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La raíz güeona de Chile Opinión

La raíz güeona de Chile

Eddie Arias
Por : Eddie Arias Sociólogo. Academia de Humanismo Cristiano. Doctorando en Procesos Políticos y Sociales.
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Estar con ellos es vivir para adularlos, establecen relaciones donde ya no escuchan, es un estado narcisista constante, puede ser hasta una enfermedad, puede trasuntarse. En lo del Rey del Pop, no hay una representación con muchos visos de esto. La enfermedad del narcicismo puede matar, llegando al extremo de un círculo hermético que no te permite razonar, es sin duda un estado de estupidez.


En algún país del edén donde se instaló la hegemonía de un mercado voraz que ha culturizado a la sociedad, hay un factor curioso de ethos que se fragua más allá de los disciplinamientos educacionales, es casi un conductismo pueril que se incrusta hasta en las relaciones más elíticas, más aristocráticas. Y cuando ocurre ahí es muy chistoso, porque es como una pequeña justicia divina; cuando le ocurre al pueblo es común, se ve como una propia naturaleza. La imagen cultural exitista de estos exclusivos, hace pensar que no se equivocan.

En un espacio de nuestras vísceras espirituales existe esta representación de un rey poco astuto, más bien tonto, que se corona como el que más, porque su condoro máximo podría haberse evitado. Como el pago de Chile, es un plop, algo que no se espera, que no tiene lógica. Licua a un personaje de su rol de líder de opinión y lo traspasa al ridículo nacional.

Es una filosofía del caerse, este agüeonamiento, es joderla con acento mayúsculo, cremillas, cursivas, destacadores de prensa, con relato y teleserie, primeras cámaras, y un guion cómico en las redes sociales. Pintan sus rostros hasta la onomatopeya más grosera, estirando un personaje en su alcance simbólico para sustraerle todo lo grotesco, en eso se configura, pasa a una semiología de historieta rápidamente y se arman viñetas de diverso calibre. Deja de ser héroe y se transforma en villano, o deja de ser una figura pública con adscripciones positivas y se transforma en un ilustre.

[cita] En un espacio de nuestras vísceras espirituales existe esta representación de un rey poco astuto, más bien tonto, que se corona como el que más, porque su condoro máximo podría haberse evitado. Como el pago de Chile, es un plop, algo que no se espera, que no tiene lógica. Licua a un personaje de su rol de líder de opinión y lo traspasa al ridículo nacional. [/cita]

Habría que preguntarse si esta condición nacional no reside en una educación que tiene una impronta característica muy peculiar, goza de una fragilidad valórica producto de que se educa en el mercado más que en las aulas. El adoctrinamiento más básico está ahí, por eso que las escuelas entran en una crisis de adaptación con los nuevos desafíos culturales, la tecnología y los medios le llevan la delantera como un contexto significativo y conductual muy transversal.

Dávalos es una representación estereotípica del hijo muy materno, que ha sido sometido a la sobreprotección, esa raíz que cría a un sujeto sin mucha autonomía. Nadie escapa a los aspectos erróneos de nuestra cultura, hasta en las familias más elíticas los niños son criados en un ambiente que los determina.

Fue no entender su investidura, pero también es el facilismo de saberse protegido, es una ilusión siempre edípica. Perjudicó un prestigio público, pero además llevó la crisis al Palacio de la ficción republicana de nuestra credibilidad nacional.

Terminó todo de caer al suelo del descrédito, en evidencia del consabido enunciado de Marx, que advirtió hace mucho que el mundo de las ideas de la política es un reflejo de las contradicciones materiales de una sociedad, y relata por acción o sublimación este carácter concluyente que ha hecho de la política el sitio donde los símbolos contractuales se han diluido y la reducción de la polis ha determinado que su majestad el mercado regule hasta el agüeonamiento de Chile.

Cuando Vidal dice: “Te vai a cagar a todo Chile, si me cagai a mí”, está diciendo que sabe que él está más allá, él y lo que representa. Por tanto, hasta que este tipo de hechos no ocurren, no se sabe de las posibilidades de la realidad. Una obscenidad de millones que circulan como spot publicitario, generan asombro y envidia, desazón y rabia, son movidas de miles de millones. Son los autos un simbolismo de esta imbecilidad; la danza de dólares y un débil corpus cultural, generan una imagen mítica, y una potente condición fálica impetuosa y exitosa. Puede ser un símbolo de rock star que hasta en ciertos dirigentes sociales y políticos opera. El exceso de ego emborracha el hígado mental del respeto por las cuestiones valóricas y nos vuelve prepotentes, altaneros y profundamente ilustres.

Estar con ellos es vivir para adularlos, establecen relaciones donde ya no escuchan, es un estado narcisista constante, puede ser hasta una enfermedad, puede trasuntarse. En lo del Rey del Pop, no hay una representación con muchos visos de esto. La enfermedad del narcicismo puede matar, llegando al extremo de un círculo hermético que no te permite razonar, es sin duda un estado de estupidez.

La humildad y la sencillez laicas tienen una biología más sabia, te sitúan en una posibilidad de resignificar en el otro, de estrecharlo, te aproximas y aprendes. Una de las razones de niveles superiores de inteligencia en los niños es el aumento de la cobertura en la escolaridad temprana, y en todo este proceso sus pares cumplen un rol fundamental.

Hay razones contra el canon del individualismo potentes, hay situaciones que más bien lo ponen en la tontera. Estos héroes accidentales son curiosos personajes que se mueven en una fama que al final se mancilla, pero, ojo, los medios saben que de mancillado a héroe hay un gol de diferencia. Por eso todo puede ser una telenovela con retorno, este pueblo tiene memoria desechable.

El cultivo de la otredad en la polis multitudinaria es lo opuesto de este agüeonamiento individualista de los grandes personajes de nuestra historieta de país.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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