Publicidad
El despilfarro neoliberal en Educación Opinión

El despilfarro neoliberal en Educación

Esteban Valenzuela Van Treek
Por : Esteban Valenzuela Van Treek Ministro de Agricultura.
Ver Más

La sobreoferta educacional está provocando que cientos de colegios y miles de aulas sean cerradas por todo Chile. La matrícula municipal sigue deteriorándose, el Gobierno no ha dado urgencia a la nueva autoridad pública en educación y no hay plan básico de coordinación como ocurre en todos los países con sistemas de educación delegada que recibe recursos públicos: asegurar que sean fundaciones sin lucro y planificar la inserción, permitiendo la libertad y pluralismo, pero sin autodestrucción.


“Cuidar los recursos escasos, hacer evaluación racional de los proyectos e invertir más en educación primaria (los pobres) que en la universitaria (la clase media alta)”, fueron las grandes recetas de las agencias multinacionales (World Bank, BID) hacia 1980, que motivaron su aplicación ortodoxa por los neoliberales en Chile. Se cumplió una parte de lo propuesto; ampliar las coberturas, pero con las asimetrías de calidad, abusos, segregación, desprecio por educación y lo técnico, desgaste de la educación pública, baja supervisión y demases. Ha habido correcciones (subvención preferencial, acreditaciones y algo más), pero la esencia del modelo de capitalismo salvaje en educación, competencia sin límites, comenzará su colapso en sí mismo, costándole millones de dólares de despilfarro al Estado.

Así como hubo crisis en el sistema bancario desregulado (1982) y luego en el transporte y contaminación de Santiago (1989), obligando a regular y racionalizar a contrapelo de los Chicagos, hoy el país vive la crisis del agua y el malestar educacional fundado. Ambos segmentos requieren un giro clave en regulación, reapropiación pública y coordinación básica de los actores.

[cita]Así como hubo crisis en el sistema bancario desregulado (1982) y luego en el transporte y contaminación de Santiago (1989), obligando a regular y racionalizar a contrapelo de los Chicagos, hoy el país vive la crisis del agua y el malestar educacional fundado. Ambos segmentos requieren un giro clave en regulación, reapropiación pública y coordinación básica de los actores.[/cita]

La sobreoferta educacional está provocando que cientos de colegios y miles de aulas sean cerradas por todo Chile. La matrícula municipal sigue deteriorándose, el Gobierno no ha dado urgencia a la nueva autoridad pública en educación y no hay plan básico de coordinación como ocurre en todos los países con sistemas de educación delegada que recibe recursos públicos: asegurar que sean fundaciones sin lucro y planificar la inserción, permitiendo la libertad y pluralismo, pero sin autodestrucción.

¿Qué dicen los neoliberales del despilfarro en infraestructura educacional, establecimientos en desuso, bienes públicos bajo candado, a lo que se suman crecientes quiebras de colegios subvencionados? La respuesta ortodoxa será la misma: “Bienvenidas las quiebras para que queden los buenos y fuertes del sistema”.

Ya se dice oficiosamente que el crecimiento demográfico es menor, hay más chilenos en el exterior (800 mil) que migrantes en Chile (380 mil), y el país de las desigualdades no coloca racionalidad en su gasto. Los “elefantes blancos” de la jornada escolar completa y los colegios for sale serán parte del paisaje. A nivel universitario lo mismo; las sucursales de los consorcios invaden y agobian a las universidades regionales, y ellas a su vez, buscan espacios en Santiago, donde está el capital y el poder.

El gobierno “tecnócrata” debiera escuchar, el gabinete de los economistas “sin preguntas”, debe reaccionar: Chile no se merece botar sus recursos y aumentar la rabia. Es posible congelar los colegios subvencionados, apurar la autoridad pública en educación con capacidad de hacer programas de calidad e integración para municipales y subvencionados, obligar a que sean fundaciones sin lucro, generar pactos entre las universidades que las fortalezcan sin perder diversidad ni ganar ineficacia. Dirán, apocalípticamente, que la planificación es una epidemia. Se pide, tan solo, regulación básica, para que el sentido común y el sentido de un “nosotros” derrote a la idiotez neoliberal.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias