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Adelanto exclusivo: Freddy Stock lanza “5 minutos. La vida eterna de Víctor Jara” CULTURA

Adelanto exclusivo: Freddy Stock lanza “5 minutos. La vida eterna de Víctor Jara”

Es un libro que le llevó cinco años de investigación y que muestra al cantor como un genio innovador y rupturista que enfrentó no sólo al conservadurismo atávico de la derecha chilena, sino también a prejuicios de la época de su propio sector político. También es un homenaje a Héctor Herrera, el joven funcionario de 23 años del Servicio Médico Legal que logró que el artista no fuera un detenido desaparecido. El Mostrador presenta algunos fragmentos del texto.


¿Por qué una persona, o varias, puede llegar a matar a un cantante de 44 balazos? ¿Qué representaba? ¿Por qué le tenían tanta saña o miedo?  Todas estas preguntas, y más, quiso responder el periodista Freddy Stock en “5 minutos. La vida eterna de Víctor Jara” (Ediciones Vía X), libro que aborda de una manera íntima y profunda la historia del cantor, y que comenzará su pre venta la tercera semana de marzo.

Una investigación de cinco años, una treintena de entrevistados, muchos de ellos con conversaciones que se repitieron una y otra vez, las miles de páginas del proceso judicial que se abrió por su asesinato y “muchas cosas que encontré escarbando, en un trabajo de recopilación de documentos e historias minuciosas”, según dice Freddy Stock, dieron vida a este relato que muestra a Víctor Jara como “un genio innovador y rupturista que enfrentó no sólo al conservadurismo atávico de la derecha chilena sino también a prejuicios de la época de su propio sector político”, explica el periodista.

“Él era un progresista, entendía muy bien la necesidad de llevar la política a las grandes masas, tenía una mirada muy moderna respecto a eso. A él le llamaba la atención esa masividad, que en esa época estaba representaba por grupos como Los Blops o el Pollo Fuentes”, dice Stock, periodista de reconocida trayectoria en la cobertura musical y también política y quien con éste suma tres libros dedicados a grandes íconos de la música. 

Adelanto

El libro cuenta sobre los humildes orígenes del cantante.

“Víctor Jara nació y murió en septiembre. Hijo de modestos campesinos de un Chile profundo, cama de paja sobre piso de tierra, vino al mundo el 28 de septiembre de 1932 desde el vientre de Amanda, acompañada de gritos sin anestesia y de una partera con trapos blancos que metía en un caldero de agua caliente”, se lee en el libro.

“Una casa de muros de barro, de techos de greda, de frío y de hambre. Del Chile de los grandes hacendados servidos por clanes que trabajaban a cambio de una choza donde vivir, gallinas que criar y un pedazo de tierra, la peor de todas, para cultivar algo para hacer subsistir a la familia. De los varones que desde niños trabajaban con el padre en el campo y a las mujeres que desde niñas iban con la mamá a la casa del patrón a hacer las tareas del hogar”, escribe Stock sobre el nacimiento de Jara.

“Recién caminaba cuando llegó al extenso fundo de don Fernando Prieto, “el patrón Prieto”, como se acostumbró a escuchar cuando se referían a él, con temor y respeto. El fundo de Prieto colindaba con el de la familia Ruiz-Tagle, que eran los verdaderos dueños de todo Lonquén, pueblo incluido”.

Era “el típico pueblo chileno, de una sola calle principal, sin pavimentar, la escuela pública que proveía el Estado y una parroquia católica que solía ser un punto de encuentro entre los patrones y los peones que llegaban a la misa de domingo con sus mejores ropas y sus niños lavados y peinados con rigor prusiano. Ante los ojos de Dios se borraba la frontera entre ricos y pobres… y también ante el Diablo, con esos bacanales de chicha como solían terminar los rodeos de vaquillas y la visita furtiva a los prostíbulos clan- destinos donde campesinos y patrones podían toparse en un cómplice silencio”.

Más adelante, también habla sobre Amanda, la madre del trovador:

“Amanda tenía también la faceta de cantora popular, una figura primordial del campo chileno. Podía amasar, cortar leña, lavar ropa de otra gente en el esfuerzo de sostener a sus hijos, romperse la espalda echándose al hombro la carga familiar, como lo hacían tantas mujeres de este país, pero al tomar la guitarra de ese rincón se transformaba en la artista que siempre soñó, en la Amanda que a Víctor le parecía extraterrena”, cuenta.

“La contrataban para cantarle a la alegría y al llanto, a lo humano y a lo divino. La alegría de los casamientos, los bautizos, los asados y las fiestas tradicionales de ramadas o de la trilla a yegua suelta, que tanto gustaba a Víctor como una de las ceremonias más importantes del verano”.

Asimismo, describe su mudanza a Santiago.

“En su vida, Víctor Jara fue marcado por dos mujeres fuertes, determinadas. Joan, quien supo de niña lo que era vivir en refugios antiaéreos mientras los nazis bombardeaban el centro de Londres en la Segunda Guerra Mundial. Y su madre, Amanda, quien no dudó en quemar naves para tomar a sus hijos pequeños y mudarse a Santiago que, a principios de los años ´40, era como irse del campo a otro país, con otras costumbres, otra gente, otro tipo de pobreza y de maldad”, escribe.

“Llegaron a vivir a una mediagua de tablas y piso de tierra de la población Los Nogales, todos apretados en una pieza, compartiendo varios un mismo colchón. Quedaba cerca de la Estación Central, hacia el sur poniente de la capital. Las cuatro estaciones del año están profundamente marcadas y diferenciadas en la zona central de Chile. Y en las poblaciones los sabores del clima se acentúan al estar condimentados por la pobreza”.

La muerte de su madre cuando él apenas tenía 16 años, su primer amor, Gabriela, y su paso por el seminario y el servicio militar también son parte del texto.

“El campo, la población, los obreros, los ferroviarios, los barrios bravos, los abusos a la tropa. En el ciclo de la vida y de la madurez es imposible dar con la punta de la hebra de la rebeldía. Lo más probable es que no exista, y haya sido un largo proceso acumulativo de conciencia social que aún no finalizaba. Porque salido del servicio militar, Víctor Jara seguiría su rumbo de transformación, ahora por el más “ancho camino”, el que siempre quiso recorrer, el -usando sus palabras- más hermoso y potente de todos, el del arte. Víctor Jara dio el salto definitivo al entrar a la Escuela de Teatro de la Universidad de Chile”, se lee.

Homenaje

Pero, además, hay aquí un homenaje a los jóvenes que lucharon en dictadura y que están representados en la historia de Héctor Herrera, un joven de 23 años que trabajaba en el Servicio Médico Legal y quien se dio cuenta de que uno de los cuerpos sin identificar que habían traído hasta ese lugar era el de Víctor Jara y le avisó a su esposa Joan. Ese gesto, desinteresado y valiente, fue lo que evitó que el cantor terminara como un detenido desaparecido más.

“Entrevisté varias veces a Héctor y su historia es desgarradora. En su recuerdo del sonido del portón del Servicio Médico Legal, que se abría cada vez que llegaban camiones con más cuerpos que había que revisar, se puede sentir todo el horror de la barbarie de tortura, violación y muerte que se desató después del golpe”, dice el periodista.

“5 minutos. La vida eterna de Víctor Jara”, un retrato de época imprescindible para entender quién fue el cantante, y también entender ese periodo. 


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