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Físico y pianista Francisco Claro y su preocupación por el mañana: “Hemos descuidado la educación como palanca de equidad y progreso” CULTURA

Físico y pianista Francisco Claro y su preocupación por el mañana: “Hemos descuidado la educación como palanca de equidad y progreso”

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El científico ha dedicado su vida a diversas áreas, la investigación, la academia, la enseñanza y la música. Hoy centra sus esfuerzos en trabajar por la infancia, fomentando la educación y en devolver la valoración perdida a la labor pedagógica, considera que la primera etapa de desarrollo del ser humano es fundamental y quienes trabajan con niñas y niños son fundamentales para lograr una comunidad más colaborativa y solidaria «Los educadores saben que los niños son como esponja, y se vuelven más y más rígidos con la edad. Esos años de crecimiento temprano son invaluables. Y un mensaje: atención por los más pequeños, cuidemoslos.» En esta entrevista Claro revisa sus pasiones y los proyectos que lo mantiene activo.


Hacer una presentación exhaustiva de Francisco Claro, podría tomar varias páginas, no por las casi ocho décadas  que lleva a cuestas, sino por lo prolífico que ha sido en su historia personal y académica.  Estudió física, es un amante de la música, se ha dedicado con pasión a la educación, tiene cientos de publicaciones científicas, ha contribuido con extensas  jornadas a la divulgación de la ciencia a lo largo de todo Chile, son todos rasgos conocidos de su trabajo e intereses,  pero quién es Francisco Claro en la intimidad de un diálogo reposado, en una época de cambios sociales y ambientales, en medio de una pandemia que lo tiene encerrado como a tantos adultos mayores, es posiblemente algo que ha muchos pudiera interesar.

Todas sus pasiones lo ha llevado a ser electo en decenas de cargos de responsabilidad universitaria y de representación académica. Ya que no sólo sus “pergaminos”  intelectuales lo situaron en la primera línea de la ciencia y la vida universitaria, sino que sus características de hombre activo y lleno de sueños, como los que comparte en el diálogo que ahora comenzamos.

Si bien, la realización profesional de un científico se mide principalmente por su productividad, por la cantidad y calidad de sus publicaciones “en  mi caso, creo haber cumplido razonablemente ya que tengo más de cien en revistas especializadas, unas cuantas con más de cien citas aparecidas en publicaciones de otros. Partí bastante de cero, sin investigadores que me mostraran el camino, que tuve que construir a tientas. Tuve alumnos muy buenos, que procuré estimular para que desarrollen su veta personal, como me enseñaron los profesores de piano. Contribuir a su formación fue siempre un motivo de honda satisfacción”, Así como describe en parte su pasado, con la misma reflexión nos habla del presente y futuro.

Tiempo para la educación

-Francisco, profesor, maestro, director, colega, consejero, decano, doctor…,  ¿A qué dedicas tu mayor esfuerzo este tiempo, en particular esta última década?

-A la educación. Mi vida estuvo centrada en la tarea de entender el mundo a través de la física, actividad fascinante y muy absorbente. Últimamente he querido hacerle espacio a la educación, ese especie de crisol donde se esculpe la relación con el mundo de cada ciudadano. Siempre me motivó hacerlo ya que soy un convencido que ofrecer una buena educación para todos, más que un eslogan, es un imperativo ético actual y permanente. Creo, y suelo decirlo, que pedagogía es la carrera más importante y según las encuestas hoy los ciudadanos la sitúan apenas en el cuarto lugar, después de medicina, ingeniería y derecho. Pero ojo, ha habido un progreso ya que hace una década estaba en séptimo lugar.

-¿Cómo has vivido este tiempo de cuarentena y aislamiento?

-Preocupado. Ya a principios de marzo cuando recién despertábamos a la realidad pandémica me di cuenta de que saldríamos de su embrujo sólo con una vacuna. Pero los expertos nos decían que tomaría uno o más años tenerla, demasiado tiempo para vivir en la zozobra sin que se destruya una buena parte del tejido social. ¿Cómo enfrentar esta realidad? 

Soy un convencido que metas tildadas de imposibles se pueden alcanzar si hay voluntad, liderazgo y recursos. Así llegamos a la Luna, por ejemplo. Pensé entonces en un esfuerzo de colaboración mundial de científicos, tecnólogos y laboratorios para buscar juntos una solución, con los mejores a la cabeza. Pero ha faltado el liderazgo global para que una iniciativa como esa se despliegue. 

Con mi mujer nos hemos mantenido aislados, tapando los portillos de contagio lo mejor posible. Pasamos ocupados, con mucha tarea doméstica, muchas reuniones por internet, y muchas actividades antes postergadas.

-¿Cuáles son tus  actividades e inquietudes en este ciclo?

-El interés por la educación ha ido acompañado de oportunidades de acción concretas. He sido asesor del Ministerio de Educación, decano de la Facultad de Educación de la UC, he participado en organismos muy relevantes del sector, como Elige Educar, Enseña Chile, Fundación Luz y Fundación Ciudad del Niño.

-¿Y cuáles son tus mayores preocupaciones?

-Cuando se hace “mayor” -como se dice elegantemente-,  uno toma conciencia que el fin está cerca. Si tienes cuarenta, te sientes en la mitad de la vida y no te preocupa ese fin, que parece tan distante. Pero si tienes setenta te das cuenta que cada día que pasa es una fracción mayor del tiempo que te queda, y esa realidad empieza a pesar. Tus padres y abuelos te dejaron cuando tenían alrededor de esos años y te tocará a ti enfrentar ese paso inevitable muy luego. Entonces piensas en lo que está pendiente, los libros dentro de ti que no escribiste, las ideas que aún no desarrollaste, lo que no está terminado y debes dejar en orden. Y, muy importante, la gente a quien le has mezquinado el tiempo, la familia, los amigos, la deuda con los que no han tenido las oportunidades que tú tuviste.

Reinventarse sin temor

-¿Qué consejos le dedicas a quienes enfrentan este ciclo sobre los 65 años?

-Reinventarse. Pero con sentido de realidad. Un amigo ingeniero decidió ser violinista cuando jubiló, ignorando que para serlo con éxito hay que partir a los seis años de edad, como lo hizo Mozart. Reinventarse entonces, sin temor, con mucha determinación, audacia y sobre todo urgencia, pero siempre teniendo en cuenta el contexto. Hay que elegir lo que uno puede hacer bien.

-En esta etapa de la vida ¿cúal consideras que es el valor fundamental?

-Lo principal es el valor único de la vida de cada ser humano, no importa la edad. A raíz del creciente impacto que tiene el coronavirus sobre la gente mayor se ha discutido si los ancianos son más prescindibles que los jóvenes. Es como decir que en la guerra de trincheras los jóvenes de veinte son más prescindibles porque quedan más expuestos que los mayores. Son cosas diferentes. Es cierto que parece ser más difícil que el anciano supere la enfermedad pero en un aún alto porcentaje sí la supera. El valor de la vida es una cosa, la oportunidad para conservarla, otra.

-En esta etapa ¿qué factores afectan el desarrollo de actividades y cómo se puede sobrellevar? 

-La tercera edad suele ir acompañada de crecientes problemas de salud, de “fatiga de material” como suele decirse, dolencias que si bien se tratan, no se curan. La peor dolencia sin embargo no se asocia a la salud del cuerpo, y es, la soledad. ¿Cómo combatirla? Durante la vida, una receta simple: queriendo y siendo querido. En particular, teniendo presente que si bien para los niños es crucial la familia ¡para los viejos lo es también!

Mirada científica, un aporte valioso

-¿Qué le dirías a los jóvenes que enfrentan una nueva vida profesional?

-Escuchar. Pero también escucharse a sí mismo, creer en lo propio, creer que se puede hacer un aporte original e innovador en beneficio de los demás.

-Integras directorios sociales y fundaciones ¿qué te ha llevado a aceptar estas invitaciones?  

-Estoy convencido que la mirada científica es un aporte valioso en una variedad de contextos. Esa atención a la evidencia, ese rigor en el análisis, son parte del ethos de la ciencia y contribuyen al momento de tomar decisiones. Combino este sesgo profesional con un deseo muy profundo de sumarme a las iniciativas que buscan que tengamos un mejor país.  

La música, una compañía emotiva y profunda

-La música la música tiene una gran importancia en tu vida…

-La música en particular ha estado presente desde que era muy niño y me ha acompañado en las buenas y en las malas con su presencia desinteresada, emotiva, profunda. Mi vida se ha enriquecido mucho con la conjunción de esos tres lenguajes que he cultivado, el verbal ordinario, las matemáticas y la música. La imagen del científico como un ser frío y calculador, alejado de las pasiones que predominan en el arte, es en general equivocada. Einstein tocaba violín, Heisenberg y Bloch el piano, y en el ambiente local, Héctor Croxatto era un fino pintor de óleos. He conocido a lo largo de la vida a numerosos personajes, premios Nobel incluidos, cuyo interés rebasa mucho su disciplina y es, en último término “comprender la mente de Dios”, usando una expresión de Stephen Hawking.

-Además de la música, ¿qué cosas te dan satisfacciones?

-Satisfacciones he tenido, sin duda, pero no me fijo tanto en ellas. Soy un aprendedor de lo que sale mal, y un obsesionado por corregirlo. Reviso siempre mis cálculos matemáticos, o cada frase que escribo, porque sé que con frecuencia me equivoco y me molesta mucho cuando algún colaborador por ahí no tiene el mismo celo.

-¿Hay algo que cambiarías de lo vivido?

-Mira, soy el que soy, para bien o para mal. A decir verdad, tu pregunta no sabría cómo contestarla. En la vida hay decisiones muy importantes que tomar, sin duda, qué actividad, qué pareja, dónde vivir y tantas otras que van esculpiendo lo que uno es. Puesto que ignoro cómo habría sido mi porvenir si hubiera optado por ser pianista en vez de físico, me resisto a esa tentadora nostalgia por las sonatas que no aprendí, los conciertos con orquesta que no di. Uno construye su pasado como se construye una casa, piso a piso, ladrillo a ladrillo. Si elegí ladrillo nunca sabré cómo habría resistido un terremoto una pared de adobe.

La infancia y la educación

-¿Cuáles son las etapas más determinantes?

-Tengo fuerte nostalgia por la infancia, esos años de ingenua exploración en un mundo abierto, cuyas ventanas a los adultos les da por cerrar una tras otra. La cultura es una avenida estrecha, en cambio uno aparece en el mundo en una autopista amplia, sin límites. Tuve una madre que estimuló lo original, lo propio, la inventiva, aunque fuese ésta un tanto loca. Los educadores saben que los niños son como esponja, y se vuelven más y más rígidos con la edad. Esos años de crecimiento temprano son invaluables. Y un mensaje: atención por los más pequeños, cuidemoslos.

-¿Qué instituciones y personas  influyeron en tu historia?

-Si bien la profesión me llevó largamente por el mundo, mi casa fue siempre el país Chile y la Universidad Católica, a los cuales debo mucho. En cuanto a personas, quizás porque perdí a mi padre cuando era muy niño, reconozco tanto en el terruño como en el extranjero grandes influencias. Menciono a mi madre, a mis profesores Carlos Rivera, Rudy Lehman y Gregory Wannier, a mi amigo Doug Hofstadter, por solo nombrar algunos.

Como sociedad colectiva ¿en qué consideras que hemos fallado?

-Hemos descuidado la educación como palanca de equidad y progreso. En el siglo XX se amplió notablemente la cobertura escolar y construcción de recintos escolares. Pero se descuidó el alma de la educación, que no está en el edificio, en su biblioteca o en el laboratorio de computación. Está en el entorno familiar y en la relación profesor-alumno, y éstos se han descuidado. He conocido y trabajado con muchos profesores, y los veo como un gremio postergado, al cual hay que prestar más atención. Elige Educar, muy cercana a mi en estos tiempos, es una organización centrada en el profesor, dejando el tema de estructuras legales, edificios y computadores para otros afanes.

-Por lo tanto, ¿qué modelo de sociedad es el que te gustaría heredar a las nuevas generaciones?

-Una más centrada en la búsqueda del bien del otro que el de uno mismo. Hay mucho énfasis en la autonomía personal, que desenfoca la relación con los demás. Por ejemplo, si con mi pareja tengo algún problema, me separo, me busco otra que me haga más feliz, aunque queden los hijos por ahí sufriendo las consecuencias. Cuando pequeños ellos no reclaman, no votan, entonces ¿a quién le importa su bienestar verdadero?

Una mejor vida comunitaria

-¿Cómo te imaginas la sociedad del mañana?

-Si tuviera una bola de cristal que me dijera cómo vamos a salir de este aprieto global podría darle más crédito a una imaginación del mañana. Por ahora, pienso que después de un período borrascoso que puede durar algunos años, se gestará una sociedad más solidaria, no tan obsesionada con la competencia, más humana. La irrupción generalizada del trabajo desde el hogar va a tomar cuerpo y la dependencia de la tecnología nos hará también menos autónomos, más vulnerables. 

-¿Qué debemos hacer para una mejor vida colectiva?

-Es curioso que cuando emerge la posverdad, un gran desdén por la verdad misma, como si no existiera, se manifieste tanta ideología excluyente, tanta gente fanática que se siente poseedora de una verdad final y descalifica las creencias del resto. Pienso que sería bueno para la vida colectiva que nos escuchemos unos a otros, buscando la verdad en el otro a sabiendas que nadie la posee en plenitud.

-Y el Estado, ¿dónde debe poner sus prioridades?

-En un buen sistema de salud para la tercera edad, un desafío creciente para el Estado. Pero el drama mayor de esta etapa de la vida es la pérdida de un horizonte de servicio, de sentirse útil y darle sentido a la existencia. Un incentivo para crear oportunidades para los mayores, como se ha hecho ya con la población discapacitada a través de la ley de inclusión laboral, sería un gran aporte. La sociedad civil puede colaborar ofreciendo programas culturales, talleres de manualidades, capacitación en áreas relevantes y otros.

-Y como comunidad ¿dónde radican nuestros principales problemas?

-El principal problema del momento es el descrédito de las instituciones: la Iglesia,  las fuerzas armadas y carabineros, el poder judicial, el parlamento. Hace cincuenta años las grietas en estos pilares de la organización social eran conocidas sólo por una elite, pero hoy la información llega a todos los ciudadanos y los políticos lo saben. La magnitud del escándalo y su amplia difusión a través de los incisivos medios convierte esas grietas en el pilar mismo, y hoy algunos no sienten problemas con pasar a llevar las normas que nos rigen si tal actitud redunda a su proyecto personal o grupal. 

Un mensaje final

-¿Todavía tienes planes hacia el futuro? 

-Siempre me atrajo divulgar la ciencia, ámbito en que tengo varias publicaciones, incluidos un par de libros. Hay planes de hacer algo más por ahí. También tengo el compromiso de grabar algunas piezas para piano, lo que he iniciado aprovechando el aislamiento que nos ha impuesto esta pandemia. Y la ciencia, donde quedaron algunos cabos sueltos que hay que amarrar si el viento sopla a babor.

-¿Qué personas destacas por la forma como han enfrentado sus vidas?

-Son muchos. Pero déjame mencionar sólo uno, acerca del cual hace poco leí una excelente biografía escrita hace ya casi un siglo por el gran escritor y premio Nobel, Romain Rolland. Me refiero a Mahatma (Mohandas) Ghandi, el inspirador de la independencia de India del imperio británico. Escrita en vida de Ghandi, Rolland resalta su inclaudicable compromiso con la verdad y la no violencia, dos valores que nacen de convicciones internas hoy dramáticamente escasas.

-¿Un mensaje final?

-Un mensaje en tres palabras: educación, educación, educación.

 

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