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La crisis moral de la derecha.

La situación producida esta semana con la renuncia de Piñera y su aceptación extendida en la derecha, aunque haya excepciones notables, muestra una total desaparición de los principios éticos y el predomino absoluto de los cálculos inmediatistas y de éxito individual o partidista.


La renuncia de Piñera a su candidatura a senador, a la que había accedido meteóricamente después de hacerse elegir presidente de Renovación Nacional, con la promesa y proyecto de constituir un polo de derecha democrática y una oposición constructiva al gobierno que le hiciera de contrapeso al partido del pinochetismo representado por la UDI, es una de las pruebas más graves de la crisis y descomposición ética de la derecha chilena, la que se hace presente en todos sus sectores.



Más grave aún es esta renuncia, cuando se hace a favor de un ex-jefe de la Marina, que en cualquier parte del mundo estaría siendo sometido a proceso, si no condenado, por la propia Justicia militar por incumplimiento de su juramento y deberes profesionales, y cuya candidatura había sido denunciada por inconveniente para la imagen de las Fuerzas Armadas por el propio Piñera.



Es cierto que faltas a la ética de esta campaña pueden ser imputadas tanto a la dDerecha como a la Concertación, por ejemplo, el nombramiento de candidatos que abusan del poder y legitimidad adquiridos en otras esferas de la sociedad, económica, gremial, comunicativa, etc., para imponerlos en la política, o de otros que han sido destituídos de cargos públicos por razones judiciales.



Pero, en el caso de la Concertación se trata de casos puntuales. En cambio en la derecha, el uso del poder adquirido en la esfera económica es algo generalizado y en el caso de Arancibia, el uso de su influencia adquirida en un cargo militar de la mayor importancia es una falta ética gravísima.



Pero la situación producida esta semana con la renuncia de Piñera y su aceptación extendida en la derecha, aunque haya excepciones notables, muestra una total desaparición de los principios éticos y el predomino absoluto de los cálculos inmediatistas y de éxito individual o partidista.



Longueira, Piñera, Lavín, Arancibia y todos quienes promovieron y apoyaron esta operación muestran claramente que no tienen ningún proyecto serio para el país y que éste no les importa nada. Llamar a esta operación «generosidad» es simplemente reírse de la inteligencia de los chilenos. Veamos:



Primero, la elección en Valparaíso iba a mostrar al país una confrontación en la derecha entre el pinochetismo, representado por la UDI y directamente por un ex militar que había profesado su apoyo irrestricto al principal responsable de los crímenes bajo la dictadura, y un posible proyecto de una derecha democrática, repesentado por quien había prometido salvar y proyectar a su partido y que, incluso, había votado contra Pinochet en el plebiscito de 1988.



La renuncia de Piñera a favor de Arancibia muestra el triunfo definitivo de la derecha autoritaria y pinochetista y la inexistencia de tal proyecto democrático por parte del mismo Piñera y de toda RN.



Segundo, Lavín -que había sido inobjetable en su distanciamiento frente al pinochetismo y Pinochet- muestra que sus intereses político-electorales están por encima de cualquier prinicipio de renovación de la derecha y usa las mismas prácticas que él siempre criticaba a la clase política: el interés pequeño, el muñequeo y la transacción sin contenido y de espaldas a la gente, la hipocresía para llamar a esto generosidad.



Tercero, es impensable tanta inmoralidad, tanta contradicción entre lo que se ha dicho y lo que se hace, tal predominio de la imposición bruta y del chantaje, sin la existencia de una operación orquestada.



Estoy convencido que hubo presiones indebidas sobre Piñera, a las cuales éste no resistió como correspondía, y un uso de poderes fácticos, incluídos sectores militares, para llevar a cabo con éxito esta operación inescrupulosa.



Una vergüenza la actitud de los candidatos de la derecha que se ven favorecidos con ella. Y como siempre, el sello de toda acción de la derecha: la buena conciencia y la impunidad.



La reacción prescindente del Presidente como Jefe de Estado ha sido de gran altura y también ha sido excelente y necesaria la actitud denunciativa y crítica de personeros del gobierno y de los partidos de la Concertación, porque a ambos sectores les corresponde una toma de posición ético-política.



Frente a una Concertación que puede presentar algunos ripios puntuales como los señalados más arriba, pero que tiene una sólida estatura moral y politica, acreditada en casi veinte años de existencia real y diez años de gobierno, el país debe saber que por el contrario no cuenta con dirigentes y una clase política de derecha que además de ser claramente, tengan una mínima dignidad moral.
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