Publicidad

Divorcio, el tema que vuelve

El valor de la familia surgida del matrimonio no puede ser considerado como el objeto de una simple opción privada, porque afecta a uno de los pilares de toda la sociedad.


Mientras el país ha sido estremecido en los últimos meses por los temas vinculados a actos de corrupción y el mundo ha presenciado estupefacto la guerra en Irak y sus consecuencias en el orden económico y jurídico internacional, en el Parlamento ha continuado su tramitación la ley de divorcio, tema que muy pronto estará, nuevamente, presente en la discusión pública.



Si la familia es la base esencial de la sociedad, sin el matrimonio se mina el fundamento mismo de la sociedad: la familia, por lo que debemos proponer actitudes positivas para combatir la mentalidad divorcista.



Hay que superar la visión casuística y aparentemente moderna del matrimonio como un límite a la libertad de los contrayentes y, por tanto, como un peso que en ocasiones puede convertirse en insoportable. El reto actual para la sociedad toda y para los que creen en el amor conyugal consiste en ofrecer una presentación atractiva de la unión indisoluble, para redescubrir su belleza. Unión indisoluble que debe surgir del reconocimiento de los efectos civiles de un matrimonio religioso válidamente contraído, como ya ha sido y será planteado en el Senado.



No es posible rendirse a la mentalidad divorcista. Podría parecer que el divorcio está tan arraigado en ciertos ambientes sociales, que casi no vale la pena seguir combatiéndolo, difundiendo una mentalidad, una costumbre social y una legislación civil a favor de la indisolubilidad. Y sin embargo, Ä„vale la pena! Este bien forma parte de la base de toda la sociedad, como condición necesaria para la existencia de la familia.



Por tanto, su ausencia tiene consecuencias devastadoras, que se propagan en el cuerpo social como una plaga, influyendo negativamente sobre las nuevas generaciones, a las que se niega el conocimiento de la belleza del auténtico matrimonio.



El valor de la familia surgida del matrimonio no puede ser considerado como el objeto de una simple opción privada, porque afecta a uno de los pilares de toda la sociedad.



Soy partidario de nueva mentalidad que promueva medidas jurídicas que tiendan a mejorar el reconocimiento social del matrimonio auténtico, a fin de fortalecerlo y protegerlo contra los embates que cada cierto se dan en su contra. Cuando se dice que el divorcio «empobrece», se está claramente en lo cierto. Y no siempre se produce un empobrecimiento espiritual, sino también económico, lo que está demostrado en la experiencia internacional.



Distinto es el caso de las nulidades, las que deben considerar aspectos absolutamente reales y legítimos, tanto en el plano legal como moral, para sentenciar que el matrimonio nunca existió, cautelando la situación de cada cónyuge y de los hijos, si los hubiere. Entre las causas de nulidad, por supuesto, nunca más puede darse aquella tan recurrida de declaración de testigos fraudulentos.



En concreto, quienes creemos firmemente que la unión matrimonial válidamente aceptada, libremente comprometida por los contrayentes y sentenciada por la ley civil debe ser indisoluble, como requisito previo a la constitución de la familia, núcleo fundamental de la sociedad, debemos estar atentos y no desmayar frente a la arremetida de quienes insisten en introducir una bomba de tiempo a la familia y al matrimonio que la origina, a través de la aprobación de una ley de divorcio vincular.



_____________

Vea otras columnas del autor

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias