Publicidad

Los intocables

Teresa Marinovic
Por : Teresa Marinovic Licenciada en Filosofía.
Ver Más

Estoy dispuesta, no obstante, a conceder que la homosexualidad no es una enfermedad (por la ambigüedad del término y porque me obligaría a profundizar demasiado en cuestiones filosóficas), siempre y cuando se me permita decir que se trata de una anomalía, una disfunción o como se le quiera llamar a algo que no anda bien o que no anda como debe.


Celebro que el CNTV haya sancionado a Chilevisión por una rutina humorística que me pareció grosera, sin gracia y abiertamente ofensiva contra los homosexuales; y me avala el hecho de que en su momento lo hice notar vía Twitter, mientras probablemente muchos otros se reían. Pero no celebro el veto sobre la posibilidad de debatir el tema. Y es que aparentemente, yo habría incurrido en el mismo pecado del canal televisivo hace pocos días, cuando haciendo un sondeo para mi columna, decidí escribir en esa misma red social, que “la homosexualidad es una enfermedad”. Porque la verdad es que no sé  desde cuándo, decir que alguien padece una enfermedad es un escarnio; como tampoco sé en qué momento fue que las verdades científicas se transformaron en dogmas de fe.

El hecho es que los sacerdotes pueden ser llamados indiscriminadamente criminales, pedófilos y abusadores; los empresarios: ladrones, calculadores y explotadores; los políticos: mentirosos, corruptos y ambiciosos. Pero los homosexuales no, porque ni con el pétalo de una rosa se les puede tocar. Es por eso que si hubiera que rebautizar a ese gremio, yo lo llamaría el de los intocables, sobre todo después de ver la reacción que genera un comentario inocente, expresado sin ningún atisbo de mofa y que, por lo demás, no dice nada de los homosexuales que constituya de por sí un vicio moral ¡Porque padecer una enfermedad no tiene nada de malo!

Admito que la palabra enfermedad se me puede cuestionar porque remite a un ámbito que desconozco, el de la medicina; y porque me obliga a dar pruebas empíricas que no tengo. Pero el que afirme lo contrario tampoco puede tenerlas. Para saber si algo es o no enfermedad o si está dentro de los límites de la normalidad, hay que hacer consideraciones que no son sólo científicas, sino también antropológicas (salvo, obvio, que la palabra enfermedad se tome en un sentido muy restrictivo como el que se usa para hablar de una gripe).

No ignoro que en 1973 la American Psiquiatric Association sacó la homosexualidad del listado de enfermedades mentales. Tampoco desconozco que las sociedades profesionales de otros países fueron haciendo lo mismo. Sin embargo, el solo hecho de que antes la hayan considerado así deja un razonable lugar a la duda y justifica una investigación desapasionada, que hoy nadie se atreve a hacer. Además, me consta también que todavía hay profesionales que disienten de esta medida y que la ciencia muere cuando deja de cuestionar sus paradigmas (1).

[cita]Estoy dispuesta, no obstante, a conceder que la homosexualidad no es una enfermedad (por la ambigüedad del término y porque me obligaría a profundizar demasiado en cuestiones filosóficas), siempre y cuando se me permita decir que se trata de una anomalía, una disfunción o como se le quiera llamar a algo que no anda bien o que no anda como debe.[/cita]

Estoy dispuesta, no obstante, a conceder que la homosexualidad no es una enfermedad (por la ambigüedad del término y porque me obligaría a profundizar demasiado en cuestiones filosóficas), siempre y cuando se me permita decir que se trata de una anomalía, una disfunción o como se le quiera llamar a algo que no anda bien o que no anda como debe.

Aunque en rigor, esto no es algo que diga yo, ni Dios (que por esta vez puede ser eximido de opinar), sino la Madre Naturaleza. Sí, esa pequeña diosa que se invoca cuando de hidroeléctricas se trata y cuya voz están todos prontos a oír. Ésa que es objeto de culto y que explica la consternación mundial que se produce cuando un futbolista no tiene mejor idea que hacerle un puntete a una lechuza.

Porque es la Naturaleza ¡y no la religión ni los prejuicios occidentales! la que le hace notar al ciudadano de a pie que, extrañamente, los órganos femeninos y masculinos son complementarios. Es ella la que le dice que lo normal es orientarse hacia el opuesto y no hacia el igual. No deja de ser sintomático, a propósito de esto, que Susan Sontag (una conocida lesbiana) se preguntara en su diario íntimo si ella era realmente una homosexual o simplemente una narcisista.

La que realmente discrimina por tanto ¡y de una manera brutal! es la Naturaleza; es ella la que priva a los homosexuales de una cosa tan natural como intrínseca al amor como es la posibilidad de crear o de dar vida. Es ella- y no yo- la que fija la norma. Que no se llame ecologista, entonces, el que no quiera oír su voz.

Obviamente, cuando hablo de anomalía o de disfunción tengo como referencia una idea de normalidad que no se identifica con lo mayoritario, en cuyo caso habría que decir, por ejemplo, que los colorines son anormales; por normal entiendo más bien todos esos comportamientos que llevan las cosas a su propio desarrollo. Y si puede haber desórdenes en la alimentación, puede haberlos también en la sexualidad (2) no veo qué hay de malo en plantear el debate.

Me sorprende, por otra parte, el doble estándar de la opinión pública en esta materia, porque hasta ahora no he oído a nadie rasgar vestiduras cuando sale alguno cuestionando el celibato por antinatural. Hay personas que sostienen esta tesis, hay también libros sobre la materia y no he oído a nadie vetar el derecho a hacerlo. Si la misma objeción recae sobre la homosexualidad, en cambio ¡Sálvese quien pueda!

¿Qué los homosexuales sufren injusticias y que por años han sido víctimas de toda clase de burlas? Lo sé y lo condeno ¿Qué merecen tanto respeto como cualquier ser humano? No podría pensarlo de otra manera en mi condición de católica e individuo racional ¿Que tienen derecho a vivir como quieran? Nadie se los niega ¿Que muchas de las grandes creaciones humanas han sido obra homosexuales? Qué duda cabe.

Pero que el solo hecho de decir que la homosexualidad es una enfermedad, dé origen a comentarios como “Eres la prueba viviente de que el aborto se justifica”, “Tendrás tu castigo cuando la vida te premie con un pariente colita” o “El mundo sería un lugar feliz si no existieran personas como tú”, indican que más allá de la diferencia de opiniones, hay un grupo cuyo poder supera al de cualquier transnacional. Y hay otro grupo que, con total falta de discernimiento, le rinde pleitesía. Y de este último grupo, yo al menos no voy a formar parte.
_________________________________________________________________________


1.- En 1972 un enmascarado de apellido Fryer dio un discurso en la convención de psiquiatras. Lo hizo para ocultar su identidad, y por la misma razón usó un distorsionador de voz. Este dato aparece en un artículo publicado por Springer, un consorcio alemán de revistas científicas. El dato está también en Wikipedia http://en.wikipedia.org/wiki/John_E._Fryer. Antes de 1973 había habido protestas y Spitzer dijo, después, que había habido presión para desclasificarla. Si esto no es un lobby político llevado a cabo por científicos, insto a quienes piensan lo contrario a argumentar o a mostrar cuáles fueron los experimentos o evidencias científicas que demuestran lo contrario.


2.- Estudios comparados de EEUU, Holanda y Nueva Zelanda (el primero un país donde hay discriminación y los otros dos, donde no) demuestran que la prevalencia de enfermedades mentales de los homosexuales no es mayor en el país donde hay discriminación. Es decir, que la asociación entre homosexualidad y enfermedades mentales o conductas autodestructivas no se puede hacer a partir de la falta de aceptación social. Ross, M.W. (1988): Homosexuality and mental health: a cross-cultural review. J. Homosex. 15(1/2), 131-152.). Bailey, J.M. (1999): Commentary: Homosexuality and mental illness. Arch. Gen. Psychiatry. 56, 876-880.

http://www.narth.com/docs/whitehead.html

http://www.amistadespoderosas.org/libros/hye.pdf

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias