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El desafío de conservar y administrar Áreas Silvestres Protegidas en la Patagonia Opinión

El desafío de conservar y administrar Áreas Silvestres Protegidas en la Patagonia

César Guala Catalán
Por : César Guala Catalán Director Programa Austral Patagonia, Universidad Austral de Chile.
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Evidentemente el presupuesto de Conaf no alcanza para ello y, si bien las fichas están puestas en el nuevo Servicio de Biodiversidad y Áreas Protegidas, no es menos cierto que faltan algunos años para que este servicio se haga cargo, plenamente, de las áreas protegidas del Estado y de otras también.


Si de hacer una buena inversión de recursos y energías se trata, las áreas protegidas resultan ser una gran opción: no sólo son la mejor herramienta para conservar los ecosistemas y biodiversidad, sino también un polo de desarrollo local y nacional a través de los múltiples servicios ecosistémicos que brinda, como el turismo y la recreación. Ello, siempre y cuando su gestión sea la óptima. Bien lo saben los países que han hecho de las áreas protegidas un modelo de desarrollo, como Costa Rica o Colombia, invirtiendo recursos propios y canalizando la cooperación internacional hacia el desarrollo de estas áreas, realidad -sin embargo- que dista mucho de la de Chile: el país se encuentra dentro de los 10 que menos aporta a la conservación de su biodiversidad. 

Lo anterior ha justificado nuestro trabajo durante estos seis años, y ha orientado nuestros esfuerzos, decisiones y acciones en la Patagonia chilena. Es en esa región donde se concentra el 89% de las áreas protegidas del Sistema Nacional de Áreas Silvestres Protegidas del Estado (SNASPE) administrado por CONAF: son 41 áreas protegidas, entre parques nacionales, reservas nacionales y monumentos naturales, que cubren un gran porcentaje de su territorio y también una porción importante de maritorio. Patagonia cuenta, por lo tanto, con una herramienta de protección y conservación que podría ser altamente efectiva para cumplir con metas internacionales y nacionales de conservación. Podría, decimos, porque para ello la brecha en financiamiento y gestión es aún enorme. 

Lo hemos señalado en varias ocasiones: según un estudio realizado por este Programa y un equipo de investigadores de la Facultad de Cs. Económicas y Administrativas de la UACh, una gestión óptima de las áreas protegidas del Estado requiere duplicar -casi- su presupuesto anual, considerando que un área debe contar con planes de manejo, estrategias de monitoreo y un equipamiento e infraestructura óptimo para recibir a sus visitantes y ofrecer espacios de esparcimientos y educación. Además, necesita de estrategias para asegurar el involucramiento, participación, coordinación y respaldo de las comunidades vecinas o comunidades portal.  Todo eso, y más, es parte de una buena gestión y requiere de muchos recursos. 

Evidentemente el presupuesto de CONAF no alcanza para ello, y si bien las fichas están puestas en el nuevo Servicio de Biodiversidad y Áreas Protegidas, no es menos cierto que faltan algunos años para que este servicio se haga cargo, plenamente, de las áreas protegidas del Estado y de otras también. Mientras tanto CONAF debe seguir proveyendo condiciones óptimas a los visitantes y turistas, es decir, condiciones que les aseguren una buena experiencia, sin poner en riesgo la integridad de los ecosistemas. Debe, en definitiva, seguir velando por la conservación de estas áreas, porque las amenazas y sus efectos nefastos e irreversibles sobre la biodiversidad no esperarán al traspaso entre servicios.  

Con el diagnóstico así claro, la Universidad Austral de Chile -consecuente con su rol público de generar y transferir conocimiento en pos del desarrollo de la zona sur austral de sur del país- a través del Programa Austral Patagonia ha venido colaborando sistemáticamente con CONAF para hacer posible un apoyo sostenido a la labor de este organismo, buscando fortalecer procesos, capacidades y herramientas para hacer frente a la misión de gestionar las áreas protegidas que, más allá de quien las administre, son de todas y todos los chilenos. Es más, son de la humanidad.

Desde el 2018, por ejemplo, hemos desarrollado un amplio abanico de estudios científicos y técnicos que han servido de insumo para la elaboración de los planes de manejo de áreas protegidas de las regiones de Aysén y Magallanes, como los planes del Parque Nacional Cerro Castillo, Parque Nacional Isla Magdalena, Parque Nacional Bernardo O’Higgins, Parque y Reserva Nacional Kawésqar o Reserva Nacional Guaitecas, que ya están en su fase final.  Hemos, asimismo, puesto a disposición de CONAF profesionales expertos en planificación de áreas protegidas para que acompañen y guíen ese proceso cuando es necesario. Y como la planificación y desarrollo de un área protegida requiere de la participación e involucramiento de las comunidades locales, hemos apoyado a los equipos de esta institución para fortalecer los procesos participativos que lidera en el marco de los planes de manejo. Un ejemplo de este último punto es el recién conformado consejo consultivo del Parque Nacional Cerro Castillo, a través del cual CONAF busca implementar el enfoque de gobernanza inclusiva que beneficie a todos los actores, incluida la biodiversidad. 

De igual forma, hemos apoyado el fortalecimiento de capacidades en monitoreo de fauna y ecosistemas al interior de parques y reservas nacionales, lo cual resulta clave para ir evaluando la eficacia de las medidas de conservación de especies y control de amenazas implementadas en un área. En esa línea donamos a CONAF 80 cámaras trampas para ser instaladas en distintas áreas protegidas de la Patagonia, y realizamos varios cursos para capacitar a guardaparques y otros funcionarios de la institución en el uso de esta y otras técnicas de monitoreo validadas internacionalmente, como la técnica SMART. Por último, y no menos importante, hemos apoyado a CONAF en la consecución de recursos para el desarrollo de infraestructura o adquisición de equipamiento, poniendo a su disposición profesionales especializados en la formulación de proyectos.  

Gestionar áreas protegidas como las de la Patagonia, con extensiones que llegan a igualar el tamaño de países enteros (como ocurre con el Parque Nacional Kawésqar y Bélgica), requiere de enormes esfuerzos que la CONAF bien conoce. Pero si de conservación de ecosistemas y biodiversidad se trata, la responsabilidad es de todos y todas quienes podemos aportar, desde distintos nichos, a generar información y apoyar procesos de los cuales depende -a la larga- la continuidad de la naturaleza tal como la conocemos.

Desde el Programa Austral Patagonia de la UACh seguiremos aportando a ese desafío, para que algún día logremos cumplir con el estándar óptimo de gestión que permita a todos nuestros parques y reservas ser parte de la Lista Verde de Áreas Protegidas y Conservadas de la UICN, y estar en el radar de las mejores áreas protegidas para visitar en el mundo. Sin duda que esta es la mejor inversión. 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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