75 años después de la batalla que acercó la II Guerra Mundial a Sudamérica, una valiosa pieza de bronce sigue generando divisiones. BBC Mundo te cuenta los detalles.
Nunca América Latina estuvo tan cerca de sufrir la destrucción de la II Guerra Mundial como el 13 de diciembre de 1939. La Batalla del Río de la Plata entre barcos de Gran Bretaña y Alemania trajo la contienda a las costas de Uruguay. Y 75 años después, el enfrentamiento continúa.
Esta vez, el conflicto es por un ave de bronce, un águila de cuatro toneladas de peso y dos metros de altura sosteniendo la esvástica Nazi que coronaba la popa del buque Admiral Graf Spee, el temido y veloz acorazado del III Reich alemán.
Rescatada en 2006 de las aguas de la bahía de Montevideo, donde se hundió el Graf Spee en 1939, es el símbolo de una de las embarcaciones más relevantes de la II Guerra Mundial, pero permanece guardada en un almacén de la Armada del país sudamericano. Y con un destino incierto.
Después de un largo litigio, la justicia dictaminó que el águila del Graf Spee es propiedad del Estado uruguayo, que todavía no ha definido si la subastará, la expondrá en algún museo o le dará otro fin.
Pero también resolvió que, en caso de una eventual venta, el 50% de los beneficios le corresponderían a los rescatistas privados que sacaron el águila del agua después de décadas de misiones fallidas.
El encargado de relaciones públicas uruguayo Alfredo Etchegaray, quien junto a su hermano Felipe impulsó el rescate del águila en los años 80, pide que se ponga a la venta la pieza original y que se hagan réplicas para exhibirlas como parte de la historia del país.
«Que el Museo Naval se quede con una copia y la muestre en una sala propia, y que el original se dedique a cumplir con el contrato con la parte privada y beneficiar al estado uruguayo, que puede destinar su parte a educación, a mejores lanchas para la Armada o mayor equipamiento técnico», le dice a BBC Mundo.
«Lo que pretendemos es el derecho a cobrar por nuestro trabajo. Si el Estado no quiere venderla, que compre la parte correspondiente a los privados, pero en un cajón no beneficia a nadie», cuenta.
Por ser una pieza única es difícil conocer su valor económico preciso, según el rescatista.
«Hicimos una consulta a una casa de remates que nos dijo que piezas polémicas como ésta (por la esvástica que sujeta con sus garras) suelen generar muchas entradas, y le puso un valor de unos US$15 millones».
El águila está custodiada por la unidad de Fusileros Navales de Uruguay, en cuya sede permanece «bajo estrictas medidas de seguridad», según le dice a BBC Mundo Gastón Jaunsolo, jefe de Relaciones Públicas de la Armada del país.
Medios locales aseguran se trata de una pieza de incalculable valor guardada en una caja de madera en un edificio que cuenta apenas con diez funcionarios y un sereno.
Pero el vocero de la Armada sostiene que su seguridad está garantizada y que permanece, «como todo lo que es rescatado del mar hasta que se le dé un destino final», «en un compartimento dentro del local donde está guardado parte del armamento, con las condiciones de temperatura y humedad adecuadas para conservar la pieza».
Por si fuera poco existe otro desacuerdo sobre la manera en que se está reclamando la venta del águila, esta vez entre las partes privadas que participaron en el rescate de la pieza.
El buzo Héctor Bado, que dirigió las operaciones de rescate del águila y reclama el 25% resultante de una eventual venta, pidió a la Justicia que impidiera a Etchegaray ofrecer el objeto a casas de subasta u otros interesados.
Según dijeron sus representantes al diario El País de Uruguay, Etchegaray «ha venido arrogándose el éxito de las operaciones, desconociendo tendenciosamente la aparición de Bado como líder y experto de las tareas de búsqueda y rescate del Graf Spee, usurpando el prestigio profesional y la trayectoria de Bado».
«Es un profesional que tiene acuerdos con nosotros de compartir beneficios, pero el contrato con el Estado uruguayo es de Alfredo y Felipe Etchegaray», se defiende Etchegaray.
«Así que esto es más fuegos artificiales que otra cosa. Todos buscamos lo mismo en definitiva», sostiene el relaciones públicas.
Mientras, la Armada asegura que «hasta que no se aclare ese diferendo (entre las partes) no se va a tomar otra decisión» sobre el futuro del símbolo del Graf Spee.
El águila de bronce cuenta con un largo historial de batallas, no sólo en el mar o en los tribunales. También en la arena diplomática.
Aunque tras su rescate en 2006 se exhibió brevemente en el lobby del Hotel Palladium de Montevideo, fue retirado y guardado en un cajón poco después, «cuando el interés de la gente empezó a decaer», según el vocero de la Armada.
En 2007, la embajada alemana en Uruguay pidió que no se exhibiera la pieza; y en 2010, el gobierno alemán comunicó su inconformidad ante la posibilidad de que se vendiera a manos privadas.
«Nuestro deseo es evitar que los restos, sobre todo los símbolos nazis, lleguen al comercio con los emblemas militares. Es la única forma de hacerlo para evitar que se enaltezca el ideario nazi, que es lo que queremos evitar. Es una postura comprensible», dijo entonces el ministro de Relaciones Exteriores de Alemania, Guido Westerwelle, durante una visita a Montevideo.
El águila no es la única parte del Graf Spee que se sacó del agua en las últimas décadas.
El telémetro del acorazado, una pieza utilizada para calcular las distancias de manera remota, está exhibido a la entrada del puerto de Montevideo, aunque la mayoría de los turistas que lo ven a la distancia ni imaginan que perteneció a una de las embarcaciones más célebres de la II Guerra Mundial.
Un águila con una cruz gamada no despierta los mismos recelos que un artilugio técnico.
Y tanto el gobierno como los rescatistas privados reconocen que podría herir sensibilidades de algunas personas.
Pero «la historia se recuerda, se exhibe y se analiza para que no se repita», apunta Etchegaray.
«También hay museos de la Inquisición y campos de concentración que se visitan. El destino del águila debe ser académico e histórico», señala.
En cualquier caso, hasta que todas las partes lleguen a un acuerdo, el icono del que un día fue uno de los acorazados más veloces del mundo verá pasar el tiempo lejos de las aguas que surcó.
Ocurrida en las aguas de Uruguay el 13 de diciembre de 1939, se considera como el primer enfrentamiento naval entre Reino Unido y Alemania en la II Guerra Mundial. Aunque ocurrió cerca de Punta del Este (Océano Atlántico), la batalla tomó el nombre del Río de la Plata.
Es además la única batalla armada del conflicto en las aguas de América Latina.
El Graf Spee, que había sido enviado al Atlántico Sur para frenar a buques mercantes, se enfrentó a las naves británicas Ajax, Achilles y Exeter, que acabaron por acorralar a los alemanes.
Pensando que no tenía escapatoria, el capitán alemán Hans Langsdorff decide hundir el acorazado de bolsillo en la Bahía de Montevideo, para evitar que los ingleses pudieran hacerse con la tecnología del Graf Spee.
El 20 de diciembre Langsdorff se quita la vida en un hotel de Buenos Aires, ciudad en la que está enterrado.
En Argentina viven todavía dos supervivientes de la tripulación, el tercero vive en Uruguay. Muchos de los tripulantes acabaron casándose y formando familias con uruguayas.
En ambos países se celebrarán eventos para conmemorar el 75 aniversario de la Batalla con la presencia de la hija del capitán Langsdorff.