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Nuestra posible cuerda floja de cada día

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Víctor González Kowal
Por : Víctor González Kowal Periodista. Estudiante de acupuntura.
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En la vida nos encontramos con personas cuya actitud está manifiestamente fuera de lo común, sean o no artistas; los encontramos en la empresa, en la filantropía, en la enseñanza, en las más recónditas geografías chilenas; aunque pasen inadvertidos y sean anónimos pasajeros de una bicicleta, un carro de metro o una grúa pluma, están ahí aportando a la tan necesaria genialidad que nos permite ver el devenir con el riesgo que corresponde y con la frescura de repetirnos a cada rato nuestra tan folclórica frase mundialera: «Porque no tenemos nada, lo queremos todo».


Philippe Petit, es un artista fránces que junto a unos amigos, el 6 de agosto de 1974, logró tirar un cable de acero entre las azoteas de las dos torres gemelas del WTC, lo que le permitió cruzarlas, bailar, burlarse de los policías que urgían en capturarlo y conversar con una gaviota. Fueron 45 minutos donde el funámbulo (artista que camina sobre una cuerda o alambre tensado) estuvo entre las dos cimas, a 400 metros de altura observando cómo una creciente multitud admiraba su proeza, lo que significó que, ante semejante aclamación, el artista hiciera una improvisaba reverencia. Luego fue detenido y llevado a un hospital psiquiátrico.

En la jerga de ciertos estetas, tal acción de arte se denomina «Crimen Artístico», debido a la ilegalidad y al acto de rebeldía en que se incurre para realizar la puesta en escena. Respecto a Petit, tenemos riesgo, obsesión, cálculo, inversión en tiempo y recursos en una acción donde se juega el todo por el todo. Para nuestro artista galo, el show debió continuar siendo el mismo, el propósito del arte: Gloria o muerte.

En el documental Man on Wire, del año 2008, se describe a Petit como un individuo divertido, comprometido con su quehacer, líder de su grupo; aventurero y provocador de su tiempo. Al mismo tiempo un ser humano convencido de que su obra estaba más allá de la dimensión humana. Tal actitud provocadora de lo establecido, lo llevó a un estado de exaltación tal cual Adán rozando la mano de Dios en el fresco de la Capilla Sixtina, pintado por Rafael; pero en este caso, la imagen de un artista callejero en la más extrema debilidad disfrutando de su oficio.

Luego de la hazaña, el reconocimiento mundial.

Por la calle una multitud absorta, observa al enjambre de reporteros y cámaras que lo rodea y sigue, lo saludan, le agradecen, le estrechan la mano, obtiene lo que un artista tanto valora y por lo cual siente que todo vale la pena: el reconocimiento del público. Ahora luce en el estrellato y en la idolatría.

El amor a lo que uno hace, permite provocar la transformación de una situación dada, inerte en principio, en un motivo creador, multiplicador y de alcance global. El grado de atención dado a la consecución de una tarea, involucrará desarrollar fuerzas propias y ajenas; en el caso WTC de Petit, la preparación para cometer semejante «Golpe artístico» se extendió por 6 años de planificación, viajes, estudio, correr riesgos, maquetear el proyecto, visualizar la jornada, coordinar acciones. Esto le permitió sentir desde la piel y las entrañas el motivo de ataque. Gracias a su compromiso con la creación, logró un estado de concentración profunda con la tarea a realizar.

La capacidad de Petit de caminar sobre la cuerda floja a 400 m de altura, experimentando vientos de gran fuerza, dejó entrever una inteligencia producto de un compromiso consigo mismo. El autor del crimen artístico del siglo (XX), proporcionó un canon sobre la conducta de los que tienen paciencia y habilidad emocional. Los mismos seis años que se demoró para gestar la noticia que fue titular en muchos diarios alrededor del planeta, en Chile es sinónimo de cursar una carrera universitaria y/o consolidar una empresa.

Tarea para la casa

¿Dónde vemos la lección, qué nos enseña este «crimen», qué podemos avizorar con este desacato a la sociedad, que a todas luces termina siendo un genuino aporte para la misma y para quienes necesitan tener visiones más allá de la rutina? En la vida nos encontramos con personas cuya actitud está manifiestamente fuera de lo común, sean o no artistas; los encontramos en la empresa, en la filantropía, en la enseñanza, en las más recónditas geografías chilenas; aunque pasen inadvertidos y sean anónimos pasajeros de una bicicleta, un carro de metro o una grúa pluma, están ahí aportando a la tan necesaria genialidad que nos permite ver el devenir con el riesgo que corresponde y con la frescura de repetirnos a cada rato nuestra tan folclórica frase mundialera: «Porque no tenemos nada, lo queremos todo».

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