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Menos escaños: ¿para qué? Opinión

Menos escaños: ¿para qué?

Manuel Díaz
Por : Manuel Díaz Investigador Fundación P!ensa
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El diagnóstico en torno a los problemas de nuestro sistema político parece ser compartido por todos los sectores. Nuestra democracia requiere mejoras y todavía estamos a tiempo de encontrar soluciones en conjunto. Pero parte de esa tarea es dejar de lado el relato simplista y tomar decisiones que apunten a fortalecer nuestras instituciones.


Dentro de las propuestas impulsadas por Republicanos en el nuevo proceso constituyente está la disminución de los escaños para la Cámara de Diputados de 155 a 132. Los argumentos que se plantean a favor de esta propuesta giran principalmente en torno a la gobernabilidad.

Efectivamente, la falta de gobernabilidad –ligada principalmente a la fragmentación– sí es un tema que afecta a nuestra democracia y disminuye la posibilidad de llegar a grandes acuerdos entre el Ejecutivo y el Legislativo, lo que nos lleva a un sistema completamente ineficiente. Pero, a diferencia de lo que sugiere Republicanos, las causas de estos problemas trascienden al mero número de escaños. Por ejemplo, la literatura muestra que la existencia de pactos electorales (y subpactos a nivel local), la falta de umbrales y el sistema de lista abierta en vez de bloqueada, aumentan la fragmentación y, en consecuencia, el trabajo dentro del Congreso. De hecho, estas deficiencias de nuestro sistema político son más urgentes de resolver que el número de parlamentarios.

Por otra parte, si el interés es avanzar hacia un sistema que tienda a concentrar dos grandes conglomerados, fuera de eliminar los pactos electorales, lo más propio sería apostar por un sistema mayoritario como, por ejemplo, el inglés. En cambio, si el objetivo es mantener o mejorar la representatividad característica de los sistemas proporcionales o mixtos mejorando la gobernabilidad, existen propuestas muy interesantes que no se agotan en la cantidad de representantes (ver, por ejemplo, la de Espacio Público del año 2021 o la de David Altman de 2011). La literatura para estos términos, a pesar de la falta de consenso, es extensa y permite generar una serie de propuestas robustas basadas en evidencia que realmente nos lleven a un mejor sistema político. 

Al contrario, la propuesta referida, fuera de incluir un elemento que suena bien en un sistema deslegitimado –como es el ahorro de dinero y disminuir el número de políticos–, no mejora realmente nuestro sistema político. De hecho, si vamos a uno de los problemas centrales del sistema actual, este es el malapportionment (o sea, el desajuste entre la cantidad de escaños que se eligen en un distrito y la proporción de población de dicho distrito), la disminución de escaños lo profundiza. Para hacernos una idea, en el sistema actual cada diputado de la Región de Valparaíso y la Metropolitana representa a más de 100 mil habitantes (incluso en algunos distritos de la capital esto llega a aproximadamente 175 mil), en cambio, en regiones como Aysén o Magallanes cada diputado representa entre 30 mil y 50 mil personas. Una diferencia abismal que la disminución de diputados solo aumentará. 

Además, cuando se estima el número de representantes para el Poder Legislativo (por ejemplo, usando el clásico método de estimar el número por la raíz cúbica de la población), resulta que en Chile deberíamos tener aproximadamente 275 representantes en el Congreso. En otras palabras, necesitaríamos más políticos, no menos. 

El diagnóstico en torno a los problemas de nuestro sistema político parece ser compartido por todos los sectores. Nuestra democracia requiere mejoras y todavía estamos a tiempo de encontrar soluciones en conjunto. Pero parte de esa tarea es dejar de lado el relato simplista y tomar decisiones que apunten a fortalecer nuestras instituciones.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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