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K. Ramone y «La Basura de Grecia»: Una novedosa y penetrante mirada

Nubia Becker
Por : Nubia Becker Licenciada en Literatura Creativa
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La novela, siguiendo con mirada implacable los hechos de la historia que la inspiran, y haciendo uso de voces nuevas, desnuda una realidad que puede sacar ronchas, pero que invita a reflexionarla desde otros parámetros, desde los cuales encontrar respuestas más certeras, así como nuevos lenguajes e imaginarios que enriquezcan nuestra literatura.


La Basura de Grecia, es la primera novela de K. Ramone, publicada en julio de este año, por Tajamar editores. El autor ha publicado dos libros de poemas y fue ganador del Concurso de Cuento de la revista Paula, el año 2009, con el “El fotógrafo”.

La novela, de 187 páginas,  carece de prólogo, está dividida en ocho partes compuestas de breves capítulos escritos de manera sucinta y rotunda., con un lenguaje filoso y mordaz. Esto se reafirma en pasajes de cartas de relación de nuestros descubridores, en opiniones  y referencias a escritores y sus obras literarias, de las que el autor, amplia, docta y, a la vez, críticamente se nutre. A eso se agrega  una libertad de formato que permite digresiones, como en la tercera parte, donde se intercalan dos capítulos con comentarios al poema “1986” y otro con el relato acerca de la génesis y circunstancias que inspiraron el libro “1986 y otros poemas”. Su posición está en el enunciado del provocador título de la novela. Este surge del epígrafe, extractado de un poema de Arquíloco, el poeta soldado, que en uno de sus versos dice: En Tasos  nos reunimos la basura de Grecia.

A lo largo de los capítulos, el protagonista narrador, León Padilla Martínez, relata la historia de su paso por un mundo de rupturas y desapegos, producidos por catástrofes humanas y políticas entre los años 70 y finales de los 80 del siglo pasado. Padilla se esmera en desentrañar, desnudando hasta el hueso la verdad oculta en los mitos y el deber ser de una historia, que se suele contar desde la denuncia política partidista y de la cultura de la apariencia, alentada por todo tipo de oficialismos. De ahí que la escritura de K. Ramone, es una escritura ácrata. Despojada de idealismo, desafiante y porfiadamente rupturista.

La vida de León se desarrolla en hitos marcados por la dictadura y la literatura. Su nacimiento, según dice, es producto del albur de un encuentro de su padre, Rodolfo Gemizo, con Neruda, un Neruda grande, glacial y distante, en el mismo momento en que por casualidad conoció a la que sería su madre. Al año siguiente en 1971, cuando Neruda recibía el premio Nobel, y León tenía dos meses de nacido, su padre, profesor de filosofía, sin militancia en la izquierda, era encarcelado, acusado de haber asesinado a su mujer de dieciocho puñaladas, dejándolo huérfano, en manos de unos tíos maternos, con quien partirá al exilio.

kato ramone 2De ahí en adelante el relato se hace cargo de ir contando la otra historia, la historia que corre paralela entre  la cultura política y futbolística chilena. En ella se grafica el hombre medio, y sirve para introducirse por debajo de una realidad épica construida desde aquella literatura surgida en oposición a la dictadura y de la post dictadura, para deconstruirla, diseccionarla y exponerla a la luz. Desde el principio esto queda en evidencia cuando León cuenta su inicio sexual: “Digamos solamente, sin dramatismo, que así se me han dado las cosas en la vida.  Otros conocen el amor y el coito como una sola realidad y sugieren o afirman que es lo más parecido a la Belleza Absoluta. Yo solo puedo hablar del coito y de la Belleza Relativa”.

La novela  se puede leer como una historia en la postmodernidad, del individuo que viene de vuelta de un mundo, una identidad y una militancia a mal traer, de la caída de los ídolos, de las volteretas de la vida, ante lo cual dice en su primer capítulo, Mundus Novus -una réplica del diario de Américo Vespucio- en referencia a la vuelta de su exilio “En fin, el rostro idiota de mi tío venía transfigurado por la fiebre de lo descubierto o más bien por la fiebre de lo que era posible descubrir y, sobre todo, por la fiebre de lo que era posible cosechar, oro, fama, blasones; venía ahíto de buena nueva tío Amaro, consciente del asco, apenas disimulado hacia todas sus ideas pasadas”. Habla del año 1986, el año decisivo de la lucha contra la dictadura.

Con esta mirada desde el desgarro penetra y ausculta como escalpelo lo que ocurre, y  aunque no ahonda en los por qué, lo deja allí, lo expone, haciendo uso de un discurso novedoso, parco, cercano a la poesía, con palabras magras, apretadas y precisas. No obstante hace uso de las alegorías que pueden dar respuestas a quien las busque.

El exilio en Hungría, lo grafica León, en los ritos chilenos de la añoranza y la construcción de un país mítico por un lado y, por el otro, en los dobles discursos y malos entendidos entre gentes que no hablan el mismo idioma, y que, proviniendo de raíces ideológicas comunes, son productos de otros procesos y  realidades que, al final, se hacen contradictorias. Es lo que se desprende de aquella escena donde el viejo pintor comunista húngaro, Mór Kisfaludy, lleva de regalo dos pinturas a sus tíos. Una era totalmente negra y la otra totalmente blanca. Los tíos pidieron que les explicara qué representaban. El pintor “respondió que la negra era el comunismo y que la blanca, claro está, es el capitalismo” Luego de un silencio  “El viejo Mór  (…) explicó que la tela pintada de negro era el comunismo, porque cualquier cosa que se añadiera a ella, cualquier trazo, cualquier mancha, cualquier punto, tendría que ser necesariamente más claro, más luminoso, más despejado; por el contrario, siguió explicando, en la tela pintada de blanco, cualquier pincelada, cualquier empaste, cualquier rasgo, tendrá que ser necesariamente oscuro, más aciago, más sombrío”. Después de eso los tíos pusieron bajo llave los cuadros y cerraron para siempre la puerta de la casa al pintor.

Siguiendo con la línea de contar los hechos desde una mirada crítica, el proceso que lleva a la democracia está  representado por el iluminismo pragmático  y oportunista del socialista tío Amaro, que se glosa con la poesía de Arquíloco. También  está el contraste entre los que sienten el malestar de la salida concertada, como León, que en los albores de la democracia sufre por la desaparición de una amiga, y su  padre, Rodolfo Gemizo, que  justamente sale libre de la prisión  en el año decisivo, constatando que  poco ha  cambiado en esos quince años privado de libertad, y que no lo afectan mayormente porque él ya sabe cómo se vive en  la  Basura de Grecia.

De este modo la novela, siguiendo con mirada implacable los hechos de la historia que la inspiran, y haciendo uso de voces nuevas,  desnuda una realidad que puede sacar ronchas, pero que invita a reflexionarla desde otros parámetros, desde los cuales encontrar respuestas más certeras, así como nuevos lenguajes e imaginarios que enriquezcan nuestra literatura.

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