¿De qué manera se construyen objetos de odio que alinean a grupos para discriminar a otros? Las emociones, como el odio, son probablemente uno de los atributos de la humanidad más despolitizados. Usualmente, nuestras emociones son consideradas sentimientos individuales y reacciones justificables a eventos particulares o personas específicas. Como Mafalda muchos niñes odian la sopa. Pero, también, muchos adultos odian los Mapuche porque son terroristas, los extranjeros porque roban el trabajo de los chilenos, o simplemente no odian a la gente gay o trans, pero si aman a una única forma de entender la familia, la vida en pareja o la corporalidad. Entonces, no es que odie, pero ama determinadas realidades, subjetividades e ideales, y por default, odia lo que no se alinea con lo que ama, o aquello que les atemoriza porque amenaza lo que ama. Este punto es importante, porque muchos de los discursos de odio, son construidos a través de objetos e ideales nacionales como el amor y la libertad, y como excusa para defender algo que se ama. Por el amor a nuestros hijos/as, a la familia, la bandera, la patria, el país, etc.
[cita tipo=»destaque»] Las emociones hacen cosas y tienen impacto, alineando individuos con comunidades, y quien no es amado, es situado en la otredad y discriminado. [/cita]
Esta aparente inversión en el amor, —hacemos y decimos determinadas cosas porque amamos, no porque odiamos, se construye bajo una enorme cantidad de trabajo emocional, como una forma de justificación y persuasión. Por ejemplo, amo a mis hijos y a mi familia, y soy odiada, o me siento amenazada y victimizada, por la ley, el gobierno, la política, etc. Politizar las emociones significa comprender que éstas se despliegan estratégicamente en un entramado de economías afectivas. Las emociones hacen cosas y tienen impacto, alineando individuos con comunidades, y quien no es amado, es situado en la otredad y discriminado.
¿En qué nos ayudaría politizar las emociones? Mover las emociones más allá de la mirada neoliberal de entenderlas como disposiciones psicológicas individuales, nos permite comprender cómo éstas construyen realidades particulares, impactando colectivamente las relaciones sociales. Por ejemplo, en el caso de la homofobia y transfobia, desplegado a través del mal llamado bus de la libertad, se encuentra entretejido un discurso emocional sobre el amor, el miedo y el odio.
Dado el aumento de crímenes de odio contra personas trans y homosexuales este último tiempo, no se puede desconocer el impacto público del desplazamiento de un objeto cargado de un discurso que abiertamente manifiesta la negación de identidades de personas trans y de otros derechos de personas LGBTQ. Ese es el mensaje explícito del bus: no existen las personas trans y no queremos que nuestros hijos sepan sobre las personas LGBTQ, ni que piensen que tienen derechos. Una discusión reflexiva sobre el impacto que genera el desplazamiento de éste bus, requiere preguntas pedagógicamente necesarias sobre las emociones que fundamentan su existencia.