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Isabel Allende vs. Diamela Eltit: ¿Premio Nacional a las Exportaciones?


En el 2001 la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas le otorgó el Oscar en la categoría de mejor película a Una mente brillante. Entre los candidatos que se quedaron en carrera estuvieron El señor de los anillos y Moulin Rouge, cintas acaso más mediocres que la triunfadora. Pero entre las películas de lengua inglesa que ni siquiera recibieron la nominación se encontraban Mullholand Dr, de David Lynch; Donnie Darko, de Richard Kelly; The Man Who Wasn´t There, de los hermanos Coen, y The Others, de Alejandro Amenábar.

O, para decirlo en otras palabras: a la hora de repartir premios, honores y distinciones, la gente suele hacer idioteces. Eso ocurre en el cine igual que ocurre en la literatura. Y no va a cambiar en el corto plazo ni en el mediano. Ni en el largo. Al contrario, es algo que va a ocurrir con más y más frecuencia, en la medida en que el dinero se vuelva cada vez más el descarado motivo y motor de las selecciones. En Chile se está dando un caso paradigmático y no poco patético.

La cosa es así. Al parecer, las dos candidatas favoritas a recibir este año el Premio Nacional de Literatura de Chile, que es una distinción estatal, son Isabel Allende y Diamela Eltit. La candidatura de la primera (que, para decirlo sinceramente, debería sonrojar a cualquiera que entienda que un premio nacional no es un reconocimiento comercial a las ventas sino uno cultural a la creación artística) ha crecido en volumen debido a una campaña montada por la editorial que maneja su obra, la transnacional Random House-Mondadori.

Los ejecutivos de la empresa se han encargado de reunir cientos de miles de adhesiones en Facebook y han reclutado el apoyo de tres ex-presidentes chilenos para promover la premiación de Allende. ¿Qué le puede interesar a Random-House Mondadori, desde el punto de vista comercial, que Allende reciba esa distinción, si los libros de la escritora son ya de por sí un constante éxito mundial desde hace décadas? La respuesta es obvia: lo único que Allende no tiene es el aura del reconocimiento artístico.

La candidatura de Eltit (también esto hay que decirlo) tiene toda la pinta de haber sido lanzado como la negación más radical posible a la de Allende: si algún escritor hay en lengua española hoy cuyo prestigio esté casi absolutamente limitado, al menos fuera de Chile, al ámbito académico, y cuya obra sea percibida como literatura hecha exclusivamente para intelectuales, ése escritor es Diamela Eltit, autora difícil de libros experimentales en los que la complejidad formal con frecuencia asume la apariencia de la abstracción o del hermetismo.

Poner una frente a otra a Eltit y Allende es poner en competencia una idea intelectual de la literatura como forma de experimento, aprendizaje y movilización de conciencias (Eltit) y una idea populista de la novela como forma de diversión, edulcorante de la vida cotidiana, enteramente ajena a cualquier ideal de trascendencia (Allende).

Mientras Random House-Mondadori quiere dotar a su autora estrella de una nubecilla de intelectualidad, quienes otorgan el Premio Nacional de Literatura de Chile están a punto de convertir esa distinción en algo muy diferente. Premiar a Allende por su éxito comercial, sin consideración alguna acerca de qué es lo que sus libros contienen (vástagos de un García Márquez leído con los anteojos de Corín Tellado), es transformar el Premio Nacional de Literatura en un galardón anual a las exportaciones. Es declarar desde el Estado que la literatura es pura mercancía y que su valor es simplemente monetario.

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