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Armando Bo, ganador del Oscar por «Birdman», vuelve con su perturbadora última obra: «Animal» CULTURA

Armando Bo, ganador del Oscar por «Birdman», vuelve con su perturbadora última obra: «Animal»

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Marco Fajardo Caballero
Por : Marco Fajardo Caballero Periodista de ciencia, cultura y medio ambiente de El Mostrador
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Comenta que el título hace alusión a que «somos animales, pero lo olvidamos. Este personaje tiene que buscar en su interior este animal que tenía perdido para salvarse». El film se estrena esta semana.


Tenía una vida perfecta: un buen empleo, una linda casa y una familia feliz. Pero un problema médico -la falla de un riñón- y la consiguiente desesperación por encontrar un donante, trastoca completamente su vida.

«Animal», la última cinta del director argentino Armando Bo (Buenos Aires, 1978), que se estrena este jueves, sumerge al espectador en los instintos más bajos del ser humano, cuando se trata de sobrevivir.

En este caso, su protagonista choca con una pareja lumpen, cuyo integrante masculino se ofrece y quiere a cambio una casa – y luego más y más.

A partir de ahí, el realizador se dedicó a construir una historia con un oficio que le ha permitido co escribir guiones ganadores de un Oscar -como «Birdman», del mexicano Alejandro González Guiñarritu- y «Biutiful», del mismo director azteca y también candidata al máximo premio de la Academia de Hollywood.

Un mundo de oscuridad

En el papel protagónico, el espectador encuentra a Guillermo Francella, un comediante que en Argentina todos conocen y que incursionó en el drama en «El secreto de sus ojos», de Juan José Campanella, ganadora del Óscar a la Mejor Película Extranjera en 2010.

Una vez más, este actor exhibe toda su versatilidad, en una cinta que oscila entre el drama y la comedia negra. «Tiene una cuota de dramatismo, pero al mismo tiempo sabe maneja el humor y la ironía. Era perfecto para el personaje» porque en el film «hay un mundo de oscuridad y también ironía y un humor bastante oscuro».

«Siempre mi intención es ir cambiando y evolucionando, contando diferentes historias en el momento en que las estoy haciendo», comenta Bo.

Nieto de un cineasta homónimo que fue famoso en su país en los 40, dirige aquí su segundo largometraje, tras «El último Elvis». Si en su primer film exploraba la vida decadente de un imitador de Elvis Presley, en esta también reflexiona sobre el azar -y cómo puede cambiar todo de un día para el otro- y el choque generacional.

«Uno como sociedad trata de ordenar y tratar de tener rutinas, y de creer que podemos controlar el mundo alrededor. Tenemos una sensación de que está todo ordenado, pero la vida y el destino siempre aparece para mostrarnos que no manejamos nada».

Animalidad

Aunque la pareja lumpen da para pensar en un conflicto de clases sociales, para Bo acá hay un conflicto entre las personas ya establecidas en la sociedad y una juventud que no cree en el futuro y desea todo al instante, una característica que, en tiempos donde muchos adolescentes quieren aparecer en un reality para alcanzar la fama sin trabajarle un día a nadie, ya es global.

«Aunque la película habla de lo social, no me quería meter en ese tema. Sin duda habla de lo social -porque muestra a un tipo que en su vida hizo todo lo que debía y respetó todas las reglas para convertirse en un hombre de clase media. Este es un hombre que tiene todo ordenado, hizo todo lo que tenía que hacer y de repente no entiende por qué le toca a él estar en esa situación. ¿Pero qué pasa en una familia cuando de repente tiene que hacer lo que nunca hizo? ¿Cómo reaccionan lo que lo rodean?».

De hecho, el título hace alusión a eso: «Somos animales, pero lo olvidamos. Este personaje tiene que buscar en su interior este animal que tenía perdido para salvarse».

Conflicto generacional

Por eso, más que enfrentar dos clases sociales, confronta «dos generaciones, dos maneras de ver la vida. Los jóvenes son de bajos recursos, pero también por elección. Su pensamiento es ‘para qué voy a trabajar si puedo donar un riñón y comprarme una casa».

En ese sentido, el filme habla «de cómo era la sociedad antes. A todos nos enseñaron que había que ahorrar y trabajar para comprarse una casa propia, pero hoy las nuevas generaciones no piensan en un futuro, sino sólo en el presente. Hay una búsqueda del ya, de quererlo todo ahora». Una realidad que, si bien es muy argentina («el egoísmo es parte del país, y así estamos»), por todos los vaivenes históricos del pasado, «podría pasar en cualquier parte del mundo».

«Obviamente la película no habla de la realidad ni busca criticarla, porque tiene una realidad propia, un poco llevada al extremo».

Metáfora de un mundo

La idea le surgió a Bo hace algunos años, cuando leyó una noticia en el diario: un hombre quería una casa, y ofrecía a cambio un riñón.

«Me pareció una metáfora de en lo que se fue convirtiendo el mundo». dice. Un ejemplo que, a su juicio, demuestra cómo en nuestra sociedad actual «todo tiene precio, todo se puede comprar y vender, y lo material prevalece sobre lo emocional».

Como escenario para la historia, Bo eligió Mar del Plata, conocida como la «Ciudad Feliz» («que habla mucho de lo que fuimos como sociedad»), y que más que clásico balneario de la clase media porteña es mostrada como una ciudad tormentosa.

«También es una oportunidad para mostrar un marco diferente de la ciudad, que tuvo mucho glamour y hoy es la ciudad más popular de la Argentina, con muchos contrastes».

Allí el protagonista dirige un lugar donde la carne y la sangre es lo habitual: un frigorífico de carne a exportar.

Que el protagonista necesita un transplante y trabaje en un frigorífico, por cierto, no deja de ser una de las ironías del filme.

Trayecto perturbador

El resultado es perturbador, donde, como ya lo señaló la crítica argentina, el espectador, más que disfrutar la película, la sufre junto a su protagonista.

No sólo por lo dramática de la situación del personaje principal y lo siniestro de la parejita lumpen -ambos una revelación actoral- sino porque demuestra una vez más que la especie humana está cubierta por un barniz de cultura que se borra apenas quedamos sometidos a una situación extrema.

De esta manera, el espectador es arrastrado por un huracán voraz, del cual no puede salir, con una película que obliga a contener el aliento hasta un final inesperado. Y sin tiros ni muertes, todo una virtud a estas alturas.

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