El columnista José Miguel González escribió el 3 de diciembre de este año en El Mostrador: “Si Allende, que era un político de trayectoria con fama de gran “muñeca política” para gobernar a su gente –fama de la cual el candidato actual carece–, no fue capaz de controlarla, ¿por qué Gabriel Boric sería capaz de hacerlo?”
A propósito de la diversidad de visiones políticas que dominan al interior del frenteamplismo, soporte de la candidatura de Gabriel Boric, el autor del artículo tiene mucha razón de plantearse la interrogación transcrita mas arriba.
Creo efectivamente que no hay comparación entre las carreras políticas de uno y otro, pero esta diferencia precisamente puede ser el factor que podría jugar un rol clave en favor de un juicio positivo para el joven candidato. Por qué ? Precisamente porque Gabriel Boric es joven, porque si ha demostrado interés por la política y capacidad para actuar y destacarse en el espacio público no se puede decir que se ha instalado desde ya como para hacer una vida de profesional de la política y seguramente sus sueños no han estado centrados en ser presidente de la república. De cierta manera ha sido candidato por puro azar, porque estuvo presente en el buen momento y jugó su chance. Yo creo que puede evitar los errores cometidos por Salvador Allende -pese a su larga experiencia o precisamente a causa de ésta- si se acompaña de autoridad, de rigor estratégico y al mismo tiempo de audacia, sin poner la gobernabilidad en peligro.
Allende en realidad no demostró ninguna cualidad para gobernar a su gente (léase los partidos que componían la Unidad Popular). Eso lo sabía de sobra quien, penosamente, habia logrado unir en una coalición un conglomerado lleno de intereses ideológicos contradictorios como fue la composición de la Unidad Popular, y por eso mismo no tuvo reparos en dejar las decisiones mas importantes de su gobierno en manos del Comité Político, donde había representantes de cada partido de la Unidad Popular. Se veía y lo dijo, como simple coordinador de los partidos de la coalición. Lo que interesaba por sobretodo al candidato triunfante era estar en la Moneda, lugar de sus sueños, cargo que habia acariciado desde que fuera Ministro de Salud del Presidente Aguirre Cerda en 1939, y que le habia significado invertirse a fondo en tres campañas presidenciales fracasadas anteriormente. Esta vez, ya en la Moneda, se vio realizado y decidido a llegar al término de su mandato, nunca se le pasó por la mente la idea de abandonar el cargo en beneficio de la paz social, fué solo in extremis que concibió la idea de convocar a un plebiscito para dirimir la crisis y por tal motivo hoy podemos afirmar que desde el gobierno el caos reinante en el país a partir del segundo año, era facilitado por él mismo desde su posición de “dejar hacer”. No se moverá de esta línea y preferirá suicidarse.
Yo sostengo la tesis que fue la propia personalidad de Allende, su narcisismo desmedido, la que le jugó una mala pasada[1].
La ausencia de acuerdos al interior del Comité dejó que las decisiones se arrastren indefinidamente: sobre los acuerdos con la Democracia Cristiana para facilitar la gobernabilidad, sobre la expropiabilidad de las empresas industriales y de servicios, sobre la organización del Área de Propiedad Social, sobre la organización de las explotaciones agrícolas expropiadas (sean Asentamientos, sean Centros de Producción, sean Centros de reforma Agraria, o sean Cooperativas Agrícolas) dejando que los trabajadores lo hagan espontáneamente. Todas estas indecisiones políticas tuvieron consecuencias negativas sobre la productividad de las empresas industriales y agrícolas y en términos sociales estuvieron en la base de la inestabilidad política y de múltiples conflictos en los campos y en las ciudades.
Así se fue creando el clima de caos social y de ingobernabilidad política que caracterizaron el segundo y tercer año de gobierno, hasta llegar al golpe de Estado.
El error principal cometido por el presidente Allende fue precisamente esta suerte de dimisión de su rol de autoridad suprema de la nación en un colectivo incapaz de anteponer a sus intereses particulares el interés de la unidad nacional.
Es la enseñanza principal del gobierno de Allende, a no repetir !!! Creo que Gabriel Boric, triunfador, podría evitar este escollo. Pero teniendo claro que a su ascensión al poder llegue con un paquete de reformas muy preciso y detallado en sus implicaciones económicas y sociales, para lo cual requiere acompañarse desde ahora mismo de gente de gran capacidad técnica y con bastante experiencia.
Otro escollo que Gabriel Boric debe evitar es el parcelamiento de la administración del Estado entre los diferentes componentes de la coalición frenteamplista. Allende permitió el reparto de las instituciones (cuoteo se llamó en la época) de manera que incluso al interior de una determinada institución los departamentos o unidades operacionales fueron entregados a los diferentes partidos. En INDAP, en CORFO y en la CORA, yo conocí de cerca los efectos devastadores de este tipo de repartija. Este verdadero problema de gobernanza se presentó en todos los niveles de la administración y también en la administración municipal. A evitar también !!!
Allende, al segundo año de su gobierno se puede decir que habia perdido su reconocida y antigua capacidad de “muñequeo” pues la realidad habia cambiado, las cosas tomaban un camino desconocido, y todo fluía al margen de los pasillos del Congreso, los actores sociales decisivos estaban en las calles, en los sindicatos, en los fundos rurales, en los campamentos y en las poblaciones marginales. De manera que Gabriel Boric no tiene que lamentar no estar dotado de una cualidad aprendida en una larga rutina parlamentaria, donde las negociaciones en general tenían lugar a punta de sendos comistrajos, en “picadas” bien conocidas de los políticos.
A la vez, prudencia y audacia puede ser una buena fórmula para caracterizar la autoridad presidencial necesaria en un contexto de imprescindibles reformas que sin duda tendrán fuertes implicaciones políticas. Con los militares Allende pudo maniobrar hasta cierto punto gracias a las relaciones personales que tenía con algunos altos mandos, muchos de ellos ligados por su militancia masónica, pero a la hora en que había que tomar decisiones cruciales como licenciar oficiales conspiradores de alta graduación o generales conspiradores, no tuvo la audacia necesaria para revertir la situación[2].
Conviene recordar que la Unidad Popular nunca tuvo un análisis serio de la cuestión militar. Nunca entendió que la ideologia militar responde esencialmente al principio de primo vivere y, sobre todo, que los militares habían ganado en los años 60 y 70 una gran autonomía institucional, que guardan celosamente hasta hoy, ni progresistas ni conservadores, lo que les permite en momentos de imposible negociación política, como fue el caso con Allende, de intervenir como el actor in extremis.
Es cierto, para Gabriel Boric las cosas no se presentan fáciles: hay todavía falta de precisión en cuanto a las reformas, su profundidad, los limites a no sobrepasar, cual va a ser el costo para el erario nacional y de donde van a salir esos recursos. Por otra parte, si hay una nueva Constitución, va a haber cambios institucionales, y también de ciertas reglas del juego, lo que complicará aún mas su tarea.
[1] Roberto Santana, Salvador Allende, narcisismo, crisis y bancarrota de la izquierda chilena de los años 70, revista Ecuador Debate n° 68, agosto 2006. Pp. 199-222.
[2]A pesar de todo el contexto caótico del último mes antes del golpe, el error final de Allende, favorecido principalmente par la posición del Partido Comunista, fue de no haber seguido los consejos del mismo general Pinochet quien durante al menos tres semanas antes del golpe de Estado advirtió en varias ocasiones al presidente Allende que una insurrección podía estallar en cualquier momento y que era necesario licenciar los oficiales superiores que conspiraban. Allende no se atrevió a afrontar el riesgo. A propósito de esta actitud de Pinochet, la opinión de Joan Garcés, consejero principal de Allende, es que el comandante en jefe no se unió al golpe sino al ultimo minuto, aceptando dirigirlo, su oportunismo incitándolo a sostener el sector que aparecía como el mas fuerte (Joan Garcés, Allende et l’expérience chilienne, 1976, p 255. Fondation des Sciences Politiques. Paris).