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Lecciones internacionales de la elección de Río

Esto es, del conjunto de actores transnacionales, que se proyectan internacionalmente más allá de los canales gubernamentales -como el propio COI, el Foro Económico Mundial, el Foro Social Mundial, Amnistía Internacional, Caritas, Greenpeace, Médicos sin Fronteras y miles más-, que…


Por Raúl Allard Neumann*

En Brasil, América del Sur y el mundo en general se ha acogido con júbilo y satisfacción la designación de Río de Janeiro como sede de los Juegos Olímpicos de 2016 -los primeros en Sudamérica-, en fuerte competencia con Madrid, Tokio y Chicago. Los medios cubrieron los esfuerzos de reyes, presidentes –incluyendo, por cierto, a Barack Obama y “Lula” da Silva- y primeros ministros intercediendo personalmente ante el Comité Olímpico Internacional -COI- en Copenhague, Dinamarca, por los merecimientos de sus ciudades. Sin duda, será el mayor evento deportivo que se realice en nuestro subcontinente. Sin embargo, esta designación trasciende lo deportivo y constituye un evento destacado en las relaciones internacionales de la sociedad global actual, a lo menos por tres consideraciones.

Primero, es una manifestación del nuevo dinamismo de la sociedad civil internacional. Esto es, del conjunto de actores transnacionales, que se proyectan internacionalmente más allá de los canales gubernamentales -como el propio COI, el Foro Económico Mundial, el Foro Social Mundial, Amnistía Internacional, Caritas, Greenpeace, Médicos sin Fronteras y miles más-, que interactúan entre sí, con gobiernos y organizaciones internacionales gubernamentales como Naciones Unidas, integrando el tejido y la trama actual del sistema internacional. Es notable, en este caso, que importantes gobernantes del mundo ejercieron acciones de “lobby” ante un organismo no gubernamental, siendo la norma habitual la contraria. Inherente a este proceso, aumenta el peso de la opinión pública internacional.

En segundo lugar,  lo sucedido en Coppenhage demuestra la creciente presencia de la diplomacia directa de Jefes de Estados en el mundo contemporáneo y no sólo de los actores más directos, como lo muestra el hecho de que nuestra presidenta Bachelet saludó la designación de Río como un logro de América del Sur. La presencia del presidente Obama para abogar por una situación incierta es el tipo de actividad que no recomiendan las cancillerías más tradicionales. Sin duda, este estilo de acción externa -otros gobernantes invitan personalmente a invertir en sus países-, implica un desafío para las diplomacias en todo el mundo.

Por último, se da un cierto paralelismo entre Brasil, octava economía mundial -con  185 millones de habitantes y un PIB de US $1.482 mil millones-, creciente liderazgo regional y potencia mediana y creciente a nivel mundial, y el caso de China que, manteniendo la condición de país en desarrollo, constituye ya una potencia mundial y ha dado importancia particular a hechos simbólicos como los últimos Juegos Olímpicos en Beijing y la próxima feria mundial, Shanghai 2010. Sin duda, una oportunidad para Chile, que puede asumir un rol análogo con Brasil  al que Singapur juega con China, en asociaciones comerciales, inversiones, diálogo político y cooperación de diverso tipo.

Surgen, en consecuencia, diversas  lecciones de la elección de Río.

*Raúl Allard Neumann es Profesor de Política Internacional, Escuela de Derecho Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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