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Tironi explica su polémica columna: «Fui crucificado en las redes sociales»

Tironi explica su polémica columna: «Fui crucificado en las redes sociales»

“Bajo otra firma y en un medio distinto a este, pienso, mi descripción de quienes llenaban este verano las estaciones de servicio en la carretera al sur habría pasado como una modesta observación etnográfica, y no tomado como un escándalo», dijo el sociólogo en su nueva columna.


Hace algunas semanas en su habitual columna de El Mercurio, el sociólogo Eugenio Tironi nos recordaba porqué hablamos de él como el socio – director de una agencia de comunicación corporativa y ya olvidamos, con su ayuda, su época en la cabeza del MAPU.

“Bueno” fue un discurso sobre la nueva cara de un Chile más accesible para las capas bajas, una etnografía del chileno emergente y su conducta en vacaciones. “La mayoría eran morenos, bajos, algo entrados en carnes, con shorts y camisetas de la U o del Colo-Colo, que salían de los baños con la cabeza mojada para combatir el calor antes de reingresar a sus vehículos, no sin antes dar de beber a la mascota y tirar la basura en depósitos siempre repletos. Digamos que con las carreteras concesionadas pasó lo mismo que con el Metro de Santiago: se democratizaron”, decía el ensayista.

“Por decir lo anterior fui crucificado en las redes sociales. Nadie con quien me topara en los días posteriores dejó de hablarme del tema, en general para decirme que habían observado lo mismo, pero que quizás lo había expuesto de un modo «inadecuado»”, afirmó hoy para empezar su nueva columna: “Malo”.

“Aún imbuido de esa suerte de inocencia que resulta de haber pasado las vacaciones zambullido en una pequeña localidad del sur, en mi columna anterior daba cuenta de algo que me viene conmoviendo desde hace más de veinte años: cómo Chile, su belleza natural, su patrimonio cultural y su infraestructura pública se hacen cada vez más accesibles a los chilenos: cómo ha venido retrocediendo la más injusta de las discriminaciones, la que brota de la desigual apropiación de algo que es de todos, aquello por lo que han luchado nuestros antepasados y por lo que cada uno de nosotros entrega diariamente algo de sí, esto que llamamos la patria. Esto, decía, es ciertamente fastidioso para los que teníamos el privilegio de disponer de Chile como si fuera un coto exclusivo, y que ahora lo debemos compartir; pero descontado esto -lo que brota cada vez que el avance de la democracia hecha abajo una prebenda-, estamos ante un logro extraordinario, que alimenta, amplía y materializa el amor por Chile”, parte diciendo.

“Bajo otra firma y en un medio distinto a este, pienso, mi descripción de quienes llenaban este verano las estaciones de servicio en la carretera al sur habría pasado como una modesta observación etnográfica, y no tomado como un escándalo. La reacción ante mi columna tuvo que ver en parte con esto”, continuó diciendo el sociólogo para explicar que, según él, a los lectores no les molestó el qué de la columna, sino el quién de la autoría.

Respecto a su identificación con la clase acomodada y su posterior análisis desde esa vereda, dijo:

“Hay algo más. Osé señalar «lo molesto que es para gente como uno perder el privilegio de disponer de tanta belleza solo para uno», lo que se leyó como desvergonzadamente clasista. Me pregunto: ¿Acaso nos gusta que se atiborren de gente lugares que creíamos exclusivos, sea un lago o una plaza, un balneario o un mall, un autobús o una escuela? Instintivamente a nadie le gusta, ni a rubios ni a morenos, ni a esbeltos ni a rechonchos, ni a ricos ni a pobres. Pero todo nos lleva a negar esta incomodidad, o disparar contra los que la ponen sobre la mesa. Mi columna invitaba a reflexionar acerca de esta reacción, para poder genuinamente superarla; pero en muchos casos, descubrí, la negación es más fuerte”.

Luego, a modo de cierre, señaló que “el término «gente como uno» provocó el griterío. Lo usé a propósito. Nada hubiese pasado si me hubiese escudado en mi condición de sociólogo para aludir a los «poderosos», los «privilegiados», los «oligarcas» y otras categorías contra las cuales se puede arremeter sin desgarro personal alguno. Elegí otro camino: no excluirme del escenario y hablar desde mí mismo. Lo mismo me pasó cuando en una entrevista dije ser rico -como de hecho lo soy para los cánones chilenos si aceptamos, por ejemplo, los umbrales que fija la prestigiosa ONG británica Oxfam-. Esta opción para algunos es objeto de condena; pero en mi caso, me temo, ya es un camino sin retorno”.

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