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Mohamed A. El-Erian: Ministro alborotador griego debe ser escuchado


Mohamed El-Erian
(Bloomberg View) No conozco a Yanis Varoufakis, el ministro de finanzas, ni he hablado con él. Sin embargo, siento que he llegado a conocerlo a través de sus escritos y sus entrevistas, y leyendo acerca de sus interacciones con los sectores tanto público como privado en Europa. Por eso –pese a que entiendo la razón de la decisión- sentí tristeza la semana pasada cuando el primer ministro, Alexis Tsipras, marginó a Varoufakis de las complicadas y trascendentes negociaciones de Grecia con sus acreedores europeos y el Fondo Monetario Internacional.

Varoufakis fue una bocanada de aire fresco en este extenso y agotador drama económico griego, que implica costos humanos alarmantes en términos de desempleo, pobreza y oportunidades perdidas. Respaldado por una lógica económica considerable y un deseo de hacer las cosas mejor, ejerció presión para imprimir mayor realismo a las condiciones de índole política exigidas por los acreedores griegos. Y no se cansó en ningún momento de recordar a la gente que la recuperación de Grecia no era responsabilidad única del país.

Su enfoque estuvo acompañado en esencia de un estilo de negociación inusual –que atrajo mucha atención pero que, como es comprensible, resultó indigerible para sus socios europeos.

Habiendo pasado la mayor parte de su carrera en el mundo académico, Varoufakis se desvió hacia la discusión y el discurso público. Las sutilezas diplomáticas fueron dejadas de lado a favor de debates francos. Las presentaciones floridas dieron paso a una concentración puntual en las áreas de desacuerdo.

Integrando, asimismo, un gobierno que fue electo con la promesa de restaurar la dignidad de Grecia, no vaciló en hablar con otros ministros de Finanzas europeos de igual a igual. Y como sus reuniones fueron atentamente cubiertas por los medios –en particular con sus pares alemanes- el mundo fue obsequiado con un nivel de dramatismo que casi nunca aflora en las negociaciones europeas: acusaciones y contra-acusaciones, réplicas y posturas físicas inusuales.

Políticas mal orientadas

Varoufakis es impaciente, y con razón. Después de haber observado el sufrimiento de su pueblo durante tantos años por lo que considera políticas mal orientadas, estaba dispuesto a cambiar las cosas. Sin embargo, en su entusiasmo por lograr una solución explosiva, descuidó los pasos necesarios para ir construyendo confianza.

Fue el estilo de Varoufakis el que obligó a Tsipras a dejarlo de lado en respuesta a la creciente exasperación europea. La gota que rebalsó el vaso fue el nivel inusual de acritud en la Cumbre de Riga el 24 de abril que se filtró al dominio público.

Tsipras no tenía más remedio que reemplazar a Varoufakis como negociador principal. Al no haber podido asegurar la entrega de financiamiento por parte de la Unión Europea y el FMI, su gobierno está quedándose peligrosamente sin dinero. La situación es tan terrible que se vio obligado a promulgar un decreto impopular que permite al gobierno apropiarse de los fondos oficiales ociosos de las administraciones locales que no están depositados en el banco central. Por su parte, crecen las obligaciones de pagos del gobierno, incluidas las correspondientes a las pensiones y una próxima obligación de deuda con el FMI; y los ciudadanos nerviosos están retirando más depósitos de los bancos locales, lo cual incrementa las presiones que podrían empujar a una economía tambaleante a una mayor implosión.

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