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La rivalidad centenaria del puerto de Manchester

La rivalidad centenaria del puerto de Manchester

Este domingo, al mediodía de Chile, el Manchester United y el Manchester City revivirán un clásico históricamente desigual, pero que en los últimos años se ha emparejado gracias al resurgimiento del equipo dirigido por Manuel Pellegrini.


Una rivalidad de 135 años que sobrevivió a décadas de disparidad únicamente gracias al sentimiento de los hinchas, y que en los últimos ocho años recuperó su viejo esplendor cuando el equipo históricamente postergado equiparó a su dominador gracias a los petrodólares.

De eso se trata el Derby de Manchester entre los “Red Devils” y los “Citizens”, que este domingo copará la atención mundial y en el que el cuestionado Manuel Pellegrini se jugará una de sus últimas oportunidades para mantenerse en la cima del fútbol mundial. De vencer el Manchester City, el ingeniero calmará momentáneamente la insatisfacción de los fanáticos y de sus patrones árabes y ganará tiempo para lograr el nuevo desafío impuesto por los financistas: clasificar al menos a la Champions League, el torneo del que semanas atrás fue desbancado por el Barcelona, dejando moribundo al estratego chileno.

Se creía que esa eliminación era su sentencia de muerte. Pero al parecer la dirigencia decidió poner a Pellegrini en una UTI y no enviarlo a la morgue, aun asumiendo que el título en la liga inglesa está cada vez más lejos por la diferencia de nueve puntos que le ha sacado el Chelsea (con un partido menos), a falta de siete jornadas para el término de la Premier League 2014-2015.

El partido de mañana al mediodía enfrentará a dos rivales que hoy marchan casi juntos en la tabla de posiciones, pero cuyos éxitos deportivos están separados por distancias siderales.

MATT BUSBY HIZO LA DIFERENCIA

Rojos y celestes surgieron hacia fines del Siglo 19, en una ciudad que vivía de la industria textil y que había despegado definitivamente cien años antes, cuando se convenció de tener un puerto propio para librarse del abuso impositivo de su vecina Liverpool.

Con nombres distintos a los actuales, ambos clubes enfrentaron en sus primeros años vicisitudes propias de una época donde el fútbol estaba recién asentándose y ningún club inglés lograba predominar sobre el resto.

Hasta la Segunda Guerra Mundial no había desequilibrio deportivo ni menos encono. Incluso, el City se dio el lujo de arrendarle su estadio al United, cuando éste vio destruido el suyo a manos de la aviación nazi que detectó que en el recinto se acopiaba armamento.

Por entonces los seguidores de los dos clubes podían mirarse de igual a igual. El City hasta había logrado su primer título en la Primera División en la década del ’30.

Eso, hasta que en la posguerra el United tomó decisiones que lo llevaron al pináculo de Inglaterra y del mundo, y dejaron a su rival mirándolo impotente.

La clave fue la llegada de Matt Busby como manager del equipo. Cambió la forma de hacer las cosas e impuso una política mirada con recelo al comienzo y elogiada unánimemente después: sustentar al equipo en los jóvenes formados en casa. Cumplida a rajatabla, esta doctrina pronto empezó a dar réditos. Los jugadores fueron denominados “Busby Babes” (las «guaguas de Busby») y su clase los hizo lograr dos títulos consecutivos en 1956 y 1957.

El futuro no podía ser mejor. Pero fue peor. En 1958 el club protagonizó una de las grandes tragedias del fútbol planetario, cuando el avión que transportaba a su plantel cayó en el aeropuerto de Münich y ocho de sus jugadores perdieron la vida.

Increíblemente, Busby sobrevivió.

Tras un largo período de recuperación, el míster volvió con el ímpetu de siempre y renovó su confianza en los jóvenes. Apareció Bobby Charlton, uno de los mejores jugadores de la historia. Y junto con el calvo media punta, el escocés Denis Law y el galés George Best. Era un trío de ataque formidable y el United volvió a ser el mejor.

En 1966 Inglaterra por fin ganaba un Mundial y el United se subía a ese carro victorioso. Atrapó los títulos de 1965 y 1967 y un año más tarde se coronó como el mejor de todos en Europa. El City, entretanto, protagonizaba su propio canto del cisne con su segundo título inglés y su única copa europea, la Recopa, antes de entrar en una sequía que llegó a parecer eterna.

Al United también le llegó el ocaso. Busby se alejó definitivamente, no sin antes rebautizar a los “Busby Babes” como los “Red Devils”, convencido de que el primer apodo era demasiado tierno para un club que pretendía ser temible.

EL FACTOR FERGUSON

Entre los años ’70 y ’80, ambos equipos transitaron por la mediocridad. Inglaterra vivía la irrupción del conservadurismo thatcheriano y el retroceso del laborismo. Como en todo el país, la clase trabajadora de Manchester soportaba la arremetida gubernamental contra los sindicatos, sin que el fútbol les diera mucho consuelo.

Sobre todo, a los seguidores del United. Los del City pudieron al menos celebrar cuando en 1974 hicieron descender a sus rivales gracias a un gol postrero del ex ídolo rojo, el colorín Law, que antes de retirarse del fútbol aceptó jugar por sus ex enemigos sin imaginar, como lo confesó después, que viviría uno de sus mayores sufrimientos al perjudicar de ese modo al club de toda su vida.

Pero tal como en la posguerra, de nuevo el United tomó la delantera. Si antes el cerebro fue Busby, en la mitad de los ’80 lo fue Álex Ferguson, el escocés adicto al chicle y al whisky y que pese a su título de “sir” nunca pudo refinar su acento.

Retirado hace dos años de la banca, el oriundo de Aberdeen convirtió al United en uno de los mejores del orbe, dejando una estela envidiable, sobre todo para sus rivales del City. Títulos locales por doquier y también europeos y hasta mundiales, son la consecuencia de una política ideada por Ferguson, pero que remitía a la de Busby. Tal como cuatro décadas atrás, el nuevo manager decidió que la clave era darle tiraje a la chimenea. Así aparecieron David Beckham, Ryan Giggs, Nick Butt, Paul Scholes y los hermanos Gary y Phil Neville.

Afirmado nuevamente en jugadores británicos, el United se diferenció de otros grandes clubes de la Premier League, como Chelsea, Arsenal y Liverpool, que aprovecharon los efectos de la globalización para encumbrarse gracias a talentos venidos de todo el planeta.

Entretanto, el City sufría una pesadilla sin fin. Llegó a estar una temporada en Tercera División, humillación no sufrida por ninguno de los otros grandes. Y soportó 13 años sin ganarle al United.

Su recuperación vino de la mano del capital internacional. Primero con un inversor tailandés y luego con un conglomerado de los Emiratos Árabes, que ha inyectado dinero como ningún otro club en el mundo para situarse por fin entre los grandes.

En 2008, dio el primer aviso al llevarse a Robinho, entonces en el Real Madrid. Luego siguieron llegando otros de gran nivel, como los argentinos Carlos Tévez y Sergio Agüero, además del italiano Mario Balotelli y el marfileño Yaya Touré, entre los más insignes.

Así logró su reivindicación. En la temporada 2011-2012 logró su tercer título al remontar una diferencia de ocho puntos a favor del United y ganar en la agonía de su último partido con un golazo de Agüero.

En ese escenario llegó Pellegrini. Y si bien en su primera temporada respondió al obtener el cuarto título, no ha sido capaz de hacer seguir progresando al club a nivel europeo. Dos fracasos consecutivos en la Champions League, ambos a manos del Barcelona, que le ha dado una lección de fútbol, tienen al chileno en la cuerda floja.

Pero eso le preocupa solo a nuestro medio. El resto del mundo disfrutará mañana de un clásico que enfrentará a dos rivales con una historia dispar, pero que ha recuperado su morbo.

De un lado, los rojos enrostrando sus 20 títulos en Premier League, 20 Supercopa, 11 FA Cup, cuatro copas de la Liga Inglesa, tres Champions League, una Recopa Europea, una Copa Mundial de Clubes y una Copa Intercontinental.

Del otro, los celestes sin muchos resultados con que replicar, pero burlándose del 6-1 propinado a sus rivales hace cuatro años, y confiando en que los dólares provenientes del petróleo le permitirán hacer perdurar sus actuales buenos tiempos, a la altura de expectativas centenarias casi nunca cumplidas.

El estadio Old Trafford estará colmado con casi 76 mil espectadores. En el resto del mundo, millones presenciarán por televisión un Derby que enfrentará a un equipo instalado hace rato en la realeza y a otro que por ahora se conforma con ser respetado como todo nuevo rico.

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