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El efecto Dunning-Kruger y el cambio de gabinete Opinión

El efecto Dunning-Kruger y el cambio de gabinete

Roberto Mayorga
Por : Roberto Mayorga Ex vicepresidente Comité de Inversiones Extranjeras. Doctor en Derecho Universidad de Heidelberg. Profesor Derecho U.Chile-U. San Sebastián.
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Los científicos americanos David Dunning y Justin Kruger, mediante investigaciones empíricas, constataron que un porcentaje importante de la población sobrestima sus capacidades para ejercer responsabilidades, situación que se conoce como efecto Dunning-Kruger. Es probable que nadie se escape o alguna vez se haya escapado de ser víctima de este efecto, lo que puede ser anecdótico y hasta banal, a menos que se causen daños y, más aún, si los daños resienten a la sociedad toda.


El efecto Dunning-Kruger podría complementar el certero y preocupante análisis que en reciente carta a un tradicional medio efectúa el Dr. Patricio Fischman, al señalar: “De la aptitud física y psíquica de los pilotos de aviación comercial depende la vida de miles de pasajeros…, por ello son cuidadosamente examinados y seleccionados…”. “Es difícil entender que esto mismo –continúa diciendo– no se haga con aspirantes a altos cargos públicos… quienes comandarán la vida de miles de personas…”. “Si se estrella un avión” –agrega– “es un hecho grave y doloroso, si se estrella un país puede ser una tragedia irrecuperable”.

Desde otra perspectiva, los científicos americanos David Dunning y Justin Kruger, mediante investigaciones empíricas, constataron que un porcentaje importante de la población sobrestima sus capacidades para ejercer responsabilidades, situación que se conoce como efecto Dunning-Kruger. Es probable que nadie se escape o alguna vez se haya escapado de ser víctima de este efecto, lo que puede ser anecdótico y hasta banal, a menos que se causen daños y, más aún, si los daños resienten a la sociedad toda.

En resumen, el efecto sustenta la tesis de que personas incompetentes son incapaces de reconocer o aceptar su incompetencia y de evaluar los perjuicios que pueden generar al asumir responsabilidades. Lamentablemente, ejemplos hay muchos, de dañinas repercusiones y pública notoriedad, por lo cual es innecesario reproducirlos aquí.

Lo grave es que, a pesar de reconocer su incompetencia ,las personas aceptan asumir cargos, primando en ellas un afán de ambición o lucimiento por sobre el deber de responsabilidad. Es como si un médico asumiera tareas que le corresponden a un abogado o un abogado funciones propias de la ingeniería.

En los hechos ocurre frecuentemente cuando, a título de premio, se nombran sujetos incapaces de ejercer delicadas tareas, situación retratada genialmente por el pintor francés Théodore Géricault, en su famosa obra “La balsa de la Medusa”, que ilustra la tragedia marítima que conmocionó a Francia a comienzos del siglo XIX. Según artículos y crónicas, en junio de 1816 la fragata francesa Meduse partió desde el Mediterráneo con rumbo a África en un convoy compuesto por otras tres embarcaciones, el buque-bodega Loire, el bergantín Argus y la corbeta Echo. Su capitán, Hugues Duroy de Chaumareys, nombrado en pago de favores políticos, carecía en absoluto de capacidad para gobernar una embarcación como la Medusa. Al acelerar inapropiadamente la marcha perdió en la lejanía a las otras tres naves, no supo mantener el timón, equivocó el rumbo y quedó al garete, encallando en bancos de arena frente a las costas de Mauritania. Los esfuerzos por liberar la fragata del encallamiento fueron infructuosos. El irresponsable capitán y sus más cercanos zarparon raudamente en los pocos botes disponibles, dejando en la desolación al resto de la tripulación, 146 hombres y una mujer que, abandonados a su suerte, se apiñaron en una balsa de apenas 20 metros de largo por 7 de ancho construida precariamente y que se hundió parcialmente al recibir a los náufragos.

Según el analista Jonathan Miles, la balsa arrastró a los sobrevivientes hasta los límites de la capacidad humana. Con descarnada crudeza, la pintura de Géricault muestra el horror y padecimiento de esos hombres y esa mujer remecidos por toda clase de sentimientos ante la proximidad de un injusto final.

Un par de semanas después y sin noticias del desaparecido e irresponsable capitán, la balsa fue rescatada. En el momento del salvataje se encontraron solo 15 sobrevivientes, el resto falleció por inanición e incluso, se sospecha, algunos por suicidio.

La tragedia causó gran impacto en la época y llegó a ser un escándalo internacional, desacreditando a las autoridades francesas por la negligencia e irresponsabilidad de colocar al timón de una embarcación a un personaje solamente en pago de favores políticos, pero carente en absoluto de condiciones para el ejercicio del cargo.

Las alegorías de esta famosa representación pictórica cubren un amplio abanico de enseñanzas. La indolencia de la autoridad al designar en cargos superiores a personajes incapaces. La irresponsabilidad de los sujetos al aceptar funciones para las cuales son ineptos (efecto Dunning-Kruger). La desesperación y sufrimiento de los abandonados dejados a su propia suerte.

La obra es expresión de una situación real que, sin duda, en variadas formas obedece a tantas otras similares de la vida humana, en que se entremezclan la desidia, la irresponsabilidad, el abandono y la desesperanza.

En resumen, y parangonando esta historia, la imaginación puede proyectarnos a lo que un país puede precipitarse al no existir idoneidad en el ejercicio de la autoridad y en el desempeño de las altas funciones del Estado.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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