La joven y multifacética actriz que recién terminó de rodar “Una Mujer Fantástica”, el último filme de Lelio, sabe de la vida, de la belleza, pero también de la violencia, esa que es contra el género, contra cualquiera de ellos. Daniela en su infancia lo pasó mal, pero también aprendió que, para llegar a ser una mujer, debía atravesar el desierto.
Daniela Vega (27) es puro arte. Viene bajándose de un rodaje en la que dice haberlo pasado genial y nada menos que de la mano de Sebastián Lelio. Una mujer Fantástica se estrenará en 2017 y luego verá cómo sigue su vida. Por ahora, esta actriz que no se considera activista, pero que tiene una profunda conciencia de sí misma y de los problemas de la diversidad sexual en la sociedad chilena, sigue concentrada en lo suyo, que es actuar, y la posibilidad siempre presente de apoyar a sus “compañeros y compañeras” de lucha en una sociedad que está lejos de discutir seriamente los problemas de género.
La actriz, que con pocos años en el circuito ya tiene una trayectoria sólida a través de varias obras de teatro, como Migrantes y La Mujer Mariposa, y que incursionó en el cine con La Visita -película que fue galardonada en Cuba el año pasado por su fotografía y guión, y que le significó un reconocimiento a su trabajo actoral-, se sumó al movimiento “Ni una menos”, que considera como parte del malestar necesario que se debe expresar frente al machismo y la violencia en contra de la mujer.
-Hace unos días miles personas salieron a la calle en Chile y otros países para condenar la violencia en contra de las mujeres… ¿Cómo lo ves?
-Lo veo como otra espinilla que revienta en la cara, porque es un proceso que también incomoda al poder, y que ha estado siempre ahí, emergiendo hoy en el lugar más visible, más justo, más veraz, más urgente. Porque, para mí, este proceso que vivimos las mujeres es como un tiempo aparte. Como que las mujeres viviéramos en el medioevo, a merced de los mitos de la comarca, temiendo a los hombres, y de la crianza en serie de varones con “armadura”, que pegan, pero no lloran. De hombres también víctimas del machismo, como una enfermedad autoinmune, que ataca desde dentro, troyanamente, para convertirse finalmente en una acción kamikaze, en un atentado hacia ellos, y a las mujeres blanco protagónico de su ataque.
-Pero el poder también la capacidad de camuflarse y administrar a los movimientos sociales…
-Siempre se corre el riesgo que el poder administre los movimientos sociales. No puede existir nada más peligroso que la impunidad institucional. Mira, por ejemplo, el caso de la mujer mapuche que dio a luz engrillada. Eso es sencillamente escandaloso… Deberíamos salir en masa a la calle a denunciar este hecho flagrante por todas las calles de Chile. Porque no es solo violencia institucional en contra de una mujer, es también denigrarla a ella y a su hijo, a su familia, a su pueblo, que es el nuestro.
-¿Tiendes a relevar lo social en lo que haces?
-Mira, recién murió Juan Radrigán y todos hemos reflexionado sobre lo interesante de su obra, entre otras cosas por llevar la marginalidad a la primera fila, y eso me hace pensar que todo puede ser marginal y quedar fuera del borde. Incluso cosas tan importantes como el amor o la empatía están fuera del borde por lo general y esa carencia afectiva, y esa emotividad que también está administrada por todas las formas de control social, está presente, por ejemplo, en el sistema educativo de nuestro país. Los niños son marginados de sus derechos o de sus propias decisiones.
–¿Entonces te consideras una activista?
-No me siento activista, nunca lo he sido, como tampoco nunca he renegado del activismo porque no solo me parece interesante, sino además necesario el ejercicio. Sí creo que el activismo a veces se politiza, lo que en Chile significa sesgar la mirada y, cuando eso ocurre, cantamos el Himno Nacional de pie en el partido de la selección, porque la selección puede ocupar el Estadio Nacional un 11 de septiembre, y perder el encuentro. Por otra parte, muchas veces se entra en vicios egocéntricos y publicitarios que terminan por debilitar los discursos de los propios activistas. Me parece que aportar a la realidad, aportar a la vida, implica sacarse el ego, y ver qué va a pasar después de ese aporte. Hay muchas personas, en todos los ámbitos, que están buscando resultados de los aportes antes de hacerlos.
-¿Cómo te sientes cuándo te califican como actriz transexual?
-Siento que es un apellido que no me molesta, transexual o transgénero, como quieran, todo lo contrario, más que orgullo me da placer físico incluso. Y si tengo que volver a nacer, volvería a ser transexual. Soy orgullosa de ser transexual y mi cuerpo llegó para responderme un sinfín de cosas. Mi cuerpo llegó para entregarme un sinfín de libertades también y esas libertades las saqué de un sinfín de prohibiciones.
-¿Y qué piensas de tanta categorización social que hay, por ejemplo, lésbico, gay, bisexual, trans, etc.?
-Me parece que las categorías sirven para que el ser humano no se pierda en sí mismo. Creo que es un síntoma súper coherente que se clasifiquen las plantas, las formas de construcción social, del sujeto. Me parece que sobreteorizar aburre y además no tiene mucho sentido. No se avanza con eso.
-¿Como actriz te da igual?
-Te puedo decir que ser actriz transexual en Chile significa que había poca actividad seria antes de nuestros proyectos. Recuerdo a la Candy Dubois como una artista importante ciertamente, del varieté, del teatro de la revista, que hizo cosas tremendamente interesantes, que fue súper pionera pero que también, a pesar de haber incursionado en el video y la performance, se quedó en la experiencia maravillosa, de la pluma, de la belleza y los brillos.
-¿Pero eso ha cambiado o no?
-Pienso que es interesante entender que el país ha ido modificándose hasta encontrar esta necesidad de abrir este espacio a las personas, a la inclusión de la diversidad. Vemos que se avanza en estos temas mientras nuestros políticos nos indican, en su mayoría, que solo avanzamos económicamente y que no estamos preparados para asumir ciertas realidades, pero siento que es todo lo contrario y ser actriz transexual en Chile significa que no conozco a otras personas transexuales que se dediquen a esto mismo y sería interesante que eso ocurriera. Me gustaría, sería bonito.
-Pero desde ese punto de vista también puedes ser un referente.
-Me han puesto ahí. La responsabilidad más que nada es con mi trabajo, porque si a través de él puedo aportar a abrir el debate y se genera molestia, que es lo que más me gusta, creo que está bien. Me gusta generar resquemores, creo que es muy entretenido, además que lo políticamente correcto nos queda chico. Siento que el país necesita aún más soltura de cuerpo, de abrir la pelvis. ¿Te das cuenta? Soltarse significa generar resquemores.
-¿Y crees que está pasando?
-Siento que sí, y por eso te digo que me parece súper violento de parte de la autoridad, del poder, que estén siempre intentando hacernos creer que el país no está preparado para un sinfín de cosas y que solo somos sujetos de consumo más que de derechos. En Chile los derechos se han peleado como en muchas partes y por una cantidad de años impresionante. Hemos sido oprimidos a todo nivel. No ha sido fácil y no he venido yo a abrir ninguna realidad porque ya estaba la realidad cuando yo llegué con este tema.
-Pero existen sectores aún muy conservadores.
-Por supuesto. Por ejemplo, la Iglesia es una espinilla que molesta mucho en la cara. Podría ser perfectamente un lugar de reflexión, de hermandad, de inclusión, pero siento que tiene demasiados vicios, que a veces son los mismo que tiene el poder del Estado, que terminan por alejar a las personas con su discurso, autoritarios, poco empáticos y poco coherentes.
-¿Tienes alguna reciprocidad del mundo político?
-No, porque no me vinculo en política dura. He recibido más que nada mucho cariño de las personas comunes y corrientes, pero del resto no y tampoco me interesa. No son mi tema los políticos.
-¿Pero si tuvieras que luchar por la causa de una forma más política?
-Lo hacemos. Yo no tengo mi nombre ni mi sexo, como registro público para que se entienda, cambiado en el carné. Pero no lo haré hasta que todos los compañeros y compañeras puedan hacerlo. No lo haré hasta que la ley de identidad de género aparezca en el país. Es más, todas las veces que me ha tocado salir del país significa, en aduana o donde sea, un mirar diferente de parte de los funcionarios, la policía, y a mí me da exactamente igual, e ir al médico también me da igual y está ahí mi descontento social también obviamente.
-Ser transexual es una cotidianidad compleja con la que debes convivir en Chile…
-Con la que tienen que convivir muchas compañeras y compañeros. Yo no vivo en un mundo de Bilz & Pap y creo que mantenerse en la realidad significa también no olvidarse de dónde uno viene. Y yo no me olvido de dónde vengo. No olvido que tuve un nombre masculino y que ese nombre coronó mi infancia y esa corona significó mucho peso sobre mí. Y esa corona logré transformarla en otra cosa, logré modificarla sin perderla. La hice a mi parecer, en base a lo que yo necesité.
-¿En qué momento esa corona se transforma en parte de tu identidad?
-Fue ese ir y venir de mi propio descubrimiento, de haber tenido al menos en la indumentaria, coronada de un nombre, un lugar “masculino “. Fue haber entendido cómo moverme, sin dejar rasgos demasiado evidentes. Me mantuve en el limbo, en la mitad. Vivía en el Ecuador, al borde de ambos sentidos, con ese vértigo que distingo ahora más grande, justamente de crecer y desenredar la madeja. Con el tiempo fui agregando parte de esas fantasías de niña, que mastiqué sin cesar, como Penélope a su tejido, incansablemente, inagotablemente, armé y desarmé en mi cabeza estrategias de acción, sin entender que era una estrategia, sin saber nada.
-¿Y fue muy difícil esa infancia?
-Mira, cuando yo era chica lo pasé muy bien, exceptuando cuando tuve que ir a un colegio de varones en donde no lo pasé bien. Ahí conocí el miedo y también conocí la crueldad de algunos compañeros, pero también el valor de la resiliencia que está tan de moda, o de la autosuperación o no sé de qué. Sin embargo, es un proceso complejo y difícil a la vez.
-Te pusiste coaching.
-Me puse coaching y pasé por el new wave, y llegué al psicoanálisis y conocí a Freud, a Jung, a Lacan y leí todas las huevas que tenía que leer y me hice autoterapia, y fumé mucho pito y prendí mucho incienso, hice yoga y todos esos maquillajes me sirvieron para entender que era necesario pasar por ahí para poder entender lo que venía después.
-¿Qué venía?
-Venía crecer y darse cuenta que uno pierde tiempo cuando le cortan las alas por estupideces. Entonces, lo que yo veo ahora en Chile con estos parlamentarios que no escuchan y no ven. Que son una tropa de expertos, en hacer puentes que no funcionan, viviendas sociales que no cumplen con las características básicas, para eso tienen mucho tempo y para otras no, y no estoy hablando de politiquería porque son cosas concretas. Estoy hablando del sistema judicial, de la justicia militar, de la ley de aborto, de identidad de género, de la violencia en contra de la mujer, de la condición subhumana de los niños del Sename.
-Ese es otro tema aparte.
-Oye, cuando yo era chica y me rebelaba un rato me decían “si sigues así te vamos a internar en el Sename”, y así muchos niños en distintas generaciones, creo yo, lo que quiero decir, es que es de público conocimiento lo que históricamente pasa en los hogares de menores, y ¿ahora nos venimos a horrorizar? Creo que la empatía es el valor que nos falta a todos trabajar, principalmente de aquellos que por “vocación” o “empatía con el prójimo” se candidatean para cambiar esas realidades. Hablo de cosas sociales importantes, al menos para mí.
-¿Y cómo fue exponer este tema de querer ser mujer con tu familia?
-Vengo de una familia joven y en mi casa nunca hubo ningún problema. Ahora yo armé una estrategia. Yo sabía que no podía hacer esta huevada que ni siquiera sabía bien que era. Sabía que dentro de mi guata había algo que me estaba molestando, pero no sabía qué era, y sentía mucha afinidad con lo femenino, con las mujeres y sentía temor de los varones porque no quería crecer en esa dirección, no quería proyectarme hacia ese camino.
-¿Pasabas más tiempo con mujeres?
-Pasé mucho tiempo con las mujeres y los hombres que para mí estaban destinados a otras tareas, principalmente a jugar fútbol y a mirarle las piernas y esas cosas. Sabía que tenía que guardar un secreto y mantener distancia en algunas cosas. Lo pasé la raja en el colegio, de hecho, aún comparto con amigos del primero básico. Luego vino este proceso de más oscuridad en otro colegio, de donde salí fortalecida. Imagínate todo lo que era esa testosterona en un país completamente distinto, donde la impunidad en la sala de clases era absoluta y era tu palabra contra la de él o contra la del profe. Yo era una niña muy débil y altamente femenina, por lo mismo un blanco de burlas.
¿El mariconcito del curso?
-Pero el más maricón, al extremo como decir el drag queen de la sala de clases. Y tuve que aprender a defenderme atacándoles el ego masculino. Entendí que los varones se pegan hasta quedar inconscientes. Los hombres se golpean hasta que uno cae, pero cuando uno ataca el ego de los varones, sin una gota de sangre, el hombre cae y uno queda con una sensación de mucha tranquilidad, porque no le hiciste nada malo, pero se neutraliza.
-Por ahí dicen que el hombre golpea con las manos y la mujer con la palabra.
-Tal cual y aprendí a hacer eso y después salí de ese colegio algo magullada y cuando entré a primero medio, apareció para mí la primavera y me fui a los parques, y tenía quince años y vi como un revival de Bowie, del glam, en los parques del Santiago de Chile. Y conocí la volada gótica y la Blondie, el teatro Carrera, el club Bizarre y un montón de lugares en donde la gente vivía con total libertad el género y la sexualidad. Desperté
-¿Ahí comenzó tu transición a ser mujer, qué edad tenías?
-Ahí empezó la transición con quince años.
-¿Qué opinas de las lesbianas ursulinas?
-Debe ser como todos estos movimientos disidentes. Me parece interesante. Todo aquello que incomoda es un aporte, y todo aquello que signifique mostrar la diversidad es positivo. Ahora, qué pasa después con eso, no lo sé. Todos estos niños y niñas lo que hacen es enrostrarnos en la cara esta violencia que ellos sienten en la sala de clase y en el sistema educacional chileno. Son otra espinilla de la cara, pero sirve para algo.
-¿El sistema educacional no está preparado para este tema?
-El sistema no sé si está preparado porque está diseñado para ser modificado cuando sea necesario, pero sí creo que los estudiantes, que son también parte del sistema, finalmente están preparados para recibir a la diversidad y para convivir con niños de otras culturas, de color de piel diferentes, con otros himnos nacionales, y también para entender que en el cuerpo y en la mente existe la diversidad de género y la sexualidad.
-¿Falta libertad?
-Creo que mientras más libertad se les otorgue a los cabros chicos, me refiero a libertades necesarias, no que se estén drogando o fumando a los ocho años, son importantes para vivir mejor. Por ejemplo, dónde quiero estudiar o si necesito o no de ciertos ramos. El colegio hoy es un molde en donde todos los cabros terminan pensando en serie. La disciplina sirve, pero hasta cierto punto. Lo que hay que trabajar es la autodisciplina, que también se aprende en el camino para ir logrando los objetivos.
-¿Es importante la familia en este proceso entonces?
-Lo es. No soy pro familia a buenas y a primeras, pero me parece que es una decisión que uno puede tomar, pero una decisión finalmente. Cuando una persona es pro familia y es del Opus Dei es completamente diferente a una persona que ha tenido una familia amorosa como yo y que ha decidido caminar en solitario.
-Pero todo este proceso es bastante violento.
-Crecer es violento para todo el mundo. Imagínate cómo debe ser para una niñita que nunca le hablaron de la menstruación y que un día despierta y se desayuna con un cuadro de Pollock en sus calzones. Los propios niños qué dicen, veo las huevadas más atroces en internet, que tú, papá, pagas, y no eres capaz de explicarme qué es la masturbación. Entonces qué pasa, hay que hacerse una especie de ejercicio psicoanalítico y preguntarse de qué manera estamos trabajando en la proyección nosotros, desde dónde y hasta dónde proyectamos y cómo lo hacemos. Porque el mensaje es muy confuso.
-¿Dónde está en tu crecimiento con el componente más romántico o poético que tienen muchos jóvenes o quizá todos?
-Mira a mí me pasó lo siguiente: yo sentí que mi cuerpo me habló una vez. Sentí que mi cuerpo un día dio un mensaje que fue liberador, y cuando descubrí que da lo mismo el capítulo genital para convivir de manera sana con el cuerpo, me recargué como un arbolito de Pascua, de todo lo que vi en el parque, en la disco, y con el tiempo, entre los quince y los dieciocho, yo fui sacándome de a poco todos esos adornos que tenía como Boy George, si tú quieres, hasta llegar a limpiar no solo mi imagen, sino la construcción interna mía. Entonces lo pasé chancho y para poder entender cómo moverme desde el masculino hacia el femenino, y les hago la invitación a las personas que sientan afinidad con el cuerpo trans y que necesiten hacerlo, que lo intenten y que lo pasen lo mejor posible.
-Debe costar mucho… también exige una preparación, me imagino…
-Yo sé que al principio cuesta porque uno tiene un cuerpo que de pronto no le acomoda al inicio, pero el tiempo apremia y todo termina por converger en algo positivo. Pasarlo bien en la transición que es una nueva adolescencia, es una cosa maravillosa y poética que conecta con tu pregunta anterior. Es poético porque, al menos yo, entendí el cuerpo como algo trascendental y me hice cargo de él. Estaba muy preocupada entre los quince y los dieciocho de tener una fisonomía femenina lo más cerca posible a mi meta.
-¿Cuándo te sientes incómoda?
-Me siento incómoda cuando recibo o cuando veo violencia sin ningún tipo de justificación. Me parece que la violencia es un vicio que nos mantiene tan alejados unos a otros que no sirve ni conduce a nada.
-¿Has sufrido la violencia?
-Yo viví violencia en el colegio y me la tragué y la convertí en arte. La convertí en un discurso artístico. Todos mis personajes han sido trans hasta ahora. A mí no me quedó otra. Caí en el vicio de la creación. Me limpié de todos los artificios, entonces yo con la violencia pretendo hacer arte, pero eso aparece principalmente cuando me he caído, he recibido ayuda para pararme. Cuando logras entender que las posibilidades son mayores cuando uno siente amor de los otros, es más fácil resolver los temas que pueden causar dolor. Y lo digo porque veo y conozco a muchos niños transexuales que están solos. Niños que me escriben de todo Chile y de otros países que me dicen: “Mira, siento lo mismo que tú, pero no sé cómo contárselo a mis papás, siento que me pasa algo similar a ti, pero vivo en un lugar en donde no hay ninguna posibilidad de sobrevivir y voy a esperar a tener dieciocho años, irme de mi casa, y recién ahí comenzar mi transición». El temor está relacionado primero con los padres. Los niños no temen tanto a sus compañeros o profesores, temen que sus papás dejen de quererlos. La primera valla para la libertad por lo general son los padres.
-¿El Estado no te reconoce?
-Yo no estoy validada por el Estado, no soy una mujer para el Estado. Soy una mujer para mí y para las demás personas. Y hoy cambiar eso es un asunto engorroso y vejatorio, en donde en muchos casos tienes que abrirte de piernas para confirmar tu condición, y yo no lo voy a hacer, no porque me dé temor hacerlo, sino más bien es una acción política que es primera vez que la cuento públicamente, pero no lo haré hasta que exista una ley para todos. Entonces esta violencia que es del Estado y su inoperancia terminan por generar grandes conflictos, dado que también este es un asunto de salud pública.
-¿Cuando viajas entonces no te reconocen como mujer?
-Fíjate la paradoja, cuando salgo de Chile soy actriz chilena, entonces cuando estoy fuera represento a mi país. Es chovinista decirlo, ¿no?, pero de alguna forma se interpreta también así. Me he traído muchas alegrías representando a Chile en el extranjero, pero mi propio país no me valida, ¿me entiendes? Mi país, entre comillas, “país”, me desconoce. Lo peor de todo es que el Estado al desconocerme no me valida y más bien te anula. Imagínate que si me muero hoy, en la lápida de mi tumba no dirá Daniela porque no tengo ese derecho.
-¿Somos anacrónicos como sociedad?
-Totalmente, muy retrógrados. En una sociedad hipermercantil e hipercapital como esta, somos sujetos solo de consumo y no de derechos, y la medicina también se hace cargo de eso. Ya que hablé de salud pública, porque si yo tengo plata para ponerme pechuga, arreglarme la nariz o hacerme una vaginoplastía, el médico accederá a esa petición que yo le estoy haciendo, pero si yo voy a donde un psiquiatra y le pregunto qué me pasa, me va a decir que tengo un trastorno de la identidad o una disforia de género. Es decir, la psiquiatría avala la patologización de las personas trans y no nos da libertad. Tienes libertad para poder hacer cualquier cambio físico, pero no te metas en la cabeza porque no hay ninguna posibilidad. Eso también es un negociado. Así como se coluden las farmacias, se coluden los médicos.
-Más violencia y opresión entonces…
-Claro, eso también es violento porque además ellos tienen un gran poder en la sociedad con esta condición de semidioses para muchas personas, porque si el médico lo dijo es porque es así. La medicina ha tenido una deuda muy importante con la humanidad, y creo que es asumir esos errores que ellos han cometido en pos del progreso. Todo esto tiene que ver con mantener comportamientos sociales conservadores de la gente y no con la libertad de las personas. En ese sentido, somos muy anacrónicos, pero porque los estamentos que tienen el poder lo son transversalmente, desde la academia, las ciencias, hasta las esferas más políticas del país.
-¿Sientes que aportas al debate desde tu trabajo como actriz?
-No lo sé. No tengo tantas pretensiones, no me siento portavoz de nadie, no hablo por ningún ministro ni le debo favores especiales a nadie. Estoy dando esta entrevista porque tomé la decisión de ser quien soy y me siento profundamente orgullosa de lo que represento, de lo que no represento, de lo que no soy, y también estoy completamente consciente de la molestia que puede generar mi trabajo en ciertos lugares y eso me genera un profundo placer. Es más, siempre les digo a los señores conservadores, con mucho cariño, que espero seguir en lo mío por mucho tiempo más, para continuar incomodando a cierto sector de este orden establecido y añejo en el que vivimos.
-Por otra parte, es interesante de alguna forma estar fuera de este orden establecido, del sistema, ¿o no?
-Desde cierto punto de vista, claro, es entretenido, pero también es aburrido, porque ser “diferente” te hace perder el tiempo a veces, porque tienes que justificar tu existencia ante los demás muchas veces. Eres, y debes justificar quién eres o qué quieres.
-¿Socialmente era más complejo hace algunos años, me imagino?
-Era diferente. Yo hice este cambio cuando no existían fundaciones para personas trans y había muy pocos referentes en el mundo y poca gente con la que podía conversar. Sin embargo, con quince años, hace trece años, salí de mi casa con aritos y con pestañas y con la cintura bien ceñida y sobreviví a eso. Y me bajaron de la micro una infinidad de veces, me gritaron miles de cosas, me ofrecieron una infinidad de combos, pero la verdad es que lo pasé increíble, porque ya había pasado la violencia y sabia enfrentarla.
-¿Qué significa tu trabajo para ti?
-Mi trabajo, si tú quieres, el cine, la música y la actuación, salvaron mi vida. Y de pronto he puesto en riesgo mi vida involuntariamente en otras cosas, pero no hay nada peor que sentir que tu vida corre peligro involuntariamente. El arte salvó mi vida.
-Pero además eres versátil…
Sí, pero la actividad que yo realizo es uno de tantos trabajos que he realizado en mi vida. Soy cocinera y peluquera de profesión, y cociné, corté pelo, teñí y garzoneé, trabajé en bares y todos fueron trabajos que significaron algo importante para mí. Son parte de mi aprendizaje y son parte de la ensalada de yo, Daniela actriz. Y en eso estoy hasta el último día de mi vida. Estoy empapándome de todo, trabajando mucho con la intuición, y recibiendo proyectos de la misma forma. Yo digo si quiero o no, porque me sale de la guata como todo en la vida. Cuando me proponen algo siempre pienso en qué podría significar hacer eso.
-¿Y preparas algo especial ahora?
-Ahora me encuentro preparando el Ave María de Hâendel porque mis abuelos después de una cachá de años decidieron casarse por la Iglesia. Yo les voy a regalar eso y me encuentro trabajando con el pianista y estoy esperando a mi maestro de canto que está en Europa. También preparando el reestreno de la “Mujer Mariposa” y a ver qué pasa con “Una Mujer Fantástica” y conmigo.
-Curioso terminar con el Ave María de Hàendel.
-Todo es por amor…