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Repensando la educación en Ciencias de la Salud: un urgente llamado a la reflexión y al cambio Opinión

Repensando la educación en Ciencias de la Salud: un urgente llamado a la reflexión y al cambio

Lylian Macías Inzunza
Por : Lylian Macías Inzunza Académica Escuela de Enfermería de la Usach Doctora en Educación y Sociedad
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Debe fomentarse un ambiente donde la empatía, el respeto y la seguridad emocional no sean solo ideales aspiracionales, sino principios fundamentales que guíen cada aspecto de la formación clínica.


En el tejido de la educación en Ciencias de la Salud, la tragedia de Catalina, la estudiante de terapia ocupacional que se quitó la vida producto de malos tratos en su práctica profesional, ha resaltado una dolorosa verdad. Nuestros entornos educativos y prácticos, lejos de ser los refugios de seguridad y empatía que prometemos, a menudo, se convierten en escenarios de conformidad y sumisión ante prácticas y relaciones de poder opresivas. Este reconocimiento nos obliga a mirar más allá de la superficie de la educación en los espacios clínicos y cuestionar las ideologías dominantes que dan forma a la experiencia de aprendizaje de nuestros futuros profesionales de la salud.

La formación del estudiantado de Ciencias de la Salud está intrínsecamente ligada con las expectativas y demandas de los grupos dominantes dentro de los ámbitos educativos y sanitarios, definiendo no solo lo que se enseña sino, más críticamente, cómo y por qué se enseña de esa manera. Esta dinámica revela un discurso pedagógico cargado de dinámicas de autoridad, donde profesorado y estudiantado se encuentran a menudo involuntariamente atrapados en una red que privilegia la reproducción de conocimientos y jerarquías establecidas por sobre la innovación y el cuestionamiento crítico.

Frente a esto, surge la pregunta ineludible: ¿es posible desafiar y transformar estas estructuras arraigadas para promover una formación que sea verdaderamente liberadora y empática? La respuesta, aunque compleja, es un profundo sí. Pero requiere de voluntad y de un esfuerzo establecido para desentrañar y redefinir las bases ideológicas que sustentan nuestra educación en salud, reconociendo que el aprendizaje trasciende la mera adquisición de habilidades técnicas.

Debe fomentarse un ambiente donde la empatía, el respeto y la seguridad emocional no sean solo ideales aspiracionales, sino principios fundamentales que guíen cada aspecto de la formación clínica. Los espacios clínicos de práctica, tales como hospitales y clínicas, deben convertirse en extensiones de este ambiente educativo, donde las políticas y la formación reflejen un compromiso inquebrantable con el respeto mutuo y el trato humano.

Este cambio no solo beneficiará a los futuros profesionales de la salud, sino que también influirá positivamente en el bienestar de los pacientes y en la calidad del cuidado sanitario en general. Sin embargo, lograr este cambio exige reconocer la existencia y el impacto de las actuales dinámicas de poder, maltrato y acoso para, así, trabajar activamente para desmantelarlas. Solo a través de una reflexión crítica y una acción colectiva podemos aspirar a construir sistemas de educación y práctica en Ciencias de la Salud que verdaderamente valoren y promuevan la dignidad, la seguridad y el bienestar de todos los involucrados.

Es así que es inherente reflexionar que la educación en Ciencias de la Salud se encuentra en un momento crítico, uno que nos desafía a repensar y reformar profundamente nuestras prácticas y estructuras. La memoria de Catalina, y de todos aquellos que han sufrido lo mismo, en sistemas que deberían protegerlos y engrandecerlos, debe servir como un recordatorio constante de la urgencia y la importancia de este trabajo. Tenemos la responsabilidad, no solo como educadores sino como miembros de una comunidad global, de crear entornos de aprendizaje que sean verdaderamente seguros, empáticos y equitativos. Es una tarea desafiante, pero esencial, para asegurar un futuro en el que la salud y el cuidado sean sinónimos de respeto, compasión y justicia.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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