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Carlos Peña: “La gracia de Chávez es que en vez de equivocarse fue un hereje”

“La importancia que reviste la herejía de Chavez –con todas sus payasadas, sus errores y sus abusos- deriva del hecho de que recordó a las élites políticas de la región, incluida la derecha, que el orden social no es un orden natural, atado a las leyes del universo, sino que en buena medida su configuración depende de la voluntad humana a través de la política”, afirma el académico.


El rector de la Universidad Diego Portales, Carlos Peña, califica al fallecido ex mandatario venezolano Hugo Chávez como un “hereje”, debido a que en lugar de equivocarse fue capaz de cambiar la «receta que todos suscriben y confían por otra que invita a seguir pensando».

En su habitual columna en el diario El Mercurio, Peña sostiene que a Chávez se le reprocha haber debilitado la democracia “transformándola en una suma de eventos plebiscitarios, y deterioró la economía. Su retórica, se agrega, inflamó las pasiones, el resentimiento y la venganza de los sectores más postergados de la sociedad venezolana, los mismos que hoy día veneran su cadáver y arman tumultos para despedirlo”.

Asimismo, destaca que su importancia histórica radica en que “a diferencia de otros líderes de la misma índole (Velasco Alvarado en Perú, Juan José Torres en Bolivia) Chávez no vivió en una época donde esa forma de comportarse y ese punto de vista estuviera, por decirlo así, admitida históricamente. En los setenta comportarse de esa forma estaba históricamente normalizado. En el menú de la política de esos años, ser nacionalista y popular, y vestirse de verde oliva, era perfectamente admisible. Chávez, en cambio, vivió en una época intelectualmente disciplinada y unidimensional, una época donde las élites intelectuales, políticas y sociales creían haber alcanzado el fin de la historia, una meseta donde el mercado regía, y no podía sino regir, todo el destino humano”.

“Una época en la que ser progresista no consistía en luchar por la igualdad material, sino en promover el buen funcionamiento del mercado; en la que en vez de hablar de clases, era mejor aludir a las diferencias de género, sexuales o de otra índole; y en la que en lugar de hacer política era mejor hacer public policy”, precisa.

Sin embargo, sostiene Peña que Chávez fue capaz de “pronunciar las palabras prohibidas: clases sociales, oligarquía, dominación, injusticia, todas aquellas que en el discurso que hasta hace poco era dominante aludían a cosas sin sentido, a anacronismos que no valía la pena recordar”.

Y menciona que el ex mandatario venezolano en lugar de equivocarse fue un hereje, explicando que “la diferencia entre quien se equivoca y quien comete una herejía es la siguiente: quien yerra aplica mal, por chapucería o falta de inteligencia, la receta que todos suscriben y en la que todos confían; quien incurre en herejía cambia la receta por otra que, ignota y todo, invita a seguir pensando”.

“Y la importancia que reviste la herejía de Chavez –con todas sus payasadas, sus errores y sus abusos- deriva del hecho de que recordó a las élites políticas de la región, incluida la derecha, que el orden social no es un orden natural, atado a las leyes del universo, sino que en buena medida su configuración depende de la voluntad humana a través de la política”, menciona.

Añade que “Chávez, por supuesto, no es una excepción al dicho hegeliano según el cual todos los hombres son hijos de su tiempo; pero él, y esa es su gracia, es la herejía de su tiempo, la que pone de manifiesto los silencios del discurso dominante y el aspecto negativo de la época que le tocó vivir. En este sentido Chávez fue un síntoma, no una enfermedad. Una enfermedad indica el mal funcionamiento de una estructura; el síntoma muestra lo que la estructura oculta”.

Y agrega que “Hugo Chávez entonces amplió el espacio de la política en la región. Esa ampliación no tiene, por supuesto, ninguna garantía de éxito; pero el espacio que abrió hacia la izquierda no dejará indiferente a nadie. Para la izquierda, Chávez fue el retorno de lo reprimido”.

Además, el académico precisa que se dirá que “la suma de errores que cometió desde el punto de vista del buen diseño de las políticas públicas ¿acaso no echarán por la borda todo su cometido ideológico? No, en absoluto. Chávez tomó la precaución de morir a tiempo. Casi a la edad justa para convertirse en mito. Y lo mitos nadie les pide cuentas”.

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