La felicidad obligatoria, productividad extrema y las frases motivacionales se han convertido en armas de doble filo para la salud mental de las mujeres. Porque sí, el positivismo puede ser tóxico.
En un mundo impulsado por el “Si quieres, puedes”, las mujeres se enfrentan a un mandato invisible pero abrumador: la obligación de irradiar una felicidad constante, ser altamente productivas y cumplir con estándares de belleza inalcanzables. Este positivismo tóxico, disfrazado como un mensaje de empoderamiento, ha generado un peso psicológico significativo para muchas mujeres, impactando su salud mental de maneras considerables.
“Cuando hablamos de positividad tóxica nos referimos al mandato de “ser positivo” y “feliz” ignorando los contextos socio-culturales de opresión, generando la noción de que el bienestar psicológico está plenamente dentro del control del individuo. Obviando también el amplio rango de emocionalidad humana y categorizando emociones como “buenas” y “malas”, comenta la Red de Psicólogas Feministas en sus redes sociales.
Al respecto, también cuentan que su origen se remonta a fines de los 90 con el surgimiento de la psicología positiva, que se basa en la idea de que el bienestar psicológico está “plenamente dentro del control del individuo”.
Una idea sin duda atractiva, pues podría impulsar a las personas a crear la mejor experiencia de vida posible. Sin embargo, no es una realidad concreta, pues significa una presión que puede generar precisamente el efecto contrario, al insinuar que las personas son responsables de su propia felicidad: “si no eres feliz, es tu culpa”.
“Estar negando nuestras emociones asumir que tengo que estar bien o ser optimista constantemente, hace que el intento de estar siempre bien se transforme en un estado altamente estresante, agotador mental y emocionalmente para las personas”, explica a El Mostrador Braga la magíster psicología clínica adulta de la Universidad de Chile, Andrea Acevedo.
La cultura del positivismo excesivo refuerza la idea de que las mujeres deben enfrentar cada desafío con una sonrisa en el rostro. Esto crea una falsa expectativa de felicidad perpetua, ignorando las complejidades emocionales y las luchas internas que todas las personas experimentan en la vida cotidiana.
Según afirmó la experta, los estándares no bajan: “Siempre tengo que estar presionada a mostrarme feliz, a mostrarme positiva, porque la sociedad me quiere ver así en todos los roles”
La presión por ser una “mujer empoderada”, una buena madre, una excelente profesional y tener una vida social activa puede llevar a una desconexión con la realidad personal. “No darse permiso para conectarse con las emociones nos va a crear frustración ansiedad y posiblemente cuadros depresivos”, agregó.
La obsesión por la productividad también se ha convertido en un componente integral del positivismo tóxico. Las mujeres se encuentran constantemente bajo presión para equilibrar múltiples roles, ya sea en el trabajo, en el hogar o en la sociedad.
Este foco desmedido en la productividad puede llevar a la agotadora sensación de no estar a la altura de las expectativas, generando estrés, ansiedad u otros problemas de salud. La psicóloga explicó cómo la somatización de las emociones puede generar incluso afecciones físicas como el colon irritable.
Hoy, las redes sociales están inundadas de frases motivacionales que pretenden inspirar, sin embargo, su uso excesivo puede tener el efecto contrario. La repetición constante de mensajes como “si quieres, puedes” puede generar culpa y autoexigencia, especialmente cuando las mujeres se encuentran enfrentando dificultades que no pueden superar simplemente con una actitud positiva.
Maricarmen Cervelli y Patricia Rosas-Godoy, dos periodistas venezolanas dedicadas a trabajar por el bienestar femenino, quienes además conforman el podcast, Asuntos de Mujeres, entregaron una serie de tips relacionados con la salud sexual de las mujeres y el positivismo tóxico:
“Ser una persona positiva es un gran recurso que nos permite trabajar la resiliencia, pero es distinto a opacar o anular las emociones displacenteras. Tenemos que reconocer la distinción de mantenernos positivas sin anular nuestras emociones displacenteras, sino que a reconocerlas y a trabajarlas”, comentó la psicóloga, Andrea Acevedo.
Así surge la importancia de fomentar un positivismo saludable que reconozca la autenticidad de las emociones humanas. La conversación sobre la salud mental debe ser inclusiva, permitiendo a las mujeres expresar sus verdaderos sentimientos sin temor al juicio. La promoción del apoyo mutuo puede pavimentar un camino hacia un empoderamiento realista libre de presiones.