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Allende y Boric Opinión

Allende y Boric

José Miguel González
Por : José Miguel González Director de Formación de IdeaPaís
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No hay posibilidad de comparación porque el ex Presidente tenía cualidades que el diputado no posee o aún no ha demostrado. Pareciera que Boric sí intenta emular su experiencia. Un ejemplo es la pretensión del frenteamplista de liderar ⎯tal como fue la UP⎯ una fuerza política con gran diversidad interna, en donde convivían en su interior demócratas y otros que derechamente creían en la vía insurreccional. El punto relevante es que sabemos cómo esta “diversidad” terminó por ahogar al Gobierno de Allende, con un desenlace ya conocido por todos: la incapacidad del ex Mandatario de controlar esa tensión interna. Por lo mismo, cabe preguntarse: ¿Boric será consciente de que, con todas las diferencias que sea necesario ponderar, está avanzando hacia un camino similar? Si Allende, que era un político de trayectoria con fama de gran “muñeca política” para gobernar a su gente –fama de la cual el candidato actual carece–, no fue capaz de controlarla, ¿por qué será Gabriel Boric capaz de hacerlo?


“Gabriel Boric no es Salvador Allende”, dijo en un esfuerzo por tranquilizar su conciencia y, de paso, intentar justificar el apoyo de la DC al candidato presidencial el senador electo Matías Walker en una entrevista.

No está de más decir que la preocupación del actual diputado por quitar piso a esa comparación no es infundada. Desde hace bastante tiempo que el Frente Amplio y otras fuerzas de izquierda reivindican el “legado” de Allende, reclamando el título de legítimos herederos, dinámica de la cual Boric ha participado en reiteradas ocasiones. Por ejemplo, el 4 de septiembre pasado, el candidato compartió en Twitter una cita del ex Presidente de la UP, conmemorando su triunfo. Aún más recientemente, en su discurso después de la primera vuelta, citó al ex Jefe de Estado mencionándolo como “un viejo luchador social”, repitiendo algunas de las frases finales del discurso que el socialista pronunció tras ganar la presidencial de 1970.

Sin embargo, a pesar de que se aprecian en ambos elementos comunes, la frase de Walker no es del todo equivocada: efectivamente, Boric no es Allende. Pero eso no implica que el diputado no quiera serlo.

Sobre lo primero, no hay posibilidad de comparación porque el ex Presidente tenía cualidades que el diputado no posee o aún no ha demostrado. Por de pronto, Allende fue un político de trayectoria, que ocupó diversos cargos políticos y recorrió un camino que lo sitúa como parte de las principales figuras políticas de Chile, independientemente de la opinión que cada cual guarde sobre su “legado”. Boric, en cambio, con todos sus méritos, no ha demostrado algo similar en sus breves treinta y tantos años y sus dos periodos como diputado. Al menos hasta hoy.

Sobre lo segundo, pareciera que Boric sí intenta emular su experiencia. Un ejemplo es la pretensión del frenteamplista de liderar tal como fue la UP una fuerza política con gran diversidad interna, en donde convivían en su interior demócratas y otros que derechamente creían en la vía insurreccional. Con Boric sucede algo similar: es indudable que en Apruebo Dignidad hay quienes creen en las instituciones y en el orden democrático, pero también es cierto que hay otros tantos que permanentemente lo cuestionan. El viejo Partido Comunista el que más.

El punto relevante es que sabemos cómo esta “diversidad” terminó por ahogar al Gobierno de Allende, con un desenlace ya conocido por todos: la incapacidad del ex Mandatario de controlar esa tensión interna. 

Por lo mismo, cabe preguntarse: ¿Boric será consciente de que, con todas las diferencias que sea necesario ponderar, está avanzando hacia un camino similar? Si Allende, que era un político de trayectoria con fama de gran “muñeca política” para gobernar a su gente –fama de la cual el candidato actual carece–, no fue capaz de controlarla, ¿por qué será Gabriel Boric capaz de hacerlo?

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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