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[Análisis] La U necesita cirugía mayor

[Análisis] La U necesita cirugía mayor

Un cambio de técnico podría mejorar algo el funcionamiento del equipo azul, pero hay muchos jugadores que perdieron la motivación y varios que no tienen la estatura futbolística para integrar un equipo con pretensiones elevadas.


Cuando todo el mundo decía que “la U no juega bien”, fuimos más francos: “la U juega mal”.

Y esta afirmación no es nueva: se viene repitiendo desde que los azules dieron la vuelta olímpica en el campeonato de Apertura del año pasado. En el de Transición, este año ,cumplieron un actuación muy pobre, que no llegó a desastre por cierta recuperación en las fechas finales. Y en el campeonato actual, se estaba salvando de la crítica cerrada nada más porque no perdía, pero cayó por la Copa Chile ante San Luis –colista absoluto del campeonato- y después, por el Apertura, con Audax Italiano. Y las dos veces por 3 a 1, lo que no deja margen para ninguna justificación.

Dan ganas de ser ayudante de Martín Lasarte para escuchar qué les dice a los jugadores, qué les enseña y cómo lo entrena.

Antiguos entrenadores sostenían que “el resultado del domingo es nada más, y nada menos, que el fruto de lo que trabajaste en la semana”. Si fuera tan así, habría que concluir que el entrenador uruguayo se toma vacaciones de lunes a sábado.

¿Les dirá algo por la cantidad de errores que cometen?… ¿Les enseñará a los defensores cómo saltar, para que no les ganen todas las disputas aéreas?… Los entrenará para que aprendan algunas maniobras de juego colectivo, para que no todo se reduzca a pelotazos de área a área?

El juego de la U carece de todos los elementos que la llevaron a los títulos con Sergio Markarian (Apertura 2009), Jorge Sampaoli (Apertura, Clausura y Sudamericana 2011 y Apertura 2012); Darío Franco (Copa Chile 2013) y el propio Lasarte (Apertura 2014).

Con Markarian imponía un juego ordenado, que partía por la solvencia defensiva y culminaba con contraataques bien urdidos. Con Sampaoli se privilegiaba el vértigo, pero basado en sociedades de buena técnica y amplio conocimiento. Con Franco se aprovechó el vuelito del equipazo que dirigió el casildense. Y con el uruguayo actual el equipo tuvo una racha notable de buenos resultados, más que de buen juego, basado fundamentalmente en los aportes extraordinarios de Johnny Herrera en el arco y Gustavo Canales en el ataque, más una campaña soberbia de Mathias Corujo, Gonzalo Espinoza y Patricio Rubio.

Hoy no existe un juego ordenado, se gestan pocos contraataques efectivos, de solvencia defensiva no se puede hablar, las sociedades no existen, el juego colectivo es un misterio para todos sus defensores, los volantes tienen escasa creatividad. Así, el equipo sigue dependiendo casi absolutamente del arquero y el goleador, porque el lateral derecho ya no sabe a qué juega, el volante que regresó de Argentina olvidó cómo se juega, el delantero volvió de México convertido en un fiasco y los “refuerzos” (Matías Rodríguez, Renato González, Leandro Benegas) aportan muy poco.

Lo más llamativo del juego de la U es que los lanzadores son su arquero y sus defensores. Johnny Herrera, Osvaldo González, Cristián Suárez y José Rojas pretenden meter pases-gol desde su área. Y como su técnica de entrega es pobre, normalmente dejan la pelota en la cabeza o el cuerpo de sus adversarios. Ni siquiera Canales puede sacar partido de esos pelotazos frontales y elevados, porque los defensores rivales están de frente y lo anticipan. Lo más que consigue el goleador es rozar la pelota, pero nunca llega a un compañero. Y el fenómeno se repite con Ubilla y Rubio o Benegas.

¿Las sociedades, que son tan indispensables en el fútbol, existen en la U?: este ¡NO! hayque ponerlo en mayúsculas y con signos exclamativos; Rojas no sabe qué hacer con Benegas, y a Ubilla le pasa lo mismo con Corujo. El volante que sirve para triangular (¿se acuerdan de Marcelo Díaz y Charles Aránguiz colaborando con los que van por las bandas?) nunca aparece. Guzmán Pereira y Sebastián Martínez se limitan a quitar. El uruguayo tiene mala entrega, y el segundo carece de visión de juego. Y el tercero en discordia, Gustavo Lorenzetti, hace rato que perdió la brújula.

Con todas esas taras, la U necesita cirugía mayor y profunda.

Aquí no basta con cambiar al entrenador. Hay jugadores que perdieron la motivación o que sienten el peso de las campañas. Y hay varios que no tienen la estatura futbolística para integrar un equipo con pretensiones altas.

Ahora que el equipo se despidió del título, tal vez sea el momento de cambiar la sangre contaminada con glóbulos sanos, y poner juveniles. Una medida de este tipo serviría para proyectar las temporadas siguientes y, a la vez, para cumplir con el requisito reglamentario de llegar a cierta cantidad de minutos con jugadores jóvenes, algo que Lasarte ha despreciado sin recompensa.

Los directivos azules ya están pensando –y con razón- en el recambio técnico. Ha trascendido el nombre de Sebastián Beccacece, el ayudante de Jorge Sampaoli. Si esto se concreta, el resultado es una incógnita: el argentino tiene que haber aprendido mucho con su compatriota, pero no tiene ninguna experiencia dirigiendo equipos adultos.

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