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El peñascazo de un artista Crédito: Registro fotográfico de intervención “Palabras Mayores” de Enrique Matthey. Extraído del sitio web: www.artes.uchile.cl

El peñascazo de un artista

Alejandro Reyes Vergara
Por : Alejandro Reyes Vergara Abogado y consultor
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En mi opinión, como explicaré en esta columna y la siguiente, la obra de Matthey carece de novedad y originalidad.


Todos tenemos derecho a opinar sobre lo que se instale en el espacio público, más si es un lugar o un objeto emblemático de la ciudad. Con mayor razón si afecta a uno o más monumentos nacionales o patrimoniales, sea una obra de arte o la arquitectura (que es una expresión artística). 

Toda obra de arte que exhibe un artista es para ser mirada, experimentada, escrutada, descifrada, interpretada o sentida por los espectadores. 

¿Qué es el arte? Es una pregunta muy difícil de contestar. Puede ser más fácil decir qué no es arte. Desde que el arte conceptual y abstracto estrenó en el siglo XX se hizo más difícil aún. Hay muchísimos conceptos y aproximaciones. Algo similar sucede con la belleza. Actualmente la extensión conceptual de ambos es tan amplia y flexible, que es muy difícil dar una definición que comprenda a todas las obras que hoy se califican o autocalifican como arte. Sus fronteras son difusas. Algunos ya dicen que hoy el arte no existe.  También los conceptos del arte y de la belleza no son constantes, han ido variando en la historia. En la Antigüedad griega, en el Imperio romano, en la Edad Media, en el Renacimiento, en el Clasicismo, el Romanticismo, etc., arte y belleza han tenido significados y finalidades distintas.  

No soy un experto, ni de lejos. Pero de modo muy general y simple, una obra de arte es un acto o expresión creativa que pretende ser original (novedosa), de buena factura o técnica de ejecución, que tiene un respaldo conceptual, es decir, una idea de trasfondo, con la que el artista quiere comunicar algo, generalmente una emoción, un concepto o idea, una opinión sobre el contexto histórico, una crítica o denuncia sobre la sociedad contemporánea o sobre un hecho o realidad específica, etc.

Desde el siglo XX un buen artista, en general, no nos entrega su obra digerida o explicada. Dado que no es figurativa sino conceptual, solo nos entrega una obra simbólica, es decir, con un mensaje oculto que nosotros debemos descifrar. Distinguir la paja del trigo se hace más complejo. También con frecuencia el arte busca un placer estético para el espectador, que brota de la obra por su belleza, aunque sea abstracta o conceptual, que la hace más atractiva. Y quizás lo más importante en una obra de arte es que logre conmovernos, generarnos emociones y, a través de la emoción, impactar en nuestros sentimientos, la espiritualidad o el intelecto. No en todos nosotros la misma obra produce el mismo impacto ni la misma emoción.

Ha estado varios meses en exhibición la obra del artista y profesor de la U. de Chile Enrique Matthey, que es una gran “roca”, que bien podría ser una papa gigante (falsa o de utilería) instalada frente al Museo de Bellas Artes, y que tapa parte de la arquitectura y la totalidad de la genial escultura de Rebeca Matte “Unidos en la Gloria y en la Muerte”.

En mi opinión, como explicaré en esta columna y la siguiente, la obra de Matthey carece de novedad y originalidad; sus fundamentos conceptuales explicados por el mismo artista son sorprendentemente precarios y livianos; no comunica ni produce el efecto que el artista pretendía; la factura o técnica de la obra es mediocre; se emplaza en un lugar inmerecido, muy emblemático para la ciudad; recibiendo un financiamiento absolutamente desproporcionado del Fondart de $ 23 millones; atropellando y vulgarizando obras de otros artistas de la mejor reputación y excelencia en nuestra historia, que son patrimonio de todos nosotros.

La “roca”, entonces, más parece un peñascazo contra el arte y los artistas. Una falta de respeto contra Rebeca Matte y Emilio Jecquier, y también a la enorme mayoría de los ciudadanos de Santiago.

Pero lo más sorprendente es que el mismo fenómeno se ha producido esta semana en Valparaíso, con una obra de “arte” que ha incluido un rayado grueso en pintura negra, horizontal y continua por el frontis y puertas de decenas de preciosos edificios patrimoniales de la zona histórica de dicha ciudad, declarada por Unesco Patrimonio de la Humanidad. Igual que la “roca”, ha sido financiada con un Fondart por aproximadamente $ 25 millones de pesos. 

¿Por qué los actuales artistas están pisoteando y vulgarizando a los antiguos? ¿Por qué se dan la licencia de maltratar las buenas obras de estos? ¿Para atraer la atención sobre sí mismos y su obra a costa de las ajenas? ¿Por qué se hace con el consentimiento previo de los museos, del Consejo de Monumentos Nacionales encargado de protegerlos, de la municipalidad que debe cuidar su espacio público? ¿Por qué el peñascazo contra al buen arte patrimonial se arroja con el gentil auspicio de Fondart, que entregó $23 millones al artista para hacer esta obra? ¿Cuál de todas esas entidades desempeñó peor su rol?

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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