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Alta inasistencia a clases: ¿qué efectos podría tener esto a largo plazo? Niñez

Alta inasistencia a clases: ¿qué efectos podría tener esto a largo plazo?

 El promedio de asistencia diaria oscila entre el 68 y 77% este año. Un estudio reciente realizado por la Universidad Católica y la Universidad de Chile asegura que 70 mil párvulos no tuvieron ningún tipo de contacto con su establecimiento el primer semestre. Esto, tendría un impacto directo en el desarrollo y la manera de interactuar de la primera infancia. Por otro lado, 100 mil estudiantes no asistieron a clases el mismo semestre, lo que afectaría directamente en su aprendizaje.


Desde inicios de 2020, producto de la pandemia, los establecimientos educacionales se vieron obligados a suspender sus clases presenciales por razones de salud. Sin embargo, desde comienzos de este año el Ministerio de Educación anunció la vuelta a clases presenciales.

Esto produjo un aumento en la presencialidad, pero al término del primer semestre, los índices según estudios elaborados por centros investigativos de la Universidad Católica -Escuela de Gobierno- y la Universidad de Chile -CIAE-, muestran que la asistencia diaria se sitúa entre 68 y 77%, muy por debajo del 90% recomendado.

La importancia de entender el foco de la educación no solo desde el desarrollo cognitivo, según especialistas, es clave al momento de comprender los beneficios de la presencialidad.

La académica de la Facultad de Educación de la Universidad de los Andes, Andrea Pardo, comenta que “si hablamos de educación integral, la propuesta entonces es que justamente se integren distintos ámbitos tales como lo ético- valórico y lo socioemocional entre otros».

«Por lo tanto, si queremos aprender a relacionarnos con otros que son distintos a mí, que provienen de culturas diferentes a las de mi hogar, la escuela y en particular, la sala de clases es el lugar donde esas interacciones se desarrollan y son acompañadas y modeladas por profesores y profesoras”, agrega.

Aquellas interacciones, para la académica, son las que permiten, por ejemplo, enseñar a los niños distintas estrategias de regulación emocional, para que así aprendan a expresar lo que sienten sin dañarse ni dañar a otros.

“Probablemente entonces un niño que no asiste al jardín o a la escuela va a tener menos posibilidades de interacciones con sus pares”, comenta Pardo. Añade, que, como consecuencia de esto, tendrá menos oportunidades de comprender, empatizar, escuchar y reflexionar junto a otros niños y a su profesor que sus compañeros que asisten a la escuela.

En la literatura se está investigado que los niños y las niñas que desarrollan mayores habilidades socioemocionales son estudiantes que obtienen mejores desempeños académicos. “Esto porque han hecho un trabajo personal y social, donde saben quiénes son, conocen sus logros, sus posibilidades de mejora y cómo seguir avanzando”, menciona la académica de la Uandes.

El trabajo docente debe ser pensado en su conjunto y “no como una mera relación en donde sólo se imparten contenidos cuyo foco es lo cognitivo, lo socioemocional es fundamental también”.

Esto último, forma parte central de la relación entre docente y alumno, pero no debe ser aprehendida como lo único, y “sin la comprensión educativa integral, no se podrá avanzar para paliar los efectos que la pandemia ocasionó”, dice la académica.

El encierro prolongado de casi dos años de miles de niños y niñas provocó una alteración en el aprendizaje tanto cognitivo como socio emocional y lo que ello significó, y la relevancia de la presencialidad juegan un rol clave para entender las consecuencias que se han ocasionado, y poder abordarlas con políticas pertinentes.

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