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Hacia una refundación feminista de la democracia Opinión

Hacia una refundación feminista de la democracia

Javiera Vallejo y Nicole Darat
Por : Javiera Vallejo y Nicole Darat Frente Feminista del Movimiento Autonomista
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La actual ola feminista no es solo la explosión de las denuncias de acoso en las universidades, sino también el resultado de la organización y la reflexión feminista que lleva años fraguándose en distintos espacios y es por ello, que sus exigencias van mucho más allá de la necesaria exigencia de protocolos y sanciones.

Miles de estudiantes en todo Chile participando en una de las movilizaciones más importantes luego de la movilización contra el lucro en la educación del 2011, sin que las orgánicas -tanto gremiales como políticas- que tradicionalmente conducían estos procesos pudiesen involucrarse. Las presidencias de las federaciones de estudiantes más importantes de nuestro país debieron dar un paso al costado y guardar el debate respecto a la deuda que creían sería el centro de la movilización estudiantil durante el gobierno del empresario Sebastián Piñera.

En su corazón, la actual ola feminista, que desconcierta a autoridades y medios de comunicación masiva, se cuestiona la forma vertical y tradicional de los movimientos estudiantiles, en tanto que prescinde de la CONFECH y difumina liderazgos personalistas e individualistas que tradicionalmente levantaban las organizaciones políticas. Se vuelve escurridiza a quien pregunta por la vocera, por la interlocutora autorizada, por la líder. Lo que se expresa en esta forma de organización, que interpela a la democracia estudiantil y su organización federativa, es que evidencia los límites de la democracia representativa.

[cita tipo=»destaque»]El último episodio en el que apareció la FECH en la palestra pública evidenció la composición y el quehacer “democrático” del espacio. Los tratos y acuerdos de fuerzas políticas imponiéndose en la orgánica que alberga a todo el estamento estudiantil en la Universidad Pública más emblemática de nuestro país, son otra muestra más de la necesidad de repensar la democracia que nos hemos dado tanto en las organizaciones sociales como políticas. La propuesta de repensar la democracia desde el feminismo involucra romper con la lógica contractual de la democracia moderna, de comprender que la concepción de partes debe cambiar, relevando la importancia de un sistema que incluya -y no excluya- desde sus orígenes, que reconozca la desigualdad de la participación formal y que se haga cargo de ésta.[/cita]

La crisis de representatividad no es un fenómeno nuevo. Las democracias representativas al menos en la región hacen aguas permitiendo a los fundamentalismos avanzar en la disputa de los Estados, de los gobiernos locales y en las organizaciones sociales. Frente a esto, los feminismos vienen no solo a cuestionar a este tipo de democracia en una lógica igualitarista de participación -con un razonamiento del tipo “si la democracia nos excluye del contrato social en el que se basa, entonces esta democracia universalista no está completa”- sino a remover la discusión sobre sujetas y sujetos que componen nuestra sociedad y la forma en que se relacionan, cuestionando así también la forma en la que se ha construido la democracia hasta hoy.

La baja participación de las mujeres y las disidencias sexuales en la democracia representativa es solo parte de un problema que no puede darse por resuelto con políticas de “inclusión”, pues se trata de la forma misma de estas instituciones y la concepción de la política que presuponen en su actuar. Asimismo, organizaciones que pretenden ser transformadoras como las federaciones estudiantiles, operan desde ideas del liderazgo y del éxito que son profundamente patriarcales, y que acaban obturando otras formas de pensar la política y el trabajo colectivo. Es por eso que la ola feminista nos empuja más allá, ha corrido el cerco a una nueva disputa y nos interpela llamándonos a la radicalización de la democracia desde una perspectiva feminista, que implica cuestionar los ejercicios patriarcales del poder en cualquier espacio en que se den.

El último episodio en el que apareció la FECH en la palestra pública evidenció la composición y el quehacer “democrático” del espacio. Los tratos y acuerdos de fuerzas políticas imponiéndose en la orgánica que alberga a todo el estamento estudiantil en la Universidad Pública más emblemática de nuestro país, son otra muestra más de la necesidad de repensar la democracia que nos hemos dado tanto en las organizaciones sociales como políticas. La propuesta de repensar la democracia desde el feminismo involucra romper con la lógica contractual de la democracia moderna, de comprender que la concepción de partes debe cambiar, relevando la importancia de un sistema que incluya -y no excluya- desde sus orígenes, que reconozca la desigualdad de la participación formal y que se haga cargo de ésta.

Es esta última discusión la que nos interesa dar. La ola feminista cuestiona profundamente la forma en que nos relacionamos en la sociedad, a partir del cuestionamiento de la forma en que el patriarcado ejerce poder sobre los cuerpos y las subjetividades de las mujeres. La concentración del poder en manos masculinas, y el consiguiente abuso, se reproducen en el diseño y en el funcionamiento efectivo de las instituciones de la democracia representativa, pero también en las organizaciones políticas que pretenden transformarla. Ninguna democracia radical puede dejar intactas las relaciones de subordinación que se dan en su interior, la verticalidad y la soledad de los liderazgos individuales. La idea de una democracia feminista es la idea de una democracia radical, es decir, de volver a la raíz de la democracia como participación de los muchos, de las muchas pobres, de las muchas oprimidas y esta radicalización no puede sino provenir de lo que Rousseau con miedo denominaba “el desorden de las mujeres”.

Es necesario dar inicio a un proceso de refundación de las organizaciones sociales y políticas desde una perspectiva feminista que implica ir más allá de la corrección del procedimiento, propia de la perspectiva liberal. Comprender que sin la consideración de las identidades subordinadas, la prefiguración de formas colectivas de reproducir nuestras vidas, de participación real en la conformación misma de la organización, es imposible que estas organizaciones logren promover procesos de transformación que busquen la emancipación de todas y todos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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