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Cómo entender la mentalidad contraria a la inmigración Sociedad

Cómo entender la mentalidad contraria a la inmigración

Independientemente de lo que pase con la votación de este jueves, es probable que el debate sobre la inmigración permanezca en el centro de la política británica durante un tiempo. Las opiniones son complejas y no necesariamente lógicas. Pero ni siquiera los británicos que temen por su futuro piensan necesariamente que la inmigración ha tenido un costo económico.


En momentos en que el Reino Unido decide si abandona o no la Unión Europea, es evidente que hay un problema que creó la mayor fuente de tensión: la inmigración.

La actitud británica respecto de la inmigración ha cambiado a lo largo del tiempo, sobre todo desde que la Unión Europea se expandió e incorporó a varios países ex comunistas de Europa del Este. Según la encuesta de British Social Attitudes, en 1995 el 63 por ciento de los británicos estaba a favor de reducir la inmigración. Para 2008, esa posición había crecido a 78 por ciento, nivel en el cual se ha estabilizado.

Para un país que se construyó con una larga historia de inmigración –desde los trabajadores textiles flamencos en el siglo XIV, hasta los trabajadores del Commonwealth en el siglo XX -, el cambio ha sido inesperado y se lo ha atribuido al malestar económico. Pero tal vez no sea ese el caso.

En un estudio reciente, investigadores de la London School of Economics abordaron el tema central del trabajo y los salarios. Durante un periodo en el cual la cantidad de ciudadanos de la UE que vivían en el Reino Unido se triplicó -de 0,9 millones a 3,3 millones en 2015-, no existió impacto adverso alguno en los trabajadores británicos en cuanto a una sustitución del trabajo de la mano de obra británica por el de trabajadores procedentes del extranjero. Si bien sin duda hubo problemas en el mercado laboral, no fueron producto de la inmigración sino de la lenta recuperación de la crisis financiera mundial.

El promedio de los inmigrantes de la UE tiene un mejor nivel educativo que la población local. Es más probable que tengan un empleo y que paguen más impuestos en relación con lo que reciben en beneficios y servicios públicos. Un estudio de 22 países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos publicado el año pasado determinó que la inmigración impulsa un aumento de la productividad. En relación con el Reino Unido, las conclusiones sugieren que reducir a la mitad la inmigración haría declinar un 0,32 por ciento el crecimiento anual de la productividad. Los investigadores de la LSE escribieron: “Podemos afirmar que la evidencia empírica demuestra que la inmigración de la UE no ha tenido efectos negativos para la población británica en lo relativo al empleo, los salarios ni la desigualdad”.

Más allá del Reino Unido y de la pregunta por la migración de la UE, los datos económicos que difundió la Asociación Económica de los Estados Unidos, AEA por la sigla en inglés, sugiere que reducir las barreras a la libertad de desplazamiento podría aportar a la economía global más que cualquier otra forma de liberalización del mercado, incluido el libre movimiento de bienes y capital.

En una investigación publicada esta semana, la encuestadora Ipsos MORI determina que el 46 por ciento de los británicos considera que la economía se ha beneficiado de la inmigración procedente de la UE, en comparación con sólo un 30 por ciento que piensa lo contrario. Menos de uno de cada cuatro considera que la inmigración de la UE ha tenido un efecto negativo en las áreas locales. Por lo que parece, los argumentos económicos positivos no han caído en saco roto.

Sin embargo, a la pregunta de si la inmigración de la UE ha sido “buena en su conjunto para el Reino Unido”, la encuesta revela una división mucho más profunda: cuatro de cada 10 consultados piensa que la inmigración ha sido positiva, mientras que una cantidad igual considera que ha sido mala (un 20 por ciento no lo sabe o tiene una posición neutral). Según la Encuesta Británica de Actitudes Sociales, “más de la mitad de las personas (54 por ciento) que consideran que la inmigración es buena para la economía también quiere que se reduzca la inmigración”.

Independientemente de lo que pase con la votación de este jueves, es probable que el debate sobre la inmigración permanezca en el centro de la política británica durante un tiempo. Las opiniones son complejas y no necesariamente lógicas. Pero ni siquiera los británicos que temen por su futuro piensan necesariamente que la inmigración ha tenido un costo económico. En un año de turbulencia y tensión, eso es por lo menos algo en lo que apoyarse.

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