Sin embargo, hay algo acerca de la camaradería que no tiene el encanto de la rivalidad y la mala sangre.
A todo el mundo le gusta una historia sobre un débil que vence a un poderoso.
Uno de los mejores ejemplos para ilustrar esto lo recoge la serie televisiva de ocho episodios estadounidense llamada «Feud: Bette and Joan» («La enemistad: Bette y Joan»), un minucioso análisis de la tormentosa relación entre las superestrellas de la época dorada de Hollywood Bette Davis (interpretada por Susan Sarandon) y Joan Crawford (Jessica Lange).
Una tormenta que supuestamente se desató durante la grabación de la única película que protagonizaron juntas, «¿Qué fue de Baby Jane?», en 1962.
«Supuestamente» es la palabra adecuada para describir esta historia, dado que expertos biógrafos en Crawford o Davies, como Farran Smith Nehme, sugieren que la enemistad entre las actrices pudo ser una invención.
Por eso es divertido contrastar ficciones y hechos que rodearon a Davis, Crawford y la película, muchos de los cuales se encuentran relatados en el libro de Shaun Considine «Bette y Joan: la discordia divina», publicado en 1989.
Todo lo que se diga sobre el caso debe ser tomado con cierta reserva, desde su publicitado duelo de encuentros románticos con el actor Franchot Tone en los años 30, hasta sus maliciosos intercambios a través de revistas de chismes.
Lo que sí se puede afirmar con certeza es que el productor de la serie, Ryan Murphy, atrapa las diversas leyendas sobre la rivalidad Crawford/Davis y las usa como un prisma, a través del cual reflejó la condición de las mujeres en lo que era entonces -y sigue siendo- una industria dominada por hombres.
No hay duda que Joan y Bette fueron con frecuencia las consentidas de la industria un año, y veneno para la taquilla el siguiente.
De igual forma, ambas tuvieron producciones que representaron sus grandes regresos al estrellato: «Mildred Pierce» (que se tradujo como «Abnegación de mujer», «El suplicio de una madre» o «Alma en suplicio») para Joan en 1945, y «All about Eve» («Eva al desnudo», «La malvada» o «Hablemos de Eva)» para Bette en 1950.
Y aunque la serie televisiva se ubica en los años 60 (durante la filmación de «¿Qué fue de Baby Jane?»), Murphy y su equipo se divirtieron haciendo referencias a la travesía de las dos actrices en el antiguo Hollywood.
Entre los momentos resaltantes figura Sarandon y su recreación de la mirada de Bette Davies, en la famosa escena de la muerte en la escalera en «La Loba» (1941).
Por su parte, Lange tiene la oportunidad de mostrar los arranques temperamentales de Crawford durante la filmación de la película de suspenso llamada «Bajo sospecha» (1943), durante la cual se quejó ante el director Richard Thorpe por lo vacío del guion.
La serie transmite la idea de que las dos mujeres andan en caminos separados, pero en la misma tarea de probarse a sí mismas.
Esto se observa particularmente en el caso de Davies, quien sostuvo una tensa relación con el jefe de los estudios Warner Brothers, Jack Warner, que terminó en una disputa contractual en 1936.
El libro de Considine apunta a que Crawford cortejó a Davis para que apareciera junto a ella en «Baby Jane».
En la serie, se muestra a Crawford descubriendo la novela por ella misma, y no a través del director Robert Aldrich, como cuenta el libro.
Se aprecia claramente que la serie inclina la «verdad» de la historia hacia una perspectiva más feminista, donde la mujer toma las riendas por completo.
Tanto en la serie como en el libro, Crawford aborda a Davis para conversar sobre la posibilidad de coprotagonizar la película, tras los bastidores de un teatro en Broadway, donde Bette actuaba.
Davies le responde con una miradita de medio lado, dejando caer que siempre ha querido trabajar con ella.
En una escena posterior, Sarandon y Lange bailan un divertidísimo pas de deux al reconstruir la famosa foto de las dos actrices firmando los contratos de «Baby Jane».
Se ve a Crawford por encima de una Davis sentada, ambas con miradas radiantes y sonrisas plásticas que apenas ocultan las tensiones que se van cocinando a fuego lento.
En buena parte de la serie, la acción se desarrolla en el set de grabación.
Obviamente, es aquí donde ocurre lo más jugoso de la trama: desde la patada intencional que Davies le propinó a Crawford en la cabeza («casi ni la toqué», replica una furiosa Sarandon) hasta las pesas ocultas que utilizaba Crawford bajo su vestido para que Davies, quien debía arrastrarla a lo largo del set durante una escena, sufriera dolores de espalda.
Entre esos momentos sobresalen dos en la serie. El primero, un encuentro ocasional entre Davies y Aldrich (interpretado maravillosamente por un agobiado Alfred Molina), que se siente como que fue añadido para darle continuidad a la tesis de la serie según la cual las mujeres han tenido que pagar un alto precio para estar en el club de los muchachos de Hollywood.
Y el segundo, sobre la estrecha amistad de Crawford con la columnista de farándula Hedda Hopper (la gran Judy Davis), que es tanto terapeuta como explotadora para la coestrella de Baby Jane.
La relación de ese dúo revela la naturaleza parásita entre el arte y el comercio, y cómo cualquier persona, sin importar sexo, puede filtrar ciertos rumores tendenciosos a su gusto.
El drama no se detuvo cuando «Baby Jane» se convierte en un gran éxito; uno que reintrodujo a Davies y Crawford a una nueva generación de espectadores.
Hay otros momentos cumbres como la publicación del duro aviso de Bette solicitando empleo, en lo que representó un claro desafío a la industria y una denuncia a la discriminación por edad.
En el quinto episodio, que probablemente es donde «La pelea» alcanza su clímax, Murphy y su equipo recrean sin escatimar detalles la famosa ceremonia de entrega de los Oscar en 1963, cuando Bette estaba nominada a mejor actriz, pero Joan no.
La serie y el libro de Considine detallan el complot ideado por Joan para robarle a Davies su momento de gloria.
Crawford engatusó a otras dos nominadas, Geraldine Page (Sarah Paulson) y Anne Bancroft (Serinda Swan), para que la dejaran recibir el premio en caso de ganar, dado que ninguna de las dos asistiría.
De esa forma, en la noche de los premios, Crawford se abrió paso por el Auditorio Cívico de Santa Mónica con una actitud desafiante, mostrando indiferencia hacia Davis y finalmente dejándola atrás para aceptar la estatuilla de oro que ganara Bancroft, por su papel en «Un milagro para Helen» (The Miracle Worker).
Hay que decir que la maldad e hipocresía que palpita en cada escena de «La pelea» es un gran gancho para la audiencia.
Es más fácil ser malo que bueno, falso que verdadero.
Finalmente, sin embargo, no se puede tener el uno sin el otro.
Como cierto par de estrellas de la época dorada de Hollywood.