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Izquierda woke y derecha nacionalista Opinión

Izquierda woke y derecha nacionalista

De esta forma, se puede apreciar que ambos cargan con el riesgo común de expresiones identitarias radicalizadas.


Con motivo del 91° aniversario del Partido Socialista (PS), Paulina Vodanovic planteó que el principal desafío de la izquierda es “sintetizar anhelos de todo el pueblo” y que, precisamente por ello, enfatizó que su partido no es woke, marcando con eso una diferencia respecto al Frente Amplio. 

Sus declaraciones adquieren sentido tras la visita a Chile de Susan Neiman, quien habló sobre su libro Izquierda no es woke, en el que ofrece una defensa de algunos aspectos de la Ilustración, tales como el universalismo de los valores (a los que Vodanovic indirectamente estaría haciendo referencia); la noción de progreso o la idea de que la razón es emancipadora (y no un instrumento de dominación, como otros han sugerido). Como ha señalado la misma autora, el objetivo de su libro estaría lejos de criticar al movimiento woke, pues sería un intento por definir a la izquierda y de aclarar que lo woke sería algo más bien de derecha.

¿Es cierto esto? ¿Es acaso posible predicar de estas tal calificativo? Y tratándose de la izquierda chilena, ¿han aplicado en la práctica los aspectos trabajados por Neiman? ¿O lo woke no les sería tan ajeno como la autora pretende? 

Si se abordan estas preguntas desde el fenómeno que la literatura ha denominado “políticas de identidad” o “identitarias”, nos parece que lo woke atañe tanto a las izquierdas (tanto al Socialismo Democrático como al Frente Amplio) como a las derechas. Aunque Neiman prefiera utilizar el concepto tribalismo en lugar de política de identidad, lo cierto es que múltiples democracias han sido testigos de una misma metamorfosis: cómo ha pasado a ser el espacio público el lugar para expresar la propia identidad y no para deliberar sobre lo que tenemos en común (o valores universales), habida consideración de que cada vez más personas se definen en función de características como el género, la raza o la orientación sexual. 

Esto supone un problema, y que la autora reconoce: reivindicar la propia identidad antes que el universalismo ha dado pie para fenómenos como el victimismo y la idea de que este constituye fuente de autoridad. Si bien es natural que en una democracia se presenten identidades que buscan reconocimiento, el verdadero riesgo se asoma cuando estas demandas se radicalizan. Y en su expresión extrema, terminan por desafiar el principio fundamental de la democracia liberal: la igualdad universal de todos los ciudadanos.

Desde la última década, las “nuevas izquierdas”, y en vista de los cambios experimentados en lo que consideraban su sujeto histórico, plantearon un giro en favor de representar a grupos excluidos (a lo que la colectividad de Vodanovic no ha sido ajena, pues basta recordar el apoyo y entusiasmo con que abrazaron la primera propuesta constitucional). Por su parte, algunas derechas, quizás de forma reactiva a esta deriva woke, asumieron una posición que aboga por revitalizar el patriotismo. Quieren defender la unidad nacional, pero no de forma inclusiva, sino desde un nacionalismo excluyente que también se muestra agresivo frente al principio universal de la igualdad liberal. 

De esta forma, se puede apreciar que ambos cargan con el riesgo común de expresiones identitarias radicalizadas. Y esto cobra especial importancia para nuestro país ad portas de un proceso eleccionario, pues es de prever que se avizoren estos síntomas. Frente a ellos, cabe esperar que la ciudadanía sea capaz de lograr identificar aquellos discursos y posturas que anteponen el universalismo, el valor de la razón y la igualdad formal por sobre las categorías tribales amparadas en la emocionalidad, que no terminan sino por profundizar nuestra polarización, convivencia democrática y fragmentación social. ¿Estaremos siendo demasiado optimistas? 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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