La homofobia, para ellos, respondería en parte a la supresión inconsciente del deseo sexual por parejas del mismo sexo. De hecho, los 6 experimentos mostraron que más del 20% de los participantes del estudio auto-clasificados como “altamente heterosexuales” poseían una atracción implícita por parejas del mismo género.
Durante los últimos años, diversas figuras políticas y religiosas altamente comprometidas con compañas “anti-gays” se han visto involucradas en escándalos de proporciones con personas de su mismo sexo. Sólo a modo de ejemplo, Ted Haggard, líder evangélico que conceptualizaba la homosexualidad como una “enfermedad”, fue encontrado teniendo relaciones con un prostituto. Larry Craig, senador americano que se opuso terminantemente a incluir el “odio sexual” en la legislación de su país, fue arrestado por conductas impropias en el baño de hombres del condado de Minneapolis. Glenn Murphy Jr., líder juvenil de la Convención Nacional Republicana, y férreo oponente al matrimonio igualitario, fue condenado a un año de prisión por abusar sexualmente de un compañero de partido político mientras compartían habitación en la casa de la hermana de la víctima. En Chile, el caso del cura Karadima —ligado a una corriente extremadamente conservadora y autoritaria de la iglesia Católica— es sólo un ejemplo más de homosexualidad en autoridades religiosas que se oponen tajantemente a la diversidad sexual. En fin, ejemplos sobran.
Esta aparente paradoja entre el discurso y la práctica, ha sido recientemente descifrada por Richard Ryan, uno de los más destacados expertos en el ámbito del estudio de la personalidad humana. Para el profesor de la Universidad de Rochester, la clave estaría en la batalla interior —probablemente inconsciente— que libran estos personajes contra sus propios deseos homosexuales reprimidos. Freud le llamaba “proceso de represión”. Sin embargo, en palabras más simples, sería una batalla interna contra la culpabilidad y vergüenza de ser lo que no se quiere ser.
[cita]La homofobia, para ellos, respondería en parte a la supresión inconsciente del deseo sexual por parejas del mismo sexo. De hecho, los 6 experimentos mostraron que más del 20 % de los participantes del estudio autoclasificados como “altamente heterosexuales” poseían una atracción implícita por parejas del mismo género.[/cita]
La investigación de Ryan y sus colegas —recogida en abril del año 2002 por el famoso periódico norteamericano The New York Times— no hizo más que reafirmar las teorías de Freud. Más de 6 experimentos publicados por los investigadores en una de las revistas más influyentes en psicología (The Journal of Personality and Social Psychology) sirvieron para entender el problema. La homofobia, para ellos, respondería en parte a la supresión inconsciente del deseo sexual por parejas del mismo sexo. De hecho, los 6 experimentos mostraron que más del 20 % de los participantes del estudio autoclasificados como “altamente heterosexuales” poseían una atracción implícita por parejas del mismo género. Además, eran precisamente ellos los que mayor odio social y hostilidad sentían contra los grupos “minoritarios”, e incluso abogaban por mayores castigos legales si ciertos delitos eran cometidos por homosexuales. Y como soporte a esta investigación científica, nada menos que el mismo “reverendo” Haggard habría reconocido que su vehemencia contra los homosexuales se debería a su propia “batalla interior”.
Pero además, los resultados del estudio demostraron que parte de las discrepancias con la propia orientación sexual estaban arraigadas en el seno de las dinámicas familiares. El apoyo, comprensión y apertura de los padres fue clave a la hora de prevenir los problemas futuros. Sin embargo, crianzas más controladoras fueron culpables de generar prejuicios, violencia y discriminación hacia los homosexuales. Resultados como los anteriores son clave a la hora de pensar en el tipo de educación que queremos promover en el seno de nuestras familias y de nuestra sociedad.
La investigación de Ryan tiene tremendas implicancias para el Chile que queremos construir. Pero al mismo tiempo, los resultados abren la puerta a una serie de interrogantes respecto de nuestros “líderes” políticos y espirituales. ¿Cuáles son, por ejemplo, sus verdaderas motivaciones para oponerse al matrimonio entre personas del mismo sexo? Probablemente algunos de ellos están siendo víctimas de sus propios fantasmas interiores y de una feroz lucha contra su deseo homosexual reprimido. Tal vez habría que recordarles que la orientación sexual que elijan no los hará ni mejores ni peores personas. Sólo los hará más libres.