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El pueblo unido, ¿avanza sin partido?

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Es hora de comenzar a trabajar conjuntamente en convergencia, con tal de generar una tercera fuerza política que irrumpa y rompa con la binaria y maniquea forma de empatar en cada uno de los aspectos que competen a la patria, para así imponer la visión de mayorías, que por causa de esta falta de democracia continúa desdeñando la invitación a la falsa fiesta electoralista.


La ley de partidos en Chile, como la mayoría de las leyes que determinan el funcionamiento de lo que llamamos pretenciosamente República, proviene de la dictadura. Como tal, es profundamente antidemocrática, pues inserta en un sinfín de procedimientos a quienes quieren organizarse en concordancia doctrinaria y programática en la visión de lo que debe ser la conducción de los procesos políticos de la nación, haciéndoles casi imposible la concreción de este afán.

Que el Tricel ordenara la cancelación de 10 partidos políticos por no alcanzar votación mínima según la elección de diputados, ignorando que los concejales y alcaldes tienen una representatividad territorial mucho más profunda en términos de cercanía con las bases electorales, es la evidencia de un sistema caduco y al servicio de la hegemonía.

Es así como el PRI, el Partido Humanista, el Partido Ecologista Verde, el Partido Progresista (PRO), el Partido Igualdad, el Partido Liberal, el Partido Ecologista Verde del Norte y Fuerza del Norte e incluso dos partidos de la Nueva Mayoría, el alter ego de la Concertación, el MAS, y la Izquierda Ciudadana, dejaron de existir.

Esto obliga a las mencionadas colectividades, aun teniendo militantes en municipios y en el parlamento, a recurrir a resquicios legales, procedimentalismos y demás argucias, como el “partido espejo”, en vez de hacer política, desviviéndose por sobrevivir tanto en términos de buscar las siempre polémicas firmas –en donde de haber una fiscalización global, no pasaría ninguno la prueba de la blancura–, y en lo económico, dado por una ausencia de financiamiento público, lo que apremia y, lo que es peor, corrompe en la búsqueda de mecenazgos que nunca actúan desinteresadamente.

[cita]Es hora de comenzar a trabajar conjuntamente en convergencia, con tal de generar una tercera fuerza política que irrumpa y rompa con la binaria y maniquea forma de empatar en cada uno de los aspectos que competen a la patria, para así imponer la visión de mayorías, que por causa de esta falta de democracia continúa desdeñando la invitación a la falsa fiesta electoralista. [/cita]

El encorsetamiento al cual nos obliga el Estado, evita que nuevos actores entren a disputar el espacio de poder, generando un duopolio que coopta toda la escena política, sacrificando los avances que se pueden hacer en términos estructurales. Es así como la denominada Nueva Mayoría, gobernada por la Concertación, y la Alianza, son la única vía para lograr el poder, uno monopolizado y comprometido a un solo dueño: el capital.

Definitivamente los movimientos sociales quedan fuera, por ser heterogéneos y no contar con tecnócratas o expertos en estas artimañas, y deben luchar al margen, con pancartas y marchas, que muestran su fortaleza en términos de convocatoria, como lo vimos recientemente con La Marcha de Todas las Marchas, por una suerte de dictadura de los votos que los excluye de una interacción directa y democrática con el poder, cuestión que es resistida por medio de la abstención, lográndose la “tormenta perfecta” del sistema político en su conjunto.

La legalidad de los partidos en términos formales existe, no así la legitimidad de los mismos, que cada vez ven más mermadas sus filas y desprestigiados sus liderazgos, pues no conforman una alternativa para las fuerzas de cambio, simplemente porque protegen el statu quo inmovilizando a la sociedad en su conjunto.

Es así como la misma estructura avala e incentiva la consigna el pueblo unido avanza sin partido. No se trata de despolitización, sino de todo lo contrario. Del deseo de mantener la dignidad de la autonomía y resguardarse de ser cooptado por quienes no creen en la diversidad que cataliza los procesos y los hace efectivos.

Es hora de comenzar a trabajar conjuntamente en convergencia, con tal de generar una tercera fuerza política que irrumpa y rompa con la binaria y maniquea forma de empatar en cada uno de los aspectos que competen a la patria, para así imponer la visión de mayorías, que por causa de esta falta de democracia continúa desdeñando la invitación a la falsa fiesta electoralista.

Avanzar con el pueblo no depende de procedimientos anquilosados, sino de una reestructuración de confianzas que nos haga transitar por un mismo camino hacia la recuperación de la política, hoy secuestrada por la economía. Será un proceso popular, colectivo y constituyente el único capaz de refundar nuestros valores democráticos y lograr el tan ansiado fin de la transición.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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