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El nuevo escenario político Opinión

El nuevo escenario político

Ignacio Walker
Por : Ignacio Walker Abogado, expresidente PDC, exsenador, exministro de Relaciones Exteriores.
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El pueblo ha hablado, algunos hemos quedado entre perplejos y desconcertados con su veredicto; ahora corresponde que los representantes del pueblo actúen en consecuencia para arribar a buen puerto en materia constitucional, sacar las reformas que haya que sacar, y avanzar por un camino de prosperidad, garantizando la seguridad y las seguridades de sus habitantes, chilenos y extranjeros, en el servicio a la Patria, que no es otro que el del bien común.


“Los asuntos humanos están por siempre en un estado constante de mutación”

(Maquiavelo)

La participación de 12.415.729 ciudadanos y ciudadanas, equivalente a un 81,9% del padrón electoral, es la gran noticia de estas elecciones (solo empañada por el 16,9% de votos nulos y el 4,5% de votos blancos). La segunda gran noticia es que los consejeros elegidos son en su inmensa mayoría militantes de los partidos, a diferencia de la elección de la anterior Convención Constitucional, con mayoría de independientes.

Solo un partido tiene dos dígitos, el Partido Republicano (PREP), con el 35,4% de los votos, todos los demás son partidos de un dígito (solo el PDC ha obtenido una mayor votación como partido individualmente considerado, con un 42,18% en las elecciones parlamentarias de 1965).

Si se aplicara el umbral del 5% que propone la Comisión de Expertos, solo siete partidos tendrían representación parlamentaria: el PREP, UDI, PC, RN, PS, PDG y CS (en ese orden de mayor a menor votación), mientras que nueve partidos quedarían sin representación parlamentaria: Evópoli, RD, PPD, PDC, Comunes, PR, PL, FRVS y Acción Humanista (en ese mismo orden).

Otra característica de estas elecciones es el triunfo de la polarización y el vaciamiento del centro. El PREP obtiene un 35,4% contra un 28,50% de “Unidad por Chile” (PC, PS y los partidos del Frente Amplio, entre los principales), mientras que ninguno de los partidos del pacto de centroizquierda, “Todo por Chile” (ex Concertación), PDC, PPD y PR, logra pasar la barrera del 5%. En la centroderecha, el pacto “Chile Seguro” (los partidos de Chile Vamos, UDI, RN y Evópoli) obtiene solo 11 consejeros, contra 22 del PREP. El centro queda prácticamente sin representación política en el Consejo Constitucional.

Desde el “estallido social” de octubre de 2019, la tónica ha sido la polarización. Es así como pasamos en menos de dos años de una Convención Constitucional (elegida en abril de 2021) compuesta en un 60% por la izquierda radical o refundacional, hasta esta elección en que la derecha dura (PREP) y la derecha tradicional (UDI/RN/Evópoli) obtienen, en conjunto, un 56,47% de votos, con más del 60% de consejeros constitucionales (34 de un total de 51). Esto significa que la derecha cuenta con los votos suficientes para aprobar una nueva Constitución (sometida al plebiscito de salida del 17 de diciembre), mientras que el PREP, con 23 de 51 consejeros, cuenta con el 40% para vetar cualquier acuerdo de las demás fuerzas políticas. En otras palabras, mientras en la anterior Convención la izquierda radical o refundacional tenía la sartén por el mango, ahora lo tiene la derecha (dura y tradicional).

¿Cómo explicar el triunfo del PREP? En los años 80, los estudios aludían a la existencia de un “pinochetismo sociológico” (y electoral), silencioso, defensivo, vergonzante, que no aparecía en las encuestas. ¿Será una simple coincidencia que la opción del SÍ, con Pinochet de candidato, haya obtenido un 44,01% en el plebiscito de octubre de 1988, mientras que el candidato José Antonio Kast obtuviera un 44,13% en la segunda vuelta presidencial de diciembre de 2021? Hay que mirar con cautela estas comparaciones, pero tal vez no sea una simpe coincidencia. ¿Ha revivido un pinochetismo sociológico y electoral frente a la inseguridad, la inmigración y el hastío con los partidos tradicionales? Lo cierto es que “las fuerzas del orden”, bajo el liderazgo de José Antonio Kast y el PREP irrumpen con una fuerza inusitada en el escenario político y electoral, colocando a los partidos tradicionales de la derecha en una situación muy difícil. Una hipótesis plausible es que el voto obligatorio y la crisis en el plano de la seguridad y las migraciones hayan hecho que emerja a la superficie ese voto pinochetista, silencioso, vergonzante, defensivo, que estaba escondido, el viejo tema de la mayoría silenciosa que irrumpe con inusitada fuerza en escenarios de crisis.

Los partidos de Chile Vamos (UDI, RN y Evópoli), por su parte, ¿irán a asumir una postura de minoría subordinada (al PREP) o de minoría dirimente, afirmando su espacio propio, diferenciándose, negociando y asumiendo una política de acuerdos más amplia? Ellos saben que Kast y el PREP los necesitan en las elecciones presidenciales y parlamentarias de diciembre de 2025, en primera o segunda vuelta, con o sin primarias, lo que, sumado a su propia fuerza parlamentaria (nada despreciable), los provee de recursos políticos y electorales para hacer frente al “sorpasso” del partido de Kast.

Súmele a lo anterior que del PREP solo se verán señales de moderación en el futuro próximo, lo que pasa por el tema constitucional. La gran paradoja de esta elección es que al partido de José Antonio Kast lo que le conviene es una Constitución moderada con la firma del Presidente Boric. A las legítimas expectativas presidenciales de su líder les conviene que, a diciembre de 2025, el tema constitucional esté despejado. De allí que se empeñarán en el triunfo del Apruebo el 17 de diciembre próximo. Arturo Squella, presidente del PREP, ha dicho que irán “lealmente y de buena fe” al Consejo Constitucional, mientras que Luis Silva, primera mayoría nacional, elegido por la RM, ha dicho que “mi disposición es trabajar sobre lo que nos entreguen los expertos” (se refiere a la Comisión de Expertos). Ambos han advertido sobre la inconveniencia de “llevarse la pelota para la casa”, tal como lo intentara la izquierda radical o refundacional en la anterior Convención Constitucional. Un texto constitucional que cuente con la firma de Boric y la aprobación del partido de Kast, ratificado en el plebiscito de salida, capaz que rija por todo el siglo XXI.

Y es así que llegamos a la paradoja de las paradojas: la tarea de la Comisión Experta y el Comité Técnico de Admisibilidad cobrará más importancia que nunca. Ambas reflejan las realidades y equilibrios del actual Parlamento, por lo que se convierten en un límite a los eventuales afanes hegemónicos del PREP (la palabra “hegemonía”, para los seguidores de José Antonio Kast, tiene un tufillo demasiado gramsciano, por lo que prefieren hablar de mayorías políticas y electorales).

Si la Comisión de Expertos llega a un acuerdo razonable, en torno a una Constitución liberal (no neoliberal), representativa, clásica, neutral (en el sentido programático), en que quepamos todos y todas, muy a tono con el borrador inicial aprobado hace algunas semanas, entonces se abrirán las grandes alamedas para avanzar hacia su aprobación en diciembre. Y es aquí donde cobra importancia el Comité Técnico de Admisibilidad, compuesto por 14 juristas de destacada trayectoria profesional y/o académica, convertidos en los guardianes de los 12 puntos de las bases constitucionales del Acuerdo por Chile y la reforma constitucional de fines de 2022 (que incluyen, entre otros, un Estado Social y Democrático de Derecho, emblema de las llamadas fuerzas progresistas). Su intervención puede ser requerida por solo una quinta parte del Consejo Constitucional, y resolverá sobre si las normas aprobadas tanto en la Comisión Experta como en el Consejo Constitucional se atienen, o no, a las bases constitucionales (los 12 puntos, que también contemplan un Congreso bicameral y un Estado unitario y descentralizado).

¿En qué estado quedan el Gobierno del Presidente Boric y sus dos coaliciones? No pueden decirlo ni admitirlo en público, pero esta es una derrota de proporciones, un Exocet bajo la línea de flotación. Toda elección o plebiscito o referéndum tiene un componente de evaluación del Gobierno de turno (el Brexit tiene un componente referido tanto a la Unión Europea como al Gobierno del Primer Ministro David Cameron). El Gobierno de Boric jugó todas sus cartas en favor de la opción del Apruebo el 04/09, y obtuvo un 38%, siendo ampliamente derrotado en las urnas. En esta oportunidad, sus fuerzas de sustentación política obtuvieron un 33,76% si sumamos los votos del PPD y el PR a los de “Unidad para Chile” (PC, PS, Frente Amplio y otros).

Según la reciente encuesta de Cadem (7 de mayo), la aprobación a la gestión del Presidente Boric está en 28,59%, que es casi idéntica al apoyo de “Unidad para Chile” (28,59%). Puede decirse que el apoyo del Gobierno fluctúa entre un 28 y un 38%, restando casi tres años de la actual administración. La posición de Boric, desde que se subiera a un árbol en Punta Arenas en plena campaña presidencial, como anticipación de su triunfo en diciembre de 2021, hasta que quedara atascado en un tobogán para niños en días pasados, no es cómoda, ni fácil, ni expectante, ni nada parecido, pero es el Presidente de la República, Jefe de Estado, Jefe de Gobierno, líder de una coalición (o de dos) y, sobre todo, símbolo de unidad de la nación chilena, por lo que requiere del apoyo de todos y de todas, de los que se identifican con su Gobierno y de los que somos de oposición.

Curiosamente, la débil posición en que queda el Gobierno es otro incentivo para que las huestes de Kast y el PREP apuesten a la cooperación más que a la confrontación, alejándose de la tentación de revivir la tristemente célebre tesis del “desalojo”. ¿O es que Kast y el PREP quieren recibir, conforme a sus aspiraciones electorales y presidenciales, a un Gobierno y un país en el suelo? ¿Restando casi tres años por delante? Lo anterior es aún más cierto si consideramos que, según todos los análisis y pronósticos, el periodo 2023-2024 podría mostrar a una economía en franca recuperación. Las tareas que asumió el Gobierno de Aylwin fueron todas y cada una de ellas de gran calado, pero se vieron facilitadas por una economía en fase de ascenso desde mediados de los años 80. Nada más contraproducente para una fuerza que aspira a gobernar que recibirse de un Gobierno en el suelo, que escasamente puede aspirar a terminar su periodo presidencial. De aquí que al Presidente Boric le puede surgir “un amigo en su camino”, el mismísimo José Antonio Kast al que tuvo que enfrentar en la segunda vuelta presidencial.

En cuanto a “Unidad para Chile”, convertida en segunda fuerza electoral, la nada despreciable votación obtenida por sus principales partidos, con 16 consejeros constitucionales para el PS, CS, RD y el PC, aparece como un disuasivo importante a la hora de plantearse la posibilidad de un desembarco, o de llamar desde ya al Rechazo en el plebiscito de salida, acercándose peligrosamente a la lógica de una coalición de partidos “antisistema”. La importante votación recibida y representación alcanzada lleva a sus partidos a jugar dentro del sistema, con las reglas del juego comunes a todos.

Diríase que la situación del PREP (35,41%), “Chile Seguro” (21,07%) y “Unidad para Chile” (28,59%) se ve como bastante sólida con miras a los próximos eventos electorales y al propio proceso constitucional, con una gran interrogante acerca del futuro del Partido de la Gente (5,48%). ¿Qué ocurre, en cambio, con los partidos de la centroizquierda? Si el PPD y el PR no quieren “submarinearse” en la izquierda dura de “Unidad para Chile”, como partidos subordinados, y el PDC no quiere caer en la absoluta irrelevancia –como hemos dicho, el PPD, el PR y el PDC quedarían sin representación parlamentaria si se aplicase el umbral del 5%–, debieran buscar alguna fórmula de convergencia y cooperación.

Mi hipótesis es que la realidad de polarización que experimenta el país desde el estallido social de octubre de 2019, y el progresivo vaciamiento del centro, tienen aquí una gran oportunidad para formar un Partido Democrático y Reformista (PDR) con el PDC, PPD, PR, Amarillos y Demócratas, subsistiendo una gran incógnita sobre el futuro de Evópoli, dependiendo de las sinergias entre PREP, UDI y RN. Las encuestas señalan en forma invariable que el espacio del centro existe, pero que está huérfano de representación política. Ello no solo le permitiría al PDR superar holgadamente el umbral del 5% y aspirar a tener una adecuada representación parlamentaria, sino que podría constituirse en el germen de una futura fuerza de centro, con ramales hacia la centroizquierda y la centroderecha. Los países no viven ni se alimentan de la polarización. Esta suele ser un fenómeno transitorio, frente a momentos de crisis. El efecto del umbral de 5% se constituiría en el mejor incentivo para inducir hacia la fusión de partidos afines con miras a la conformación de grandes corrientes de opinión con no más de 6-7 partidos efectivos. La demanda está, solo falta adecuar la oferta política.

Hace algunos días, en este medio sostuve que Chile no se está cayendo a pedazos y que el Gobierno no está en el suelo. Espero haber argumentado en estas líneas que, más que un motivo para alarmarse, el resultado electoral del 07/05 bien puede conducirnos por un camino para concluir razonablemente el proceso constitucional en marcha, recomponer un centro robusto, y superar así la lógica de polarización que ha caracterizado a la política chilena desde el estallido social de octubre de 2019. Hasta ahora, a pesar de los corcovos, la tan vilipendiada “clase política” chilena, con los partidos políticos y en sede parlamentaria, ha sido capaz de procesar y encauzar el conflicto político y social por una vía institucional. Tal fue el caso del Acuerdo por la Paz Social y una Nueva Constitución del 15/11 y el Acuerdo por Chile de fines de 2022, en ambos casos contando con la decidida oposición del Partido Republicano y de José Antonio Kast. Frente a la brutal explosión de violencia asociada al estallido social, y a las dinámicas que le siguieron de polarización y desencuentro, hemos evitado ese “pretorianismo de masas” (Samuel Huntington) o situación de desborde institucional que solo trae desolación e ingobernabilidad. Al optar por la vía institucional por sobre la vía insurreccional solo estamos honrando una tradición histórica que nos muestra, una y otra vez, a pesar de los quiebres (algunos de ellos quiebres brutales y desgarradores) que Chile tiene vocación de entendimiento y no de confrontación.

El pueblo ha hablado, algunos hemos quedado entre perplejos y desconcertados con su veredicto; ahora corresponde que los representantes del pueblo actúen en consecuencia para arribar a buen puerto en materia constitucional, sacar las reformas que haya que sacar, y avanzar por un camino de prosperidad, garantizando la seguridad y las seguridades de sus habitantes, chilenos y extranjeros, en el servicio a la Patria, que no es otro que el del bien común.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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