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El sabio, la vaca y Argentina Opinión

El sabio, la vaca y Argentina

Elisa Cabezón
Por : Elisa Cabezón Directora de Evidencia de Pivotes.
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Para terminar el financiamiento estatal vía inflación, primero se debe hacer algo muy impopular: reducir el gasto público. Y, para reducirlo, se necesita un sistema de gobierno fuerte y unido.


Conocido es el cuento del sabio y la vaca. “Había una vez un sabio que estaba viajando y se detuvo ante una cabaña muy precaria. Tocó la puerta y lo atendió una pareja con cinco hijos, desnutridos, vestidos con ropas viejas y gastadas. La familia generosamente lo invitó a alojar. Conversando, el padre le contó que su única fuente de sustento era una flaca vaca, que daba un poco de leche todos los días, y con eso tenían lo suficiente para sobrevivir. Al día siguiente en la madrugada, el sabio mató la vaca y siguió con su viaje”.

“Un año después, el sabio vuelve al mismo lugar, pero en vez de encontrarse con la pobre cabaña, se encuentra con una casa grande, con varias vacas, un tractor y un amplio terreno sembrado. Al tocar la puerta le abre la misma familia, con buenas vestimentas, nutridos y con muchas comodidades al interior del hogar. El padre le cuenta al sabio que, después de su partida, un maleante mató la vaca que les daba sustento. Después de ese shock, el padre estuvo obligado a encontrar otra fuente de alimento para su familia. Pidió prestado dinero a su vecino y armó un huerto en su jardín. Con la cosecha logró alimentar a su familia y devolver el dinero. Extendió el huerto y vendió los alimentos que le sobraban. Compró vacas y más herramientas para mejorar la producción en su granja. Durante el año la calidad de vida de su familia mejoró notablemente”.

Esta famosa fábula se puede aplicar a distintas situaciones. En esta columna quiero aplicarla a la realidad de Argentina. La historia económica de nuestro vecino es triste. En el siglo XX Argentina era el país de mayor ingreso en Latinoamérica. Es un país con tierra fértil, petróleo, gas y gente educada, entre otros elementos. Pero a pesar de estas ricas fuentes de producción, el austero Chile, con menos fuentes de recursos, logró alcanzar y superar su nivel de ingreso: en 1990, el PIB per cápita de Argentina era 1,45 veces el PIB per cápita de Chile; hoy el ingreso promedio de los argentinos es un 85% del de los chilenos. Y lo peor es que el nivel de ingreso en Argentina ha ido cayendo en los últimos años.

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El diagnóstico no es claro, y muchas deben ser las causas detrás de este deterioro, pero me atrevo a plantear que Argentina tiene una vaca flaca que le dificulta el progreso. Miremos algunos números.

Los datos del Banco Mundial señalan que, mientras el país vecino gasta aproximadamente 14 puntos de su PIB en subsidios y transferencias del Estado, en Chile este tipo de gasto es apenas la mitad, solo 7 puntos del PIB. Esto llama considerablemente la atención, si tomamos en cuenta que el porcentaje de la población que vive bajo la línea de la pobreza es 39,2% en Argentina, y en Chile es apenas un 6,5%. ¿Cómo un país que recibe tanta ayuda estatal tiene tanta pobreza?

Parte de este enigma se resuelve al mirar los datos de inflación. Mientras en Chile la autonomía del Banco Central logra tasas alrededor del 3%, en Argentina la inflación supera los dos dígitos. De hecho, ¡la inflación acumulada del 2023 ya superó el 100%! Este acelerado aumento de los precios es síntoma de cómo el Estado argentino financia gran parte de sus gastos: imprimiendo billetes a una velocidad mayor que la producción de bienes y servicios, provocando aumentos de precios superiores a los salarios recibidos por los argentinos. Este gasto estatal a través de la impresión de billetes actúa como la leche de la vaca: una ilusión de aparente riqueza.

Para terminar con esta ilusión, los países necesitan un sabio que mate la vaca, que elimine la “impresora de dinero estatal”. Pero la realidad es más compleja y difícil que en los cuentos. Para terminar el financiamiento estatal vía inflación, primero se debe hacer algo muy impopular: reducir el gasto público. Y, para reducirlo, se necesita un sistema de gobierno fuerte y unido, en que tanto el oficialismo y la oposición estén de acuerdo con la medida.

Solo un gobierno así podría tomar el rol del sabio del cuento. Varios países han logrado esto. Destacados son los casos de Dinamarca e Irlanda, que no solo lograron bajar el gasto estatal y la inflación, sino también los impuestos, lo que estimuló la inversión y la economía privada. Chile también logró lo mismo a fines del siglo pasado, aunque el impopular recorte estatal no comenzó en democracia, sino en dictadura, donde no se necesitaba apoyo popular para implementar la medida.

¿Llegará el sabio a Argentina a matar la vaca? El último debate presidencial del país vecino apunta a que el sabio está lejos, muy lejos de llegar.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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