Publicidad

Medio Oriente ¿el día después?

Sebastián Grundberger
Por : Sebastián Grundberger Magister en Ciencias Políticas por la Universidad Católica de Eichstätt/ Alemania. Es analista político y periodista.
Ver Más

Los grupos islamistas como los Hermanos Musulmanes desprestigian la separación entre religión y Estado, ven la democracia como un medio para llegar al poder y quieren cortar o nunca iniciar relaciones diplomáticas con Israel.


Occidente mira con horror y con esperanza lo que ocurre estos días en el Medio Oriente. Horror por la brutalidad con la cual el dictador libio Muhamar Gadafi convierte a su país en un matadero y esperanza por un nuevo Oriente Medio; en el cual, desde las tinieblas de las dictaduras,  surgan sociedades libres y democráticas el día después.

Mientras, sin duda el horror es justificado y algunas esperanzas parecen ser algo prematuras. Aparte de que siempre es más fácil llevar adelante a una revolución que administrarla después, el escenario post-revolución en el Medio Oriente ofrece  algunos problemas particulares:

-A diferencia de las dictaduras latinoamericanas, los países del Medio Oriente no tienen una experiencia democrática antes de ellas. Nunca ha existido una cultura de auténtica libre expresión o de debates políticos públicos. El término democracia para la gran mayoría de la población es sin forma, ambiguo y poco concreto. Democracia no solo significa elecciones, si no vivirla en el día a día. Esto requiere una preparación  en las bases de la sociedad, a través de la educación democrática. Va a ser díficil lograr una práctica democrática en países donde nunca ha habido una formación de este tipo.

[cita]Los grupos islamistas como los Hermanos Musulmanes desprestigian la separación entre religión y Estado, ven la democracia como un medio para llegar al poder y quieren cortar o nunca iniciar relaciones diplomáticas con Israel.[/cita]

-En Medio Oriente tampoco existen precedentes en revueltas populares o revoluciones, a diferencia de otras partes del mundo. La religión musulmana, especialmente en su vertiente sunni,  enseña un respecto casi irrenunciable a las autoridades. Tan así, que hasta la revuelta en Túnez, habían solo dos revueltas populares en la historia moderna del Medio Oriente. Ambas ocurrieron en Irán, un país shiita: la revolución islamista del año 1979 y – aunque sin éxito– la revolución verde del 2009. Mientras que en otras partes del mundo hay escenarios de transición probadas, algo semejante falta en el Medio Oriente. El día después, de tal manera, está cargado de expectativas difíciles de cumplir para los próximos gobernantes. Esta situación facilmente puede llevar a una frustración popular.

– Poco se ha mencionado hasta ahora el hecho que grupos islamistas han formado parte importante de las tres revoluciones. Los regímenes de Gadafi en Libia, de Mubarrak en Egipto y de Ben Ali en Túnez, son o eran seculares; y los últimos dos de ellos firmemente aliados con Occidente. Los grupos islamistas como los Hermanos Musulmanes desprestigian la separación entre religión y Estado, ven la democracia como un medio para llegar al poder y quieren cortar o nunca iniciar relaciones diplomáticas con Israel. Con suerte, el día después así podría llegar a ser algo más democrático. No obstante, difícilmente va a ser -por lo menos al corto plazo-  más pro-occidental.

Las revoluciones y sus actores así caminan sobre la cuerda floja hacia un terreno totalmente desconocido. ¿Vale la pena apoyar este camino? Sí. ¿Es de esperar de que el Medio Oriente llegue a la libertad y a la democracia? Nadie lo sabe.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias