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Peñailillo héroe, Eyzaguirre villano ANÁLISIS

Peñailillo héroe, Eyzaguirre villano

Edison Ortiz González
Por : Edison Ortiz González Doctor en Historia. Profesor colaborador MGPP, Universidad de Santiago.
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La operación comunicacional montada contra Eyzaguirre desde Palacio no tiene parangón en los anteriores gobiernos de la coalición, donde siempre hubo, en general, una solidaridad básica entre los miembros del gabinete. Esto se entiende aun menos cuando Educación debe ser el área en que están puestas las mayores expectativas de la población para cambiarle el rumbo a un país donde ricos y pobres tienen un trato sustancialmente distinto.


Hace algunas semanas le manifesté a un observador de la vida política que siguiera atentamente la tensión comunicacional que se mantenía desde Ministerios de La Moneda con Nicolás Eyzaguirre. A través de filtraciones y declaraciones en off, se evidenciaba un intento permanente por hacer aparecer al Mineduc –y, por tanto, a la gestión del ministro– como intervenido; esto, a pesar de que se sabía, por ejemplo, que la jugada que llevó a Andrés Palma a la cartera era de responsabilidad absoluta de Eyzaguirre y su entorno más próximo, quienes pusieron a un DC pro reforma en educación y no a un cercano a los sostenedores privados, como probablemente hubiera sido del agrado de Walker. Como son conocidas sus aspiraciones presidenciales, es posible que su figura moleste a quienes se creen los herederos naturales del legado de Michelle Bachelet. Tal vez esto explique que algún ministro de Palacio filtre rumores sobre colegas para desenfocar a la prensa, y ganarse con ello algún reportaje de fin de semana.

Los que conocen el mundillo de la política entienden, además, que el mismo Eyzaguirre venía pidiendo a Harold Correa como jefe de gabinete, precisamente para tener una mejor coordinación con La Moneda, petición que originalmente le fue denegada, pues el ex involucrado en el caso Chiledeportes había priorizado trabajar con Peñailillo. Por eso llamó la atención que, cuando éste finalmente se trasladó al Mineduc, se filtrara desde Palacio la idea de la intervención de la cartera por Interior. Harold Correa tampoco ha aclarado el punto.

Enseguida llegó Palma y otros refuerzos, y siguió la versión transmitida a los medios de comunicación de la intervención del Mineduc. La semana pasada, y a raíz del episodio Arenas, Eyzaguirre ratificó que en Educación no habría espacio para “una cumbre de las galletas”. Menos aún si se considera que lo ocurrido con la reforma tributaria despertó a los miembros de la bancada estudiantil, quienes prontamente se aprestaron a rayarle la cancha al ministro. Este, hacia fines de la semana pasada, le dio un nuevo impulso a la reforma, reforzando los ejes estratégicos de la misma y su difusión entre la ciudadanía, reconociendo con ello los errores comunicacionales cometidos anteriormente. En ese contexto, además, se inscribió su participación elocuente en la sesión del PPD, donde se instaló la nueva directiva, oportunidad en que reiteró el clasismo de nuestra educación y sus nefastas consecuencias sobre el futuro del país. Pero, también dio una entrevista a El Mercurio que encendió el ánimo del movimiento estudiantil (y del gobierno).

[cita]Y la situación política resulta ser la que es: un ministro del Interior que se sobredimensionó en su papel –no hacer chambonadas no es lo mismo que hacerlo bien–, luego de que nadie esperaba mucho de su performance. El gobierno se ha ganado, ahora, un conflicto gratuito con la Cámara, y el desorden impera en la coalición, sin que el ministro del Interior parezca tener capacidad de ordenar la situación. A Eyzaguirre, en tanto, lo traiciona cada vez con mayor frecuencia su personalidad de ‘pije’ y la desesperación de comprobar que, aparte del eslogan “no más lucro”, ni él ni la coalición habían pensado profundamente la solución a la crisis.[/cita]

Esa había sido su respuesta contundente a la nota aparecida el día viernes en el diario La Segunda, donde, una vez más, desde fuentes de La Moneda se criticaba abiertamente la gestión del ministro, y se lanzaban duros epítetos contra Eyzaguirre, presentándose como contraparte a Rodrigo Peñailillo. Ahí se evidenciaba una deslealtad absoluta, tratándose de uno de los miembros del gabinete con uno de los mayores retos gubernamentales.

Fue sencillamente un autogol de media cancha de las altas esferas del Ejecutivo que, seguramente, la derecha y los interesados en que no prospere la reforma deben haber seguido con el mayor interés. Pareciera que desde La Moneda se estuviera trabajando para hacer caer al ministro (y de paso a la reforma), a lo que no ayuda la personalidad soberbia de Eyzaguirre y sus declaraciones que enturbiaron aún más el ya confuso panorama, donde abrió flancos con la Iglesia y con un movimiento estudiantil que, últimamente, estaba haciendo gestos de reapertura al diálogo. Por eso fue criticado en el gabinete del lunes y desde Palacio se volvió a filtrar lo mismo: la crítica exacerbada a Eyzaguirre y ninguna al jefe de gabinete que no logra ordenar –perdónenme la palabra pero se ajusta a la realidad– el despelote existente en la NM. Por el contrario, pareciera ser que Peñailillo es quien más contribuye a ello. Si hasta Walker, principal francotirador por meses de la reforma, ahora le pide a Eyzaguirre lo que él no hizo: guardar silencio. La Confech, empero, se sumó al proceso de diálogo convocado por el Mineduc tras obtener garantías personales del ministro sobre el carácter vinculante del mismo, lo que no tiene precedentes en la gestión gubernamental. Parece que los estudiantes sí saben lo que está en juego en esta disputa.

La autopercepción de que hay una operación política montada en su contra desde Palacio se evidencia hasta en su estado de ánimo: se lo ve más ofuscado, cansado y con menos paciencia (la foto del lunes a la salida del consejo de gabinete es elocuente: Eyzaguirre con una cara que no da para reírse y un Peñailillo sonriente, aunque forzando su mueca). Ya no es el ministro de marzo-abril, que deslumbró por su capacidad de diálogo y sus frases para el bronce. Si hasta las metáforas, antes celebradas, ahora le generan problemas y críticas. La operación comunicacional montada contra Eyzaguirre desde Palacio no tiene parangón en los anteriores gobiernos de la coalición, donde siempre hubo, en general, una solidaridad básica entre los miembros del gabinete. Esto se entiende aun menos cuando Educación debe ser el área donde están puestas las mayores expectativas de la población para cambiarle el rumbo a un país donde ricos y pobres tienen un trato sustancialmente distinto (la pena impuesta por la justicia al hijo del ex senador Carlos Larraín, ¿sería la misma para un simple ciudadano?).

Y la situación política resulta ser la que es: un ministro del Interior que se sobredimensionó en su papel –no hacer chambonadas no es lo mismo que hacerlo bien–, luego de que nadie esperaba mucho de su performance. El gobierno se ha ganado, ahora, un conflicto gratuito con la Cámara, y el desorden impera en la coalición, sin que el ministro del Interior parezca tener capacidad de ordenar la situación. A Eyzaguirre, en tanto, lo traiciona cada vez con mayor frecuencia su personalidad de ‘pije’ y la desesperación de comprobar que, aparte del eslogan “no más lucro”, ni él ni la coalición habían pensado profundamente la solución a la crisis.

La idea gramsciana de la construcción de bloques históricos por los cambios ha sido parte del ABC de las centroizquierdas occidentales y referente obligado al momento de construir alianzas que rompan el statu quo y el conservadurismo imperantes. En Educación, la Presidenta acogió la demanda ciudadana por transformaciones y se conformó una coalición que incluye al PC y sectores vinculados al movimiento estudiantil, como RD, desde donde era posible iniciar el proceso de cambio que, en veinte años, termine por transformar la configuración del país. No sabemos si quienes desde La Moneda hicieron estas filtraciones (y las continuaron realizando después del gabinete), que debilitan aún más la gestión del ministro, o los exabruptos de este último, estaban conscientes del sentido estratégico de esta formulación, omisión que, al gobierno y a las aspiraciones ciudadanas, pueden terminar costándoles muy caras. Los de La Moneda han dado una clara lección de poder, aunque aún no sabemos para qué.

La caída del desgastado ministro puede producirse por decisión propia o porque la reforma se torne ingobernable y él se transforme en el fusible a emplear por la Presidenta. Eyzaguirre, como cualquier ser humano, no está exento de defectos, pero está claro que, hasta hoy, Educación no había exhibido un ministro más progresista. Si se va, el movimiento estudiantil más radical y también sus detractores conservadores celebrarán, aunque en el primer caso será un triunfo a lo Pirro. No duden que quien lo reemplace va a ser alguien muy cercano a la Iglesia o a los sostenedores, como ya ocurrió en 2008. Símbolo de que por impericia propia, sin necesidad de cumbre de las galletas ni de acuerdos extrainstitucionales, se puede terminar desfondando la mayor promesa del gobierno. Es lo que hay.

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