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Sobre los diplomáticos de carrera

Por: Jorge Caballero Cresta


Señor Director:

En relación con el artículo escrito en El Mostrador por el señor Jaime Larraín sobre los diplomáticos de carrera, sobre la Asociación de Diplomáticos de Carrera (ADICA) y acerca de los ajenos a la carrera diplomática nombrados en puestos diplomáticos (diplomáticos políticos ), me nace recomendar a los interesados en el tema o involucrados en el mismo, que lo lean con la cabeza fría y reflexionen tranquilamente sobre todos y cada uno de los aspectos mencionados en el documento. Me parece que las reacciones epidérmicas podría contribuir a la banalización de un asunto que por ser de interés nacional, merece ser tratado con rigor científico por decirlo de alguna manera y así, llegar a conclusiones que contribuyan a dar un paso adelante en la tarea de mejorar la ejecución de nuestra especie de política exterior y no caer en el triste espectáculo que se ofreció no.hace mucho, con el vergonzoso proceso llevado a cabo, que finalizó con una ley de modernización que ha dejado en claro que no estamos preparados para modernizar nada. Quienes hemos sido diplomáticos de carrera, no deberíamos tomar al señor Larraín como un adversario o peor aún, como in enemigo. Por el contrario, agradezcamos su intento contundente por detonar un tema explosivo que nadie parece querer tocar en forma profunda y seria y que a todas luces es un gato encerrado.

No obstante lo señalado más arriba, estimo que sería muy ilustrativo para el lector conocer la motivación del autor para entrar de la forma en que lo hizo, en un tema tan específico como es el de la Cancillería. Esto, porque, primeramente, es grato contar con una persona que se involucra al debate de este tema con el deseo de aportar tantos antecedentes como los que ya ha entregado en su publicación. Seguidamente, resolver una duda que se pudo haber instalado entre quienes se sienten involucrados en la actividad diplomática. Directamente, me pregunto si el nombramiento del Embajador en Paraguay no tiene que ver, coincidentemente, con la oportunidad de la publicación del señor Larrain. Esperemos que no exista una relación entre estas dos cosas porque sería lamentable. Ya el señor Ulloa se ha referido a la actividad diplomática de una forma, por decir lo menos, poco feliz. Me imagino que el señor Larrain, por el convencimiento que mostró en sus opiniones, no tendrá inconvenientes en referirse a mis publicaciones y especialmente, responder a las inquietudes expresadas en esta última.

Atentamente
Jorge Caballero Cresta

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