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París recuperará e identificará los cuerpos del vuelo Río-París

La nueva fase de búsqueda, que comenzará «de aquí a tres semanas o un mes» permitirá que los investigadores puedan reflotar «lo esencial del cuerpo del avión» encontrado el pasado sábado en el océano Atlántico y recuperar, entre otras piezas, los motores del aparato.


Francia recuperará e identificará los cuerpos encontrados tras localizar nuevos restos del avión siniestrado en junio de 2009 con 228 personas a bordo cuando cubría el trayecto entre Río de Janeiro y París, informó hoy la ministra francesa de Transportes, Nathalie Kosciusko-Morizet.

La nueva fase de búsqueda, que comenzará «de aquí a tres semanas o un mes» permitirá que los investigadores puedan reflotar «lo esencial del cuerpo del avión» encontrado el pasado sábado en el océano Atlántico y recuperar, entre otras piezas, los motores del aparato.

Sobre los restos humanos, la ministra declinó dar más precisiones por respeto a las familias de los fallecidos entre los que se cuentan franceses, brasileños y alemanes, pues aún no se les ha informado de todos los detalles.

«Es un momento de emoción para las familias porque hace mucho tiempo que buscan», explicó Kosciusko-Morizet, quien señaló que los nuevos hallazgos eran importantes no sólo «para la búsqueda de la verdad» sino «también una mayor seguridad en la aeronáutica».

Las nuevas piezas ayudarán a esclarecer las causas del accidente del Airbus operado por Air France, aunque los términos de la Oficina de Investigaciones y Análisis (BEA) seguirán intentando dar con las cajas negras, esenciales para recomponer el siniestro.

Si bien todavía no las han localizado, creen que pueden encontrarse en el fuselaje o cerca del mismo.

La nueva zona de rastreo, un poco más al sur que el último punto de búsqueda, se encuentra a 3.900 metros de profundidad y ocupa una superficie de 200 metros de ancho por 600 de largo.

Se trata de una «zona relativamente plana» y «concentrada», aseguró en rueda de prensa el director de la BEA, Jean-Paul Troadec, quien evitó dar más detalles para «proteger» el punto donde concentrarán los expertos sus esfuerzos.

Sin embargo, y aunque dieran con los aparatos encargados de registrar las incidencias del vuelo AF447, no es seguro que se puedan extraer los datos transcurridos 21 meses desde el accidente.

«No tenemos experiencia» sobre cajas negras «de esa tecnología sumergida durante tanto tiempo», confesaron los responsables del BEA, por lo que habrá que ver cuál es el «estado de las partes» si se logran localizar.

Los investigadores recordaron a la prensa que primero «hay que encontrarlas, recuperarlas y analizarlas» para ver si se pueden restaurar los datos, casi dos años después del siniestro.

Para esta nueva fase de búsqueda, financiada íntegramente por el Estado francés, se seleccionará una embarcación entre los dos navíos franceses y uno estadounidense en liza para convertirse en el centro de operaciones de la expedición que dirigirá Alain Bouillard, investigador de la BEA.

Hasta que la investigación aporte nuevos datos sólo se ha señalado como responsable parcial del accidente las sondas que medían la velocidad del aparato en vuelo.

En las conclusiones preliminares publicadas en diciembre pasado, la BEA detectó que se produjo un problema en las sondas de velocidad Pitot del avión y que éste pudo influir en el accidente, pero esa oficina que cree que ese error no explica el siniestro por sí solo.

Tras el accidente del vuelo AF447, Air France sustituyó en sus aviones todas las sondas de ese tipo, fabricadas por la empresa francesa Thales.

Tanto la aerolínea como el fabricante aeronáutico europeo Airbus fueron imputados el pasado mes por «homicidio involuntario» en el proceso judicial emprendido para determinar la responsabilidad del accidente, acusación que ambos rechazan porque la investigación todavía no ha concluido.

Sin embargo, los abogados de los familiares -muy críticos hasta ahora con la investigación- entienden que «no hay ninguna duda de la responsabilidad colectiva de Air France y Airbus» porque hay «pruebas abrumadoras» que lo demuestran, como los fallos en los sistemas que utilizaban los pilotos para controlar la velocidad en vuelo.

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