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“Niños”, el libro sobre los infantes desaparecidos de la dictadura CULTURA

“Niños”, el libro sobre los infantes desaparecidos de la dictadura

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¿Puede alguien encontrar razones para asesinar niños, incluso, recién nacidos? Estos hechos muestran que sí fue posible y, a partir de ellos, M. J. Ferrada escribe palabras para cada uno, mediante las cuales crea un espacio en el que les devuelve la vida, los describe y relata una historia de un momento vital. Nos entrega así una imagen inolvidable a nosotros, sus lectores, porque para sus padres siempre estarán formando parte de sus vidas. Cada texto es, a la vez, un poema y un relato, un conjuro que los devuelve y nos permite conocerlos, escuchar sus voces, asistir a sus juegos, presenciar su descubrimiento de la naturaleza, conocer lo que imaginan, sus lecturas, su camino hacia las palabras, hacia sus familias; observar cómo van apropiándose de la vida, al igual que lo hacen todos los niños del mundo.


Un título como el del libro “Niños”, de María José Ferrada, nos hace pensar en un mundo luminoso, lleno de vida, alegría, juegos. Tiene dos bellas ediciones; la primera tiene portada y contraportada en azul, Grafito Ediciones (2013), ilustrada por Jorge Quien, que mantiene un color azul fundamental en todas las páginas. Sin duda, el azul nos recuerda el cielo y lo asociamos también con la eternidad, lo que adquiere un sentido muy especial en un texto como este.

La segunda edición es de Liberalia Ediciones, ilustrada por María Elena Valdez. Estas ilustraciones agregan más color, en la gama de gris, café, amarillo, verde. Ambas ediciones tienen una belleza estremecedora, desde las palabras y desde las ilustraciones, lo que genera un efecto similar al que nos produce escuchar dos versiones de una misma obra musical: ambas son la misma partitura, pero no son iguales.

La dedicatoria inicial es un golpe inesperado:

“A Pedro Novakovich. A Pablo Athanasiu. Y a la memoria de los niños ejecutados y detenidos desaparecidos durante la dictadura chilena”.

En las últimas páginas están los nombres y edades de todos estos niños y niñas, 34 menores de 14 años, chilenos, ejecutados por la dictadura militar. Esta lista se realizó gracias a la información entregada por la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación, más conocida como Comisión Rettig. “Treinta y dos fueron ejecutados, uno continúa en calidad de detenido desaparecido y uno apareció con vida”. Dos niñas ejecutadas tenían un mes de vida y un niño, cinco meses; trece años los mayores…

Pablo Athanasiu fue encontrado con vida por las Abuelas de la Plaza de Mayo. Pedro Novakovich continúa como detenido desaparecido.

Esto sucedió en nuestro país, fue ocultado e ignorado durante muchos años y es parte de un periodo terrible, en el que se detuvo, torturó, ejecutó o desapareció a más de 3000 personas, con completa impunidad, razón por la cual el clamor sigue -seguirá siendo- “verdad y justicia”.

¿Puede alguien encontrar razones para asesinar niños, incluso, recién nacidos? Estos hechos muestran que sí fue posible y, a partir de ellos, M. J. Ferrada escribe palabras para cada uno, mediante las cuales crea un espacio en el que les devuelve la vida, los describe y relata una historia de un momento vital. Nos entrega así una imagen inolvidable a nosotros, sus lectores, porque para sus padres siempre estarán formando parte de sus vidas. Cada texto es, a la vez, un poema y un relato, un conjuro que los devuelve y nos permite conocerlos, escuchar sus voces, asistir a sus juegos, presenciar su descubrimiento de la naturaleza, conocer lo que imaginan, sus lecturas, su camino hacia las palabras, hacia sus familias; observar cómo van apropiándose de la vida, al igual que lo hacen todos los niños del mundo.

Esta nueva vida imaginaria se construye solo con el poder de las palabras enlazadas por su autora, que crea un nuevo escenario para ellos, en el que han crecido, y también por las ilustraciones tenues, delicadas, cuidadosas, cristalinas. A pesar de ser imaginaria, es la vida que pudo haber sido, que debió haber sido, que los revive y los guardará para siempre en nuestra memoria.

Es una lectura que, siendo extremadamente dolorosa, es también vital y nos remece y angustia porque no tenemos respuesta para actos de crueldad inimaginable, cometidos por seres humanos, como nosotros. Porque nos interpela a interrogarnos si, bajo alguna circunstancia, habríamos encontrado razones para hacerlo y justificarlo.

Como todos los buenos libros para niños, este es para todas las edades. La sociedad entera debería leerlo, especialmente porque se trata de hechos que sucedieron en nuestro país, porque sus padres y familias continúan pidiendo la necesaria justicia (no venganza) que todavía no ha llegado; porque son heridas profundas que sufren no solo las personas directamente involucradas, sino un país sobre el cual se desencadenó el golpe militar y civil del 11 de septiembre de 1973, que dividió el mundo entre amigos y enemigos, a menudo de manera irreparable.

Escrito desde el horror, este libro tiene una belleza sorprendente, impregnada de ternura y amor, de dolor profundo, pero también es un canto a la fuerza de la vida. Cada palabra se une a otra por un hilo invisible que hace posible lo imposible: revivir a cada uno de estos niños y niñas, como si estuvieran aquí, a nuestro lado, crecidos, animados por el deseo de continuar descubriendo el mundo como los niños que son (que fueron), que deberían seguir siendo.

Cito tres textos:
Paola
“Por primera vez vio un insecto.
Y está tan contenta que durante
toda la mañana
el corazón no le dejó de zumbar”.
(Paola Andrea Torres Aguayo, ejecutada, tres meses)

José
“Decidió inventar su propio diccionario.
Agrupar de nuevo las palabras.
Palabras abrigadas: miel, mamá, sol, gorrión.
Palabras fantásticas: arcoíris, noche, planeta.
Palabras luminosas: estrella, abuelo, saltamontes.
Y así”.
(José Orlando Lara Latorre, ejecutado, 13 años)

Claudia
“Lleva una hora observando la forma de las nubes
y ha visto pasar dos elefantes,
tres pájaros
y una salamandra.
Se pregunta si alguien más las estaría mirando
desde alguna ventana.
Si otra niña como ella
vio pasar el desfile de los animales blancos”.
(Claudia Andrea Valenzuela Velásquez, ejecutada, 3 años)

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