En ciencias sociales, la discusión sobre el desarrollo se asocia principalmente a los debates posteriores a la Segunda Guerra Mundial. En América Latina ese concepto ha sido objeto de profundas reflexiones desde diversas tradiciones del pensamiento económico y social latinoamericano. Tradicionalmente este se ha asociado a las nociones de progreso, crecimiento, especialmente ligado a indicadores económicos y el acceso a bienes y servicios.
Sin embargo, el desarrollo no puede ser reducido al mero crecimiento económico y ello se expresa en la crítica realizada al término desde diversas perspectivas teóricas. Entre estas se encuentra la reflexión latinoamericana en torno a la noción de Buen Vivir o Vivir Bien. Algunos de los elementos de esta crítica permiten repensar la noción del desarrollo y asociarlo a la capacidad que posee la sociedad para resolver sus problemas en base a su ciencia, técnica, organización-participación social y a los bienes comunes.
Si bien, en esta noción de desarrollo se contempla la transformación de la economía para diversificar la estructura productiva hacia sectores intensivos en ciencia y tecnología con el fin de mejorar las condiciones materiales del país y alejarse del extractivismo se requiere también que aquél sea acompañado del cuidado de la naturaleza, de altos niveles de participación democrática y del reconocimiento de las diversidades y los primeros pueblos y naciones.
Bajo este marco, y en un contexto de primarias y elecciones presidenciales en noviembre próximo, es importante realizar un análisis al programa de gobierno de Daniel Jadue, pues se plantea un cambio en el rumbo sobre el tipo de desarrollo neoliberal impulsado desde 1973 en nuestro país.
En particular, nos preguntamos aquí si la propuesta programática global y sus medidas plantean un nuevo horizonte; y qué tipo de Estado, de políticas públicas/sociales, culturales, ambientales, así como qué tipo de economía se promueven en su programa para alcanzar los objetivos del Nuevo Modelo de Desarrollo.
Dialéctica de Igualdad y Libertad: las medidas postneoliberales para la Vida Digna
En el Programa se identifica un gran objetivo general y es el de avanzar hacia la VIDA DIGNA construyendo las bases de un Nuevo Modelo de Desarrollo que erradique el neoliberalismo y sus secuelas de desigualdades, abusos, exclusiones y precariedades. El Programa define, así, un camino de transición para avanzar hacia una sociedad más justa, verde, soberana, plurinacional y feminista. Pero ¿son las medidas propuestas consistentes con estas declaraciones?
Para responder estas preguntas realizamos una sistematización y análisis de todas las medidas del Programa a partir de una matriz de doble entrada en donde, por un lado, identificamos 7 ejes transversales existentes en el Programa: igualdad socioeconómica, participación, plurinacionalidad/interculturalidad, medio ambiente, soberanía, feminismo/paridad y conocimiento/tecnología; y, por otro, dimensiones del Modelo de Desarrollo, con sus subdimensiones cada una, estas son: Dimensión Económica a) Relación entre Estado y Mercado, b) Estructura productiva/económica, c) Inserción del país en el sistema global y d) Relación capital/trabajo; Dimensión Política: a) Tipo de Estado y enfoques de políticas públicas, b) Administración y gestión pública (aparato burocrático del Estado), c) Sistema legal y de justicia, Relaciones internacionales; y, finalmente, Dimensión Cultural: a) Respeto y reconocimiento a la diversidad y b) Derecho a las culturas, artes y patrimonio.
A partir del análisis realizado, podemos señalar que los principios de igualdad y libertad dialogan dialécticamente en el programa de Daniel Jadue. Observamos que una gran parte de las medidas propuestas para avanzar hacia un Nuevo Modelo de Desarrollo y la Vida Digna, apuntan a cambios en la estructura y distribución del poder de la sociedad, que permitirían realizar la igualdad y el reconocimiento. Asimismo, otro grupo de medidas apuntan a generar las condiciones para el despliegue de las capacidades y agencias de las personas y colectivos, es decir, la libertad en el sentido positivo del término.
Lo anterior se articula con un conjunto de medidas de corto y mediano plazo que no pueden ser agrupadas en los ejes anteriores, ya que están destinadas a reactivar la economía, generar empleos de calidad y hacer frente a la pandemia de Covid-19. Lo interesante, en este caso, es que dicho paquete de medidas dialoga con las de carácter estructural, ya que se plantean objetivos que exceden la mera recuperación de los indicadores económicos, en la medida en que cambian la distribución de los recursos económicos al interior de la sociedad, ayudan a compatibilizar el trabajo femenino y los cuidados, y sientan las bases para una transformación de la estructura productiva en el mediano plazo
Desde una perspectiva global -y sin pretender abordarlas en su totalidad-, el conjunto de políticas planteadas en el programa puede ser sintetizadas del siguiente modo:
Cambios en la distribución y estructura de poder de la sociedad para la Vida Digna (dimensión de la Igualdad y Reconocimiento)
Condiciones para el Despliegue de las Capacidades y Agencias (dimensión de la Libertad)
Retomando los elementos expuestos podemos afirmar que en el Programa de Daniel Jadue se esboza un camino para la realización de la Vida Digna a partir de la construcción de las bases -con medidas concretas- de un nuevo desarrollo económico, político, social, ambiental y cultural bajo los principios de Libertad (capacidad de agencia individual, colectiva, de territorios, naciones, etc.), e Igualdad y Reconocimiento de los pueblos y las diversidades.
En definitiva, el nuevo modelo de desarrollo se inscribe en los cambios post-neoliberales porque: (1) reposiciona la democracia y reubica el Estado en el centro de la gestión de la vida pública en sus diversos niveles, junto a políticas públicas con enfoque participativo y garante de derechos; (2) se plantea avanzar hacia una economía que supera el extractivismo y la devastación ambiental, rompiendo con el dualismo sociedad-naturaleza y el lugar de la investigación y la tecnología asociado a la mejora en la producción económica; (3) da lugar también al cooperativismo y autogestión como formas de organización económica; y (4) reconoce y valora los pueblos originarios y sus saberes, además de las diversidades de género, alejándose de la idea de homogeneidad cultural y social.
El Estado, en tanto encargado de reproducir ciertas relaciones sociales y espacio de lucha de intereses en pugna, tiene un lugar primordial en construir fisuras en el poder hegemónico. En este sentido, el sello que distingue el programa de gobierno de Daniel Jadue es el Estado social, democrático-participativo, y de derechos humanos; la transformación de la estructura productiva y el avance hacia una economía centrada en el conocimiento que rompe con la lógica economicista neoliberal (y su subjetividad-ethos asociada) centrada en los procesos de acumulación material e interminable de bienes (como si no existieran límites planetarios).
Al analizar la historia chilena y el carácter de los programas presidenciales levantados desde 1990, observamos que el de Daniel Jadue posee una vocación antineoliberal, de reformas y reivindicaciones que mejoran las condiciones básicas para avanzar en la dignidad de la Vida para todos, todas y todes, lo cual es relevante porque las reformas se organizan en función de un horizonte distinto -la Vida Digna-, que está en las antípodas de aquellas reformas que administran las secuelas del neoliberalismo.
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