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Una Novena sinfonía de Beethoven con altos y algunos bajos cautivó en la Gala Anual del Teatro del Lago Crítica musical

Una Novena sinfonía de Beethoven con altos y algunos bajos cautivó en la Gala Anual del Teatro del Lago

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Una velada emocionante que combinó la grandeza de una obra universal, La Coral, parte del patrimonio intangible de la Unesco, con un magno proyecto educativo que impacta privilegiadamente las sureñas comunidades de nuestro país.


El público comenzó a llegar cerca de las 18 horas, una hora antes de la programada para el concierto, y así disfrutar del aperitivo en la tradicional alfombra roja de la esperada Gala Anual del Teatro del Lago, el reciente 29 octubre.

La tarde asoleada permitía admirar la privilegiada vista del Lago Llanquihue. Los asistentes se preparaban para escuchar una de las obras musicales más conocidas, admiradas, y por cierto más utilizadas políticamente en la historia: La Novena Sinfonía en Re menor, op 125 de Ludwig van Beethoven.

En la sala, el público disfrutó de video con testimonios de padres y madres que han traído a sus hijos a los diferentes programas educativos que se realizan bajo la tutela del Teatro del Lago; estos han permitido a miles de niños aprender danza, música y canto. En 6 años, 120 mil chicos y sus familias han  visto transformadas sus vidas con la música. La Directora Nicola Schiess señaló que esa, es «la monumental tarea que realiza este teatro en el fin del mundo».

El gran compositor alemán, Ludwig van Beethoven legó en su última sinfonía, más conocida como La Coral, el texto de La Oda a la Alegría de Schiller, un mensaje universal de canto a la Humanidad. Para su ejecución incorpora orquesta, coro mixto y cuatro solistas. Los intérpretes invitados eran el Rundfunkchor Berlin y la Orquesta L’Arte del Mondo. El joven director holandés, Giijs Leenaars, actual director de este prestigioso coro de la radio alemana tuvo la doble responsabilidad de dirigir además la orquesta creada especialmente para la gira por países americanos.

La ejecución de la sinfonía tuvo altos y bajos: los bajos fueron la falta de matices y profundidad de la parte instrumental (tres primeros movimientos) y la alta fue que la velada tuvo su apogeo con la intervención coral.

Fue posible apreciar un coro afiatado y experimentado que conocía los más mínimos detalles de sus intervenciones, muy diferente a la orquesta que no tenía la misma homogeneidad en su ejecución. La evidente desigualdad de ambos conjuntos permitió, sin embargo, igualar para arriba convirtiendo al cuarto movimiento en momento de gran emoción. Los solistas aportaron con sus intervenciones destacando el tenor Enrique Folger y la soprano Mónica Ferracami, ambos argentinos. Para mejorar: la proyección de subtítulos que enriquece y favorece la formación de audiencias.

Por lo mismo, la ovación fue gigantesca y el público agradeció con creces a los 200 músicos que saludaban desde el escenario. Una velada emocionante que combinó la grandeza de una obra universal, La Coral, parte del patrimonio intangible de la Unesco, con un magno proyecto educativo que impacta privilegiadamente las sureñas comunidades de Chile.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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