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Hidrógeno y litio: dos caras de una responsabilidad de Chile con el planeta Opinión

Hidrógeno y litio: dos caras de una responsabilidad de Chile con el planeta

A nivel político, la actual oposición debe dejar de caricaturizar la Estrategia Nacional del Litio, y facilitar un ambiente de colaboración que nos permita avanzar en el desarrollo de esta industria estratégica, en base al marco legal que hoy la rige y a la construcción normativa que habrá que realizar. En tanto, el gobierno debe dar una señal de continuidad en relación al desarrollo de la industria del hidrógeno verde, reconociendo los avances de la administración anterior en esta materia, tal como expresó el Ministerio de Economía en una sesión especial convocada por el Senado a inicios de julio.


Si el siglo XIX fue el siglo del carbón y el siglo XX el del petróleo, todo parece indicar que en lo que resta del siglo XXI la electricidad y el hidrógeno podrían dominar la escena energética mundial. ¿Se imaginan las oportunidades que puede tener un país con altas capacidades para generar electricidad e hidrógeno provenientes de fuentes limpias? Pues bien, ese país se llama Chile.

En medio de la crisis climática global, la transición energética se torna ineludible. No puede ser de otra forma si consideramos que el sector de la energía es, por lejos, el que más contribuye a la emisión de gases de efecto invernadero (GEI) en el mundo, con más de un 75%. Dentro de esta categoría se consideran, entre otras, las emisiones por generación de electricidad y el transporte.

En ese contexto, un desafío autoimpuesto por muchas naciones es la electrificación de su sistema de transporte, lo cual ayudará a mitigar el cambio climático, siempre y cuando esa electricidad sea generada cada vez en mayor proporción por fuentes limpias.

La Unión Europea acordó prohibir la venta de vehículos con motores de combustión a partir del año 2035. En Estados Unidos, la misma medida ha sido adoptada en estados como California. En China, según la Federación de Constructores de Coches, actualmente la venta de vehículos eléctricos o híbridos representa cerca del 40% del mercado. Chile no se ha quedado atrás y la Estrategia Nacional de Electromovilidad también se ha propuesto que al año 2035 todas las ventas de vehículos livianos, medianos, de transporte público y maquinaria de gran tamaño sean cero emisiones.

En complemento al transporte eléctrico, y especialmente para aquellas aplicaciones más difíciles de electrificar, como el transporte de carga, asoma la industria del hidrógeno, un combustible limpio que al ser utilizado genera agua como único desecho. Nuevamente, cuando el hidrógeno es producido con electricidad proveniente de fuentes no contaminantes: hablamos de hidrógeno verde. Según estimaciones del Hydrogen Council, este vector energético podría reducir de aquí al año 2050 las emisiones de CO2 en un 20%.

Según un informe de S&P Global, los vehículos eléctricos necesitan 2,5 veces más cobre que un vehículo de combustión promedio. Para el desarrollo de sus baterías, el litio es un elemento indispensable. Chile es el principal productor de cobre del mundo y tiene una de las mayores reservas de litio, las que representan en la actualidad entre el 36% y el 40% del total global estimado.

En cuanto al hidrógeno verde, según la Agencia Internacional de Energía somos el país que puede producirlo al menor costo a nivel mundial, dadas nuestras condiciones únicas para generar electricidad limpia, especialmente a través del sol del Desierto de Atacama y de los vientos de la Patagonia.

Las oportunidades están a la vista. El cómo las aprovechemos dependerá en gran medida de la capacidad de toda nuestra institucionalidad pública y privada para trabajar en alianzas y con una visión de futuro compartida, sin caer en pequeñas rencillas que podrían hacer de este ciclo un nuevo caso de desarrollo frustrado en la historia nacional.

El gobierno del Presidente Sebastián Piñera dejó diseñada una Estrategia Nacional de Hidrógeno Verde y el gobierno del Presidente Gabriel Boric ha presentado la Estrategia Nacional del Litio. Cada una tiene sus particularidades, pero ambas están elaboradas con rigor técnico y sentido de Estado.

Una, la de hidrógeno, le otorga un rol preponderante al sector privado. La otra, la del litio, presenta al sector público como principal productor y articulador del mercado, no necesariamente por pretensiones ideológicas del Ejecutivo, sino porque la ley chilena, desde 1979, establece que este metal blando queda fuera de las sustancias mineras susceptibles de ser concesionadas.

Ambas estrategias deben complementarse entre sí, tal como el litio y el hidrógeno se complementan en el desafío global que implica la transición energética. De este modo, podremos contribuir al planeta al mismo tiempo que dinamizamos nuestra economía, con industrias que requieren nuevas innovaciones, desarrollo científico y que pueden ofrecer empleos de calidad, especialmente en regiones.

A nivel político, la actual oposición debe dejar de caricaturizar la Estrategia Nacional del Litio, y facilitar un ambiente de colaboración que nos permita avanzar en el desarrollo de esta industria estratégica, en base al marco legal que hoy la rige y a la construcción normativa que habrá que realizar. En tanto, el gobierno debe dar una señal de continuidad en relación al desarrollo de la industria del hidrógeno verde, reconociendo los avances de la administración anterior en esta materia, tal como expresó el Ministerio de Economía en una sesión especial convocada por el Senado a inicios de julio.

En ese sentido, espero que el reciente lanzamiento del Comité Estratégico para el Hidrógeno, donde participa la ex presidenta Michelle Bachelet, tenga por objeto afinar e implementar la estrategia ya desarrollada, la cual en su momento fue precedida por otro Comité donde participó el expresidente Ricardo Lagos.

Somos un país que libera pocos gases contaminantes a la atmósfera con relación al resto del mundo, pero tenemos la llave para entregarle a buena parte de él las fuentes de energía limpia que la humanidad necesita con urgencia, para enfrentar el mayor desafío de esta época: la lucha contra el cambio climático, sin poner en riesgo el desarrollo y bienestar de la población y la salud del planeta.

Aquilatemos esta responsabilidad que Chile tiene con el planeta y con su propio desarrollo. Es tiempo de actuar y pensar en grande.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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