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Economía a la deriva


Cada cierto tiempo, las autoridades de Hacienda nos convocan a alcanzar el nivel de desarrollo de algún país que se encuentra en las «ligas mayores». Primero, se nos propuso lograr el producto por habitante de España a 2012. Recientemente, se nos anuncia el buen deseo de alcanzar de aquí a 2020 el producto por habitante actual de Portugal, que es el del orden de los US$ 20 mil (en poder de paridad equivalente).



Detrás de esta meta no hay ninguna estrategia de desarrollo en el cual sustentar este propósito. Se supone en el fondo que con el mantenimiento de los equilibrios macroeconómicos y un marco institucional adecuado al emprendimiento bastaría para que el mercado generara una tasa de crecimiento que pudiese llevarnos al objetivo planteado. La verdad es que estadísticamente es posible que si Chile mantuviera una tasa en torno al 5% anual se lograría el producto por habitante de Portugal. Sin embargo, en este razonamiento hay un error básico y éste es que en ausencia de una visión estratégica el crecimiento en una economía de mercado tiende a reproducir sus limitaciones estructurales entre otros las desigualdades, la heterogeneidad de su estructura productiva o las limitaciones de su matriz energética.



Pero justo es reconocer que desde hace tiempo existe preocupación por los desafíos o problemas estratégicos que enfrenta nuestra economía, entre ellos: mejorar la calidad de la educación y fomentar la capacitación de la mano de obra, desarrollar la innovación tecnológica y los gastos en investigación y desarrollo, enfrentar las limitaciones de la actual capacidad de generación de energías. Sin embargo, estos desafíos abordados separadamente no hacen una estrategia de desarrollo. Más aún, existe en muchos casos un eslabonamiento entre los propios desafíos estratégicos; a titulo de ejemplo, la política en educación no puede estar separada de lo que se quiere hacer en innovación.



Podemos convenir que para formular una estrategia de desarrollo es necesario a lo menos dos condiciones. Primero, una institucionalidad adecuada (que no existe en Chile o si existe esta dispersa) con el objeto de evaluar prioridades, objetivos cifrados, senderos estratégicos y escenarios alternativos para dar cuenta de las turbulencia que se pueden crear en determinadas coyunturas y que tienden a sacar a la economía de dicho sendero y, por último, una evaluación de los recursos implicados para el sector público y privado. Segundo, identificar los agentes clave de la estrategia lo que supone la búsqueda de un consenso en objetivos estratégicos de largo plazo entre la empresa privada, trabajadores y sector público, así como en prioridades incentivos y recursos. Naturalmente, en este escenario el Ministerio de Hacienda juega un rol de liderazgo.



Cierto, hoy en día es más difícil hacer este ejercicio estratégico, no obstante que las grandes empresas si lo hacen habitualmente para desarrollarse y penetrar mercados. La formulación de una estrategia país es mas difícil pues la globalización exige mayor desregulación, crea una intensa competencia en el sector transable y limita los márgenes de acción de la política fiscal, monetaria y cambiaria. Una estrategia país no se hace contra el mercado sino a través del mercado, los equilibrios macros son importantes, pero desde el punto de vista estratégico se requiere también de una estabilidad mínima en precios tan significativos para las decisiones de inversión como el tipo de cambio real y la tasa de interés. Por otra parte puesto que en la economía chilena el 80% de la inversión es decidida por el sector de privado, ello exige un uso variado de incentivos que si puede ejercer el Estado para viabilizar los objetivos estratégicos. Un Estado neutro o subsidiario, no existe (salvo en Chile tal vez por razones ideológicas y no prácticas) en el mundo globalizado de hoy.



Resulta paradójico que constantemente se nos señale como experiencias relevante las economías de Finlandia, Irlanda, Singapur, Nueva Zelandia, Corea, donde ha existido una estrategia país que les ha permitido dar un salto en el desarrollo y diversificar su estructura productiva y canasta exportadora logrando llegar a un elevado estadio del desarrollo económico. Incluso hoy, Singapur esta pensando y actuando estratégicamente a fin de emigrar desde su actual estructura productiva basada en productos electrónicos hacia los sectores biomédicos en los próximos años.



Nuestra economía, habiendo hecho un ciclo importante de apertura y desarrollo exportador, sigue anclado a una estructura productiva heterogénea con alto contenido en recursos naturales lejos de políticas sistémicas de transformación productiva. En este sentido, podemos decir que la economía chilena esta estratégicamente a la deriva y nada mas significativo de ello fue la reciente reunión de la Enade, por la pobreza de ideas económicas, autorreferente y la vulgaridad de quien preside el principal gremio empresarial del país.



* Economista

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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