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Feminismo y viejas pascueras BRAGA

Feminismo y viejas pascueras

Alejandra Falabella
Por : Alejandra Falabella Facultad de Educación U. Alberto Hurtado
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En el mundo occidental cristiano los símbolos del protagonismo masculino abundan y se enseñan desde la temprana infancia: Dios, Jesús, los héroes patrióticos y, debo decir, el inigualable viejo pascuero. Se lleva todos los créditos, mientras el trabajo de las viejas pascueras permanece invisible.


En el mundo occidental cristiano los símbolos del protagonismo masculino abundan y se enseñan desde la temprana infancia: Dios, Jesús, los héroes patrióticos y, debo decir, el inigualable viejo pascuero.

La hegemonía masculina se asienta sobre regímenes simbólicos. En el mundo occidental cristiano los símbolos del protagonismo masculino abundan y se enseñan desde la temprana infancia: Dios, Jesús, los héroes patrióticos y, debo decir, el inigualable viejo pascuero.

No minimicemos a este viejito, hoy en día es tal vez uno de los íconos más exitosos, queridos y perduraderos en el tiempo. Ese hombre épico, vestido de rojo, con barba blanca, que vuela por los cielos en un trineo y reparte regalos por el mundo.

Niñas y niños desde pequeños aprenden a adorar a esta figura masculina. Es un héroe.
– “¿Lo viste?”, le preguntan a una niña el día de Navidad.
– Sí, dice ella, trémula de emoción. “Lo ví, de lejos, justo se fue”. Como si hubiese visto a un sujeto semejante a Dios.

Está en los carteles, en las bebidas, en la televisión y, a veces, si tienes suerte, lo encuentras en un mall y las madres y padres pagan para que sus hijos se saquen una foto con él.

Debo contarles que tuve la suerte de ir al Polo Norte -y al Sur- y vi toda la logística y trabajo que implica preparar la Navidad. Primero hay que entender que en realidad no existe un viejo pascuero, sino que son varios, y están a cargo de dirigir y repartir los regalos. Sin embargo, lo más sorprendente de este viaje es que me encontré con cientos y miles de viejas pascueras, y resulta que la Navidad en gran medida depende de ellas.

Son ellas las que observan a los niños y niñas, cranean y piensan detenidamente el regalo para cada niño y niña, revisan cuidadosamente sus listas de peticiones, y luego diseñan, calculan y organizan la logística para manufacturar los obsequios. Además, son ellas quienes preparan la cena de Navidad y todos sus detalles y, por sobre todo, son las que mayoritariamente están a cargo de cuidar y educar a las niñas y los niños.

Lo sorprendente es que los viejos pascueros se llevan todo el crédito, las fotos, la fama, mientras que las viejas pascueras, a pesar de cargar con la mayor parte del trabajo, han sido ocultadas. El régimen simbólico hegemónico refuerza la adoración hacia lo masculino y el no reconocimiento del rol activo de las mujeres y su contribución.

El símbolo del viejo pascuero, diseñado para la primera infancia, es uno de los bastiones de esta hegemonía masculina en que no entran las mujeres (al estilo de la curia de la Iglesia Católica). No ha permeado la paridad, ni los debates constitucionales.

¿Qué hacer?

Algunos pensarán que habrá que abolir por completo al viejo pascuero, por pagano, neoliberal, patriarcal o colonialista. Aunque puedo compartir algunas de las críticas, es un personaje que exitosamente cautiva a niñas y niños, y a madres y padres, con felicidad, ilusión y alegría. En este sentido, bienvenida la fantasía y lo lúdico para niños, niñas y adultos.

Somos libres de resignificar y transformar las tradiciones. Cambiemos la historia del viejito pascuero. Contémosle a nuestras niñas y niños una historia del trabajo colegiado entre viejitas y viejitos pascueros, junto a los duendes y renos. Y, como hay una deuda pendiente de reconocimiento con las viejas pascueras, resaltemos su astucia, tiempo y dedicación.

Vamos por una Navidad feminista 2024.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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