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Macrozona norte: un plan para 2030 Opinión

Macrozona norte: un plan para 2030

Jaime Araya Guerrero
Por : Jaime Araya Guerrero Diputado (PPD) Distrito 3, II Región.
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Hago un llamado: los gobernadores y gobernadoras, consejeras y consejeros, alcaldesas y alcaldes, concejalas y concejales, deben transformarse en verdaderos guardianes del futuro y resistir hasta el final las tentaciones irresponsables y populistas, sobre todo en estos tiempos en que dimos un paso sustancial con la histórica aprobación del royalty a la minería del cobre y litio, que traerá por fin recursos frescos para cerrar brechas en seguridad, educación, salud, vivienda e infraestructura para el desarrollo. Pero no dejaré de insistir. Sin una estrategia para la macrozona norte, sin investigar nuestros territorios, nuestro capital social, las dinámicas institucionales, los recursos conseguirán avances frágiles y no acumulativos.


En mis cada vez más frecuentes reuniones y actividades en zonas alejadas de Antofagasta, capital de nuestra región, me expongo constantemente a la evidencia: la enorme  brecha entre quienes están cerca y quienes están lejos de Santiago, reproduciéndose de manera perversa el modelo centralista que se impone en nuestro país. Para los parlamentarios y toda clase de autoridades de regiones, es el gran tema de cada día: cuánto ceder ante la metrópolis, para que la región pueda ganar.

Y las cosas como son: no es lo mismo enfermarse en Las Condes que en Calama, no es igual educarse en Tocopilla que en Vitacura, tampoco es parecido vivir en el centro de Antofagasta, que hacerlo en Santiago. Esta lista es inagotable. Las comparaciones crecen de manera exponencial. La pregunta es simple: ¿tiene el poder central las capacidades para cerrar esas brechas? O mejor, ¿tiene el poder central la convicción, la capacidad y la energía para hacerlo?

Tengo una certeza, el poder central no tiene la capacidad, no tiene la convicción, no tiene la energía movilizadora, no tiene lo indispensable para lograr esta transformación. El poder central, por tanto, no será el que ejecute la estrategia general para impulsar esta revolución en las regiones. Las pruebas están allí: basta ver que el mensaje que elimina el Delegado Presidencial Regional, se reemplaza por el Jefe Superior Regional. Y así se mantiene ese aire tutelar del cual nunca se va a desprender el poder central, pues (se sabe) el poder solo se expande y nunca se contrae.

Y precisamente en esas carencias e injusticias, se ubica de manera exacta la oportunidad de hacer nosotros y nosotras lo necesario por nosotros y nosotras. Tantas veces nos han invitado a un nuevo trato que no resulta, que debemos tomar la iniciativa para, esta vez, diseñarnos este nuevo pacto, cada región y cada macrozona del país. Hay que pensar en una configuración regional y una macrozona que sea capaz de modelar nuevas formas de relacionamiento.

Santiago aceptó el concepto de “macrozona sur” para señalar la crisis de La Araucanía y sus alrededores. Por nuestra parte ideamos la ‘macrozona norte’, pero no solo para referir a las crisis que hemos tenido (crimen organizado, migración descontrolada, vivienda, etc.), sino para comprender la necesidad de converger hacia horizontes comunes.

El PIB por persona de la Región de Antofagasta es de US$37282. Es el más alto de Chile. Pero es la región con más desempleo, con más muertes por cáncer y los indicadores educacionales son muy malos. No hay que decir cuánto han proliferado los campamentos, justo en medio de una época dorada de los minerales, el cobre primero (desde el primer gobierno de Bachelet) y el litio luego (muy recientemente). El PIB por persona de la Región de Antofagasta es más alto que el italiano, el español, el portugués, e incluso en un ranking no estaría tan lejos del PIB francés. Pero, claro, ese espejismo solo hace que sintamos el peso de una realidad absurda.

¿Qué hacer? No se ha inventado nada mejor que saber de lo que se está hablando y estudiar lo que se va a hacer. Para algunos eso es tener estrategia. Y es evidente que es necesaria una comprensión de fenómenos de planificación económica en las regiones mineras, por un lado; y de fenómenos sociales propios de estas zonas mineras.

En esto escuchar a la ciencia es fundamental, por de pronto, dos de los investigadores más destacados en estos ámbitos dicen. Dusan Paredes, por ejemplo, ha detectado que no hay diferencias significativas entre el corto y el largo plazo en las decisiones para el uso de subvenciones por excedentes mineros. Esto es equivalente a decir que no hay estrategia de desarrollo a partir de excedentes mineros. Y añade que la estrategia general de flujo de recursos a municipios debe considerar la dependencia espacial entre ellos. ¿Cuánto de esto lo estamos usando para administrar nuestras zonas mineras? Por otro lado, los diversos informes de Alberto Mayol respecto a sus estudios empíricos en zonas mineras, nos muestran la tendencia a la desinstitucionalización, la falta de profundidad del tejido social, la sensación de desesperanza y un funcionamiento anómalo de las relaciones entre el capital social, el cultural, el económico y el político. Hay zonas mineras de algunos países (explica Mayol) que logran obtener una alta calidad de vida, pero requieren gran planificación de sus políticas públicas específicas y de su diseño urbano. Las zonas mineras producen dinero. Pero el dinero no se traduce automáticamente en desarrollo.

Sin duda que, ante estos desafíos, la responsabilidad principal radica en los gobiernos regionales y las municipalidades, quienes son los más genuinos representantes de los habitantes de cada espacio, ya que pueden tomar decisiones de implementación directa. Pero este esfuerzo no debe ser solo de quienes son los responsables. Necesitamos investigación, examen acucioso y coordinar las voluntades de tanta gente que ha trabajado por mejorar el destino de nuestras zonas mineras.

El desafío es difícil, hemos transitado por años por rutas confusas. Pero lo digo con claridad: tengo la sincera convicción de que es posible dar un salto inmenso, cuantitativo y cualitativo, en términos de lograr, antes de 2030, todos y cada uno de los indicadores de países desarrollados. Sabremos traducir la capacidad productiva de nuestra región en calidad de vida. Se escucha en todos los espacios que Chile tiene la llave del futuro por la próxima década: cobre, litio e hidrógeno verde, son una verdadera ruta al éxito. Pero el triunfo no está escondido en la tierra. Es lo que hacemos y cómo lo hacemos la clave del futuro.

Por ello es que debemos actuar. Hago un llamado: los gobernadores y gobernadoras, consejeras y consejeros, alcaldesas y alcaldes, concejalas y concejales, deben transformarse en verdaderos guardianes del futuro y resistir hasta el final las tentaciones irresponsables y populistas, sobre todo en estos tiempos en que dimos un paso sustancial con la histórica aprobación del royalty a la minería del cobre y litio, que traerá por fin recursos frescos para cerrar brechas en seguridad, educación, salud, vivienda e infraestructura para el desarrollo. Pero no dejaré de insistir. Sin una estrategia para la macrozona norte, sin investigar nuestros territorios, nuestro capital social, las dinámicas institucionales, los recursos conseguirán avances frágiles y no acumulativos.

Para impedir el destino trágico de quien, pudiendo tenerlo todo, termina sin nada, es clave sumar a actores de la sociedad civil y por cierto al sector privado, porque en ese encuentro se produce la mayor sinergia posible. El sector privado debe tener un trabajo de responsabilidad social, pero debe cuidarse de no ser el que ejecute acciones que debieran ser evaluadas en políticas públicas. ¿Dónde comienza y dónde termina su rol? A mi juicio, el apoyo privado puede ser muy útil para apoyar los procesos de generación de condiciones para que haya un mayor conocimiento de los territorios y una mayor incidencia de asesorías que ayuden a complementar la acción pública. Los gobiernos regionales y municipales tienden a ser absorbidos por el día a día. Y es normal, tienen bajos presupuestos para el estándar internacional y las urgencias sociales y logísticas son muchas. Conquistar espacios de reflexión, de investigación estratégica, pueden ser aportes relevantes, generando las bases intelectuales de un cambio que se hace imprescindible.

¿Cuántas investigaciones o asesorías estratégicas han contratado los gobiernos regionales y municipios de la macrozona norte? Son pocas, lo sé. A veces ninguna. La verdad de nuestra realidad debe ser el pilar de nuestro futuro. Por esto es que me alegré tanto al ver una potente señal por parte de Minera Escondida, que acaba de nominar a un antofagastino como presidente de la compañía, un paso impensable en los albores de los 90, hoy día abre un nuevo ciclo, una nueva oportunidad, una realidad concreta. Por otro lado, los cuantiosos aportes del Convenio Corfo-SQM deben ser efectivamente una bendición para las arcas regionales, y allí debe existir un mayor involucramiento de la empresa, con las estrategias que permitan ir diseñando un camino, sin atajos, al desarrollo.

Seamos claros: ya no basta con emitir el cheque correspondiente a la genialidad diseñada por Eduardo Bitran, que hoy día, desde Codelco, debe reeditar sus éxitos en favor de nuestro país. AMSA que ha asumido un innegable liderazgo en el tránsito hacia la minería verde, debe ser otro actor relevante y se deben sumar la larga lista de grandes empresas que han hecho de nuestra región la fuente de sus fortunas, deben salir a desafiar a la autoridad pública, para trabajar de manera conjunta y articulada en el cierre de brechas, sin duda aportando conocimiento y capacidades que sintonizadas pueden transformarse en una fuerza de cambio imparable, que permita pagar las deudas que la propia minería tiene con la destrucción de ecosistemas, la depredación de acuíferos, los daños en la salud de las personas y toda esa triste nómina de daños y padecimientos que han causado y deben reparar.

Si acordamos un punto de partida, evidentemente podremos avanzar más rápido y de manera más decidida, y en eso el gobernador de Antofagasta, Ricardo Díaz, ha tenido la lucidez de armar una conversación grande y en serio, con estándar OCDE, con las grandes compañías que operan en la región, para arribar a un nuevo trato, el que debe necesariamente incorporar a las regiones vecinas, hasta que sea una gran conversación de la macrozona norte, para que existan iniciativas de convergencia intrarregional, pero también interregionales. Nuestro gobernador ha abierto un camino y ha realizado una apuesta, no tengo dudas en los fines, quizás algunas en los medios utilizados, por eso vuelvo a la idea central: el rol de los gobiernos regionales y los gobiernos locales, para que, una vez superadas las desconfianzas razonables, puedan darse a la tarea de acelerar el arribo al futuro.

En estos días en que tanto se cuestiona todo lo que suena a 2030, debemos empeñarnos en desafiarnos con esa fecha como el tope para cortar la última cinta de todas las iniciativas que nos permitirán mirar hacia la nueva década desde un región nueva y renovada, donde los sueños de siempre, por fin se transformaron en un presente que permite volver a soñar. Pienso en Antofagasta como región, pero pienso en toda la macrozona norte. Que este desafío, a la vuelta de la esquina, no sea simplemente nombrar una fecha y soñar con el éxito. Que este desafío sea la motivación para construir esa estrategia que hará de nuestros anhelos una realidad.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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