadie filosofa sobre el fútbol como lo hacen los argentinos.


Hace una semana la Albiceleste conquistó el trofeo más preciado del planeta fútbol. Futbolero soy, futbolero moriré, “yo pecador, me confieso a Dios”, como escribe Gonzalo Rojas. En otro contexto, claro, yo me confesaría con Messi o con Mbappé, jamás con un sacerdote. O mejor dicho, me encantaría “confesarlos” a ellos y al pobre Didier Deschamps, que viene sufriendo desde hace mucho, se le nota en el rictus.

Parafraseando a Vallejo, Deschamps podría haber escrito: fue domingo en las orejas de mi burro/ de mi burro francés de Francia/ perdonen la tristeza… Pero, claro, Deschamps muy probablemente jamás habrá escuchado hablar de un tal César Vallejo, aunque el peruano haya muerto en París con aguacero. En fin, merecido triunfo el de Argentina, sobre todo porque Francia le regaló setenta minutos de los más de 120 que duró el encuentro.

Si usted, pongamos por caso, llegara a una final de un hipotético Mundial de Poesía y durante setenta minutos se quedara callado estaría automáticamente eliminado. Se comprende. Ahora, la frase más memorable tras la victoria, fue la de Rodrigo de Paul: “nacimos para sufrir, vamos a sufrir siempre” dijo el centrocampista del Atlético de Madrid, refiriéndose a los argentinos. Por esa frase, ya merecía alzar la copa. Argentina es una potencia futbolística, eso es un hecho empírico, pero hay más: nadie filosofa sobre el fútbol como lo hacen los argentinos.

De hecho, durante los setenta minutos en que asistimos al derrumbe de la escuadra francesa, me acordé (y mucho) de otra frase memorable, de César Luis Menotti esta vez: “el fútbol es un estado de ánimo”. San Agustín no lo habría explicado mejor. Si le agregamos una de Bielsa: “casi todos los entrenadores somos perdedores, por eso estamos tan solos”, la santísima trinidad está constituida. Cristo, sin duda, les habría hecho un lugar entre sus apóstoles a Menotti, Bielsa y de Paul. Y se quedan unos cuantos muchos afuera.

No por nada Argentina es país de futbolistas, psicoanalistas y escritores. Esa “circulación de la palabra” les da una carácter único en América Latina y probablemente en el mundo (¿por qué no?): son potencia futbolística, pero al mismo tiempo son potencia verbal. ¡Chapeau! Ahora, lo que me llamó la atención, después de la frase de de Paul (¿o Saint Paul?) fue la reacción de muchos ciudadanos latinoamericanos: ¡ganó América Latina!, exclamaban en redes sociales. Bonita, esa conciencia continetal que emerge como un fuego de artificio en batallas como estas.

Pero la pregunta cae de cajón: ¿existe América Latina? Y si existiera, ¿qué sería? ¿Un espacio cultural unido por una lengua mayoritaria y un pasado colonial? ¿Un territorio entregado a la depredación simbólica y material de la Iglesia, la monarquía española, y enseguida de las oligarquías locales y los nefastos imperialismos? ¿Qué hemos tratado de hacer en conjunto los latinoamericanos aparte de la revolución? ¿Y por qué hemos hecho siempre revoluciones fallidas? ¿O falladas, pero retorizadas ad nauseam? ¿Podrá un habitante de San Pedro Sula o de Barranquilla sentirse ganador de la copa del mundo? Y en ese caso, ¿de qué copa? ¿en qué mundo?

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